Transformación Económica en la España del Siglo XIX (1833-1900)
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La Reforma Agraria Liberal y sus Consecuencias
En la primera mitad del siglo XIX, España experimentó una profunda transformación agraria con la reforma liberal. Esta reforma, que incluyó la abolición del régimen señorial, la desvinculación de la propiedad y la desamortización eclesiástica y civil, marcó el inicio de la transición del Antiguo Régimen a una sociedad liberal-capitalista.
La reforma legal otorgó a los propietarios libertad para disponer de sus tierras y frutos, convirtiendo la tierra en una mercancía sujeta a compraventa libre y consolidando la propiedad privada.
La privatización de la tierra no solo alivió los problemas de la Hacienda Pública, sino que también puso grandes extensiones de tierra en manos de individuos que buscaban beneficios rápidos sin realizar grandes inversiones. Como resultado, a finales del siglo XIX, la propiedad de la tierra se había redistribuido, quedando en manos de antiguos propietarios o nuevos inversores, que en muchos casos no eran los cultivadores directos.
1.2 El Aumento de la Producción Agraria
La consecuencia más significativa de la reforma agraria fue el aumento de la roturación de tierras. La superficie cultivada se expandió en más de la mitad durante los primeros años del siglo XIX, especialmente en el cultivo de cereales, que representaba el 80% del suelo agrario en 1860. Este aumento en la producción permitió a España reducir su dependencia de las importaciones y contribuyó al crecimiento de la población.
Otros cultivos como la vid, el maíz y la patata también experimentaron un auge. La vid se convirtió en un producto de exportación, mientras que el cultivo de la patata se extendió. El aceite de oliva andaluz ganó presencia en los mercados internacionales y el cultivo de la naranja, especialmente en el litoral valenciano, aumentó debido a la creciente demanda de países como Francia y Reino Unido.
Por otro lado, la ganadería ovina, especialmente la lanar, sufrió un retroceso debido a la disminución de las exportaciones de lana, la supresión de los privilegios de la Mesta y las nuevas roturaciones. En contraste, la cabaña porcina experimentó un crecimiento.
1.3 Una Transformación Insuficiente
A pesar del aumento en la producción agrícola, impulsado principalmente por la expansión de la superficie cultivada, la modernización de las técnicas de cultivo fue limitada en comparación con los avances tecnológicos que se estaban produciendo en otros países europeos más avanzados.
Si bien el sector agrario español no se estancó por completo, los rendimientos mediocres a finales del siglo XIX reflejaban la modestia de los progresos. El lento aumento de la productividad se puede atribuir a factores como un marco natural poco favorable y, sobre todo, a una estructura de la propiedad que no incentivaba la adopción de mejores técnicas.
Las pequeñas propiedades (minifundios) características de la Submeseta Norte y Galicia, con una producción insuficiente para el autoabastecimiento familiar, limitaban la posibilidad de innovación o venta de excedentes, lo que obligó a muchos campesinos a emigrar.
Por otro lado, la gran propiedad (latifundio), predominante en regiones como Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, tampoco contribuyó a mejorar la productividad. La mayoría de los grandes propietarios no estaban interesados en invertir en mejoras, sino en obtener beneficios fáciles. Esta situación frenó la innovación agrícola y mantuvo a la gran masa de campesinos sin tierra en condiciones precarias, lo que provocó conflictos a lo largo del siglo XIX.
La nueva estructura de la propiedad y las relaciones contractuales perjudicaron aún más al pequeño campesino que trabajaba tierras señoriales. Tras la reforma, muchos se convirtieron en arrendatarios o asalariados sin derechos sobre la tierra, lo que agravó el problema del jornalero. Además, muchos pueblos perdieron el acceso a propiedades comunales que tradicionalmente proporcionaban tierras a los más pobres o permitían el aprovechamiento de recursos forestales y pastos.
2. Los Inicios de la Industrialización: El Textil Catalán
La industrialización moderna en la España del siglo XIX comenzó en Cataluña con el sector algodonero. A diferencia de otras actividades manufactureras de la época, la industria textil catalana se caracterizó por producir para el mercado y no para el autoconsumo.
2.1 La Industria Algodonera en Cataluña
El desarrollo de la industria moderna en Cataluña se puede atribuir a los cambios iniciados en el siglo XVIII. La introducción de nuevas máquinas de hilar inglesas alrededor de 1780 marcó el inicio de la transformación. Sin embargo, la consolidación definitiva de la industria algodonera moderna no se produjo hasta 1802, cuando se prohibió la importación de algodón hilado en España. Este impulso inicial se vio interrumpido por la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la consecuente desorganización de los mercados.
Tras la guerra, la producción se recuperó rápidamente, lo que indica que el mercado interno era crucial para la industria textil. A partir de 1830, la industria textil experimentó un crecimiento sostenido, como lo demuestra el aumento en las importaciones de materia prima. La instalación de la primera máquina de vapor en 1833 impulsó la mecanización, especialmente en la hilatura.
La escasez de mano de obra, derivada de la incorporación al mercado laboral de la generación nacida durante la Guerra de la Independencia, encareció el trabajo e incentivó la mecanización. Además, la mecanización redujo los costes de producción y los precios de venta, lo que estimuló la demanda.
2.2 Los Límites de la Industria Textil
A pesar de su crecimiento, la industria textil catalana enfrentó dos limitaciones importantes:
- La escasez de carbón en la minería catalana y las dificultades de transporte para abastecerse de carbón asturiano, que no llegó al puerto de Barcelona hasta 1892. Esta escasez impulsó la proliferación de colonias industriales ubicadas cerca de ríos para aprovechar la energía hidráulica.
- La debilidad del mercado español, compuesto principalmente por un campesinado con bajo poder adquisitivo, lo que se traducía en una demanda débil y vulnerable a las fluctuaciones de la producción agrícola. Esto llevó a la industria textil a presionar al gobierno para que implementara medidas proteccionistas frente a la competencia extranjera.
El crecimiento de la industria textil, impulsado por la mecanización, solo se vio interrumpido durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1861-1865). A partir de 1874, se inició una nueva fase expansiva marcada por la mecanización del tejido, la renovación de la estructura industrial y el surgimiento de numerosas colonias industriales.
La industria algodonera catalana logró desplazar a la industria textil tradicional no algodonera gracias a su mayor calidad y precios más bajos. Sin embargo, a pesar de su crecimiento, la producción seguía siendo pequeña en comparación con otros países europeos. Si bien la industria algodonera fue suficiente para impulsar la industrialización de Cataluña, no logró arrastrar al conjunto de la industria española.
3. Minería y Siderurgia
La legislación minera de 1868 (Ley de Minas) liberalizó el sector minero y permitió la concesión de numerosas explotaciones a compañías extranjeras, principalmente francesas e inglesas. Esta expansión se debió al aumento de la demanda internacional impulsada por la industrialización, los avances en las técnicas de explotación y la necesidad del Estado español de obtener ingresos para hacer frente a su endeudamiento crónico.
Un ejemplo notable es el caso de Almadén, donde el Estado otorgó la concesión de la comercialización del mercurio a la compañía Rothschild a cambio de importantes sumas de dinero. Entre los yacimientos más destacados se encontraban los de plomo en el sur peninsular, los de cobre en Riotinto (que llegaron a ser líderes mundiales en la producción de este mineral), los de mercurio en Almadén y los de zinc en Reocín. Entre 1899 y 1908, las exportaciones de metales y minerales representaron casi un tercio de las exportaciones totales de España.