Valoración de las utopías

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El concepto de utopía se refiere a la representación de un mundo ideal o irónico que se presenta como alternativo al mundo realmente existente, sobre el que se ejerce una crítica. El término fue concebido por Tomás Moro en su obra Utopía, que es el nombre dado a una isla y a la comunidad ficticia que la habita, cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las sociedades humanas eje su época.

4.1. Funciones de las utopías

 A pesar de este carácter novelado o ficticio de las utopías, a lo largo de la historia del pensamiento se les han atribuido funciones que van más allá del simple entretenimiento. Citamos las siguientes:

  • Función orientadora. Las utopías consisten, básicamente, en la descripción de una sociedad imaginaria y perfecta. Algunos de los procedimientos que se describen pueden aplicarse a posibles reformas y a orientar la tarea organizadora de los políticos.

  • Función valorativa. Aunque las utopías son obras de un autor determinado, a menudo se reflejan en ellas los sueños e inquietudes de la sociedad en la que el autor vive. Por esta razón, permiten reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento concreto y, también, los obstáculos que estos encuentran a la hora de materializarse

  • Función crítica. Al comparar el Estado ideal con el real, se advierten las limitaciones de este último y las cotas de justicia y bienestar social que aún le restan por alcanzar. De hecho, la utopía está construida a partir de elementos del presente, ya sea para evitarlos (desigualdades e injusticias) o para potenciarlos (adelantos técnicos y libertades). Por eso, supone una sutil pero eficaz crítica contra las injusticias y desigualdades evidentes tras la comparación.

  • Función esperanzadora. Para algunos filósofos, el ser humano es esencialmente un ser utópico. Por un lado, la necesidad de imaginar mundos mejores es exclusiva de la especie humana y, por otro, esta necesidad se presenta de forma inevitable. El hecho de ser libres, de poder soñar con lugares mejores que el que nos rodea y de poder actuar en la dirección de estos deseos está íntimamente conectado con nuestra naturaleza utópica. Esta es, además, la que justifica el hálito de esperanza que siempre permanece en los seres humanos: por muy injusto y desolador que sea el propio entorno, siempre resulta posible imaginar y construir uno mejor.

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