Transformaciones Sociales en la España del Siglo XIX

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Transformaciones Sociales en la España del Siglo XIX

Crecimiento Demográfico

A lo largo del siglo XIX, la implantación del Estado liberal conllevó una serie de cambios en la estructura y en el orden social que coexistieron con la persistencia de pautas sociales propias del Antiguo Régimen. En cuanto a la demografía, se advierte un crecimiento modesto en comparación con otros países europeos. Se pasó de 11 a 16 millones de habitantes tras superar la crisis demográfica derivada de la Guerra de Independencia gracias a un mayor crecimiento, que coincidió con la Reforma Agraria Liberal y la emancipación de las colonias (cesan las migraciones). Se evolucionó desde un modelo demográfico antiguo a uno moderno (permanece la natalidad elevada y se reduce la mortalidad gracias a las mejoras en alimentación e higiene y a las primeras vacunas). No obstante, España tuvo que hacer frente a epidemias, tales como brotes de fiebre amarilla y cólera, y diversas crisis de subsistencia, aliviadas con la extensión del ferrocarril.

Movimientos Migratorios

En cuanto a los movimientos migratorios, la emigración estuvo prohibida hasta 1853, con perspectiva de un aumento de la riqueza. Hasta 1870, en apenas dos décadas, emigraron 300.000 personas a fin de “Hacer las Américas”, debido a un excedente de población y a una insuficiencia de recursos en la península. Por otro lado, los desajustes poblacionales internos se resolvieron mediante movimientos dentro de las propias provincias interiores (homogeneización de la densidad demográfica) y con el envío de población desde las costeras al extranjero.

Distribución de la Población

En la distribución de la población se distinguen dos regiones: la periférica (mayor crecimiento debido a una mayor actividad económica: 50hab/Km.) y la interior (mayor peso demográfico, pero más repartido: 22hab/Km.). Predominaba la población rural, con una mayoría de núcleos urbanos con menos de 5.000 habitantes, junto a la expansión de las mayores ciudades como Madrid (duplica sus habitantes, rozando los 400.000 a finales de siglo) o Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga (éstas con más de 100.000 habitantes).

Crecimiento de las Ciudades

La mayoría de las capitales de provincia crecerán, a causa del éxodo rural en busca de un mayor nivel de vida, siendo Madrid, Barcelona y Valencia los destinos predilectos, ya que fueron centros económicos, de servicios y administrativos. En 1877, aproximadamente un 93% de españoles nacieron y fallecieron en la misma provincia. Así, la mayoría de los movimientos migratorios fueron intraprovinciales, desde los pueblos a las capitales de provincia correspondientes, con la excepción de Madrid (46% de población censada fuera). Debido a este reparto demográfico se consolidó un Estado central y se avivaron los nacionalismos vasco y catalán y el regionalismo gallego.

Reformas Urbanísticas

Entre las reformas urbanísticas de la década de 1850 figuran: la desamortización de bienes urbanos eclesiásticos, un aumento de la periferia de las ciudades debido al éxodo rural, unas mayores inversiones inmobiliarias con el auge de la burguesía urbana, y la implantación de las administraciones territoriales en las ciudades. Desde 1860 a 1900 destacó la llamada política de ensanches: barrio de Salamanca, el proyecto de ciudad lineal de Arturo Soria o el plan Cerdá en Barcelona.

Distribución de la Población Activa

En cuanto a la distribución de la población activa, fue una sociedad rural por excelencia (fundamentalmente en Cantabria, Galicia y Extremadura), aunque con fuerte presencia urbana en Cataluña y Madrid, cuya población se dedicó a los sectores terciario (46%) y primario (35%) mayoritariamente.

De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases

La división social dejó definitivamente atrás el patrón estamental propio del Antiguo Régimen y se realizó por un criterio económico, con una minoría adinerada (élites) y una mayoría pobre (clases trabajadoras). Los miembros de las élites, además de vivir en una posición acomodada, debían ostentar cierto prestigio, guardar lazos de parentesco entre sí y adoptar las formas culturales aristocráticas. De este modo, se podía ascender socialmente (a la aristocracia tradicional se unirá la burguesía de los negocios), con una tímida presencia de la clase media.

La Burguesía

La burguesía, hasta la década de 1870, se distinguía geográficamente: periférica (vinculada a la industria y al comercio en Barcelona y en ciudades industriales del norte) y la interior (dedicada a las finanzas, la agricultura y el comercio en ciudades emergentes como Madrid o Valladolid). A partir de 1870 surgió la burguesía de negocios, que dominó la vida socioeconómica del país, asentada en los principales núcleos urbanos.

Las Clases Trabajadoras y el Movimiento Obrero

En cuanto a las clases trabajadoras, decir que el número de obreros industriales creció con el transcurso del siglo hasta superar el millón. Paralelamente, el artesanado urbano vivió una expansión, a pesar de la abolición de los privilegios gremiales y del auge de los servicios domésticos. Dado que no se enriquecieron, se proletarizaron, y esta masiva proletarización derivó en el surgimiento del movimiento obrero, el cual reivindicó la reducción de la jornada laboral y el derecho de asociación. Hasta la década de 1860, dicho movimiento adoptó la forma de un sindicalismo mutualista a través de los gremios (corporación de obreros que establece pautas laborales homogéneas), montepíos (fondos económicos de rescate) y cofradías (colectivo de obreros que ponen en común una serie de bienes). En 1854, se convocó la primera huelga general, apoyando a los demócratas y republicanos. Durante el Sexenio Revolucionario, a raíz de la primera AIT, se creó la Federación Regional Española, de ideología anarquista y socialista. Ambas corrientes lograron con éxito el apoyo de la clase trabajadora en Madrid, Barcelona y Valencia. No obstante, en la segunda AIT, los conflictos ideológicos entre Marx y Bakunin propiciaron la separación de ambas tendencias, distinguiéndose a su vez entre anarcosindicalistas pacíficos y anarquistas puros (postura violenta que propició magnicidios).

Desde 1874 en adelante, tras haberse suprimido los derechos sindicales en 1875, se reimplantaron en 1887 con la Ley de Asociaciones, creándose la UGT y el PSOE. Por último, entraron en escena otras asociaciones como la FTRE, la Mano Negra (que llevó a cabo huelgas, magnicidios y asesinatos intimidatorios en Barcelona y Andalucía) y el obrerismo cristiano a raíz de la encíclica “Cum Multa” de León XIII.

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