La Tolerancia Religiosa según Locke: Un Análisis de la Carta sobre la Tolerancia
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Comentario sobre la Carta de la Tolerancia de Locke
Ubicación
John Locke, junto con Isaac Newton, fue uno de los padres del empirismo moderno. Desarrolló su filosofía durante el siglo XVII, y su pensamiento contractualista, junto con su defensa de la tolerancia, constituyó la base del pensamiento político liberal y del surgimiento de las sociedades modernas.
Tema
No es la diversidad de opiniones, sino la intolerancia, la que está en la raíz de los conflictos religiosos, ya que se han mezclado asuntos que son y deben ser diametralmente diferentes: Iglesia y Estado.
Ideas Principales
- No es la diversidad de opiniones, sino la negativa a tolerar posturas diferentes, lo que ha provocado los conflictos en el cristianismo.
- La avaricia y el afán de dominio de la cúpula eclesiástica, con la ayuda de la ambición de los políticos y la ignorancia del pueblo, han puesto a las autoridades y a la masa de población en contra de quienes piensan diferente.
- Han predicado que los cismáticos y herejes deben ser expoliados de sus posesiones y destruidos.
- El motivo ha sido mezclar y confundir dos cosas diferentes: Iglesia y Estado.
Relación de Ideas
El texto comienza con la tesis fundamental: los conflictos religiosos no proceden de la diversidad de opiniones, sino de la intolerancia que existe entre ellas.
Para apoyar esta postura, se sirve de los siguientes argumentos:
- El afán de dominio de la Iglesia, junto con la ambición de los políticos y la ignorancia popular, ha sentado las bases de la intolerancia hacia el diferente.
- En contra del Evangelio y la caridad cristiana, declaran que hay que destruir a los cismáticos y herejes.
Para concluir con el argumento de que toda esta situación se deriva de mezclar cuestiones que nada tienen que ver entre sí: lo religioso y lo civil.
Explicación de la Carta sobre la Tolerancia
La Carta sobre la Tolerancia es el escrito más representativo del pensamiento inglés en materia de tolerancia religiosa.
Locke, consciente de los numerosos conflictos que asolaron a su país y a Europa durante el último siglo, afirma que no es la diversidad de opiniones ni de creencias lo que ha producido estas guerras, sino la intolerancia ante lo diferente. Para Locke, nadie puede erigirse en abanderado de la verdad absoluta en materia de creencias. Nuestra razón posee límites en cuanto al conocimiento, y no será menos en cuanto a asuntos de índole religiosa. Por otra parte, diferentes creencias pueden convivir en paz siempre que ningún grupo de creyentes sea oprimido por otros.
De esta manera, para el autor, el motivo del rechazo hacia lo diferente en materia religiosa proviene del deseo de poder de los jerarcas de la Iglesia, que han aprovechado la ambición de los políticos y la ignorancia del pueblo para sembrar la discordia. Para Locke, esto supone avanzar por el camino diametralmente opuesto al que indican los Evangelios. La intolerancia es algo incompatible con la razón y los postulados de amor y caridad cristianos.
Aún así, el texto indica que lo que han pretendido ha sido poner a las autoridades y las masas en contra de quienes profesan ideas religiosas diferentes, convenciendo de que los cismáticos y los herejes deben ser destruidos. Para el autor, no existen razones suficientes para que una persona persiga a otra en nombre de una Iglesia determinada. No hay razones para la coacción religiosa: primero, porque nadie puede estar seguro de conocer la verdad absoluta en materia de salvación; y segundo, porque en cuestiones de fe la fuerza es inútil. La conciencia no se doblega por el mandato de otros.
Nadie puede obligar a nadie a entrar en una Iglesia u otra, ya que se trata de una sociedad libre y voluntaria que rinde culto a Dios con el fin de conseguir la vida eterna. La única medida disciplinaria de cualquier Iglesia debe ser la excomunión. En la sociedad civil, la autoridad puede ser necesaria, pero en la comunidad religiosa podría prescindirse de ella al tratarse de una sociedad de hombres voluntariamente reunidos. No haría falta la presencia de una autoridad eclesiástica.
Por lo que puede observarse, la libertad religiosa requiere de una tajante distinción entre la esfera de lo civil y de lo religioso. Así lo expresa el autor al final del texto, cuando afirma que la situación de conflicto no es más que la consecuencia de mezclar y confundir dos cosas opuestas. La tolerancia, pues, es una cuestión de prudencia política. Los magistrados no pueden ni deben exigir obediencia en terrenos que no son de su incumbencia. Al Estado solo ha de interesarle la paz y la seguridad ciudadanas, y cuidar de que el ejercicio de la religión sea compatible con tales fines. Para Locke, el ámbito de la religión pertenecería a la dimensión privada del individuo, mientras que el poder del Estado debe limitarse al ámbito público, sin inmiscuirse en el espacio privado de cada uno.
La libertad religiosa es un principio básico de la sociedad política para Locke, y debe permanecer al margen de magistrados o gobernantes, que solo deben ocuparse de velar por la vida, la libertad y la propiedad privada, tal y como se sigue del pacto social que fundó el Estado.
Por tanto, para garantizar las libertades fundamentales, Iglesia y Estado han de permanecer separados, ya que su confusión hace triunfar la intolerancia, que alimenta los conflictos religiosos en detrimento de una convivencia pacífica y justa. Las ideas de Locke estarán en la base del surgimiento de las sociedades democráticas liberales.