Transformaciones en la Península Ibérica: Reinos, Conquistas y Crisis (Siglos XIII-XV)
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Evolución Política y Social en la Península Ibérica: Siglos XIII al XV
Expansión Territorial y Conflictos
Durante este periodo, se sucedieron diversas guerras tanto internas como entre los reinos de la Península Ibérica, en una constante lucha por el poder. Paralelamente, la expansión turca y un colapso marítimo marcaron el contexto internacional. Portugal se expandió hacia el sur, conquistando territorios del reino nazarí de Granada. Navarra, sin frontera con Al-Andalus, quedó al margen de estas conquistas.
En Castilla, Fernando III unificó a castellanos y leoneses, extendiendo su presencia a Extremadura y La Mancha. Además, ocupó Murcia y Andalucía, a excepción del reino de Granada. Alfonso XI consolidó el control sobre Gibraltar y tomó Algeciras. El proceso culminó con la conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos. La huida y expulsión de los musulmanes generó vacíos demográficos, que se intentaron paliar con un sistema de repartimiento de tierras entre los conquistadores. Este sistema dio lugar a la formación de grandes latifundios en manos de la nobleza y las órdenes militares, coincidiendo con la concesión de fueros y privilegios a los nuevos habitantes.
En Aragón, la intervención francesa y papal frenó el avance hacia nuevas tierras. La derrota de Pedro II el Católico en Muret ante los franceses marcó un punto de inflexión, redirigiendo la expansión aragonesa hacia Al-Andalus y el Mediterráneo. Jaime I el Conquistador expulsó a los musulmanes y consolidó su poder político. En estos territorios, donde había una importante población mudéjar, las tierras se repartieron entre los conquistadores y se concedieron franquicias.
Crisis y Transformaciones Sociales
Europa se vio afectada por una crisis generalizada. Las malas cosechas provocaron un periodo de hambruna, seguido por la devastadora Peste Negra. Estos eventos causaron un drástico descenso demográfico, despoblamiento y migraciones.
Estructura Política en Castilla
En Castilla, se produjo un fortalecimiento de la autoridad real. El rey se consolidó como soberano de sus súbditos, con una autoridad de origen divino. Se llevó a cabo una unificación de leyes e instituciones. Se estableció una monarquía hereditaria con amplios poderes: declarar la guerra, legislar y administrar justicia a través de una Audiencia itinerante. Se promulgó el Código de las Partidas, estableciendo un derecho general común, a excepción del País Vasco, que conservó su derecho consuetudinario. También se creó el Consejo Real, con funciones de asesoramiento al rey.
Las Cortes, convocadas por el rey, estaban compuestas por la nobleza, el clero y representantes de las ciudades. Sus funciones principales eran:
- Presentar quejas y peticiones al rey.
- Aprobar impuestos y subsidios.
- Aceptar las leyes propuestas por el monarca.
Los municipios gozaban de cierta autonomía y jurisdicción propia, aunque la monarquía buscaba reforzar su control. Los consejos municipales se transformaron en Regimientos, consejos restringidos de unos 20 regidores elegidos por el rey, que dominaban el municipio y las tierras circundantes. Los corregidores, con cargos temporales, se encargaban de tareas específicas.
El Pactismo Aragonés
En Aragón, se instauró el sistema del pactismo. El rey, como señor de vasallos, veía su poder limitado por compromisos con la nobleza, el clero y la oligarquía urbana. Cada reino conservaba sus propias leyes e instituciones. El rey nombraba un virrey en cada uno de ellos. Los nobles ofrecían su apoyo militar a cambio del privilegio general, que garantizaba la reunión periódica de las Cortes Generales. Estas Cortes limitaban el poder del rey y tenían las siguientes funciones:
- Aprobar leyes de acuerdo con el rey, respetando las costumbres de cada territorio.
- Votar impuestos, con diputaciones encargadas de su recaudación.
En Aragón existía la figura del Justicia de Aragón, encargado de interpretar y defender los Fueros ante el poder real. La organización municipal variaba en cada reino.