El teatro español en el siglo XX: tendencias y renovaciones

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La Europa del siglo XX y sus aportaciones al teatro

La Europa del siglo XX dio a la escena importantes aportaciones como la ruptura de la "cuarta pared", el método Stanislavski o el teatro de la crueldad de Artaud. Sin embargo, en España la situación del teatro era distinta. Si bien a la altura de 1910 hubo algunos intentos de renovación, gracias en parte a los autores del 98, estos casi nunca se estrenaron, y cuando lo hacían eran solo para un público minoritario. Habría que esperar a la figura de Lorca para encontrar una renovación en el lenguaje escénico que pudiera llegar al gran público. Sin embargo, esta fue efímera, ya que el estallido de la Guerra Civil en 1936 frustró cualquier continuidad renovadora.

Bajo estas coordenadas, vamos a analizar las principales tendencias teatrales que transcurrieron durante las tres primeras décadas del siglo XX: una tendencia que tenía en cuenta las exigencias del público y de los empresarios, y otra, con afán de ruptura y renovación, que se mantuvo al margen y sin éxito.

La comedia burguesa de Jacinto Benavente

Frente al teatro romántico de Zorrilla, lleno de excesos y retórica hueca, la alta comedia de Benavente proponía obras que se desarrollaban en un tono equilibrado y realista. Su éxito fue arrollador y su influencia, devastadora. Se dirigía siempre a un público burgués complaciente, a quien criticaba y satirizaba, pero con tal sutileza e ironía que agradaba. Su teatro, sin apenas conflicto y escasamente problemático, elevó. Entre las obras más relevantes, destacan: El nido ajeno y Los intereses creados, su obra más lograda, una farsa inspirada en la Commedia dell'arte italiana y en el teatro clásico español, en la que sobresale el brillante manejo de ironía y sarcasmo.

El teatro poético

Llamado así por estar escrito en verso, esta tendencia intentó llevar los postulados estéticos modernistas al teatro. Ideológicamente era un tipo de teatro muy tradicionalista y conservador, que enardecía el sentimiento "españolista". Y además, gozó del favor del público. Destacan autores como Eduardo Marquina con En Flandes se ha puesto el sol y Francisco Villaespesa con Doña María de Padilla.

El teatro costumbrista

Estaba destinado a un público de escasa cultura, por lo que recreaba ambientes pintorescos con personajes populares, que reflejan los distintos tópicos sobre las regiones españolas, imitando la forma de hablar de cada zona, lo que aseguraba la risa entre los espectadores. A este grupo pertenecen:

  • Las comedias y sainetes de los hermanos Álvarez Quintero, cuyas obras perpetuaban una Andalucía llena de clichés, que dejaba al margen cualquier conflicto en el que aflorara la realidad miserable de esta tierra (los galeotes).

  • El mundo de chulos y majas del Madrid de los albores del siglo XX, está representado en las obras del "género chico" de Arniches, cuyo teatro evoluciona hacia la tragicomedia grotesca (La señorita Trevélez o Los caciques).

  • Finalmente hay que citar el "astracán", un género que triunfaría a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX y significó la degeneración del gusto y la crisis de la sensibilidad del público al poner en escena despropósitos en las situaciones, juegos de palabras y la tipificación del habla regionalista, como puso de manifiesto su máximo cultivador Pedro Muñoz Seca en La venganza de don Mendo.



El teatro renovador en España

Frente a la popularidad del teatro burgués, en España se produjeron diversos intentos para renovar la escena. Estos empeños fracasaron, de manera que se perdió una oportunidad única de ajustar el teatro español a las renovaciones e innovaciones que se estaban produciendo en Europa.

  • Ejemplos de las primeras décadas son el teatro de Unamuno, con obras caracterizadas por su desnudez conceptista, como Fedra (1910), y el teatro de Azorín, autor interesado en incorporar técnicas cinematográficas a la obra teatral. Cabe mencionar su trilogía Lo invisible. Destacó también el teatro de Ramón Gómez de la Serna, con La Utopía o Beatriz, obras con un marcado carácter rupturista y vanguardista.

  • Sin embargo, dentro del 98, la más innovadora renovación teatral la escenificó Valle-Inclán a través del esperpento. Ofreció un teatro enmarcado en varias etapas: teatro modernista, teatro mítico (Comedias bárbaras), ciclo de la farsa (Farsa y licencia de la reina castiza). Tras estas etapas, su teatro llega a la culminación artística a través del esperpento. Esta propuesta dramática consiste en analizar la realidad a través de una deformación sistemática para producir otra nueva que es grotesca, tragicómica y absurda. Valle decide pasar a los personajes de sus obras delante del espejo cóncavo, aquel que deforma y altera la realidad. Solo así es capaz de reflejar la verdadera historia actual de España y los personajes o héroes que supuestamente habitan y gobiernan el país. Es así como el autor nos presenta a sus protagonistas, como Juanito Ventolera (Las galas del difunto) o Don Friolera (Los cuernos de Don Friolera).

Pero su obra maestra del esperpento es Luces de bohemia. En ella, Valle escoge como representación de un mundo cruel y grotesco, el Madrid bohemio por donde deambula su protagonista, Max Estrella, que responde a esa doble dimensión de héroe, bufo y payaso cómico. En su trayecto nocturno, Max Estrella se va encontrando a personajes de muy diversa índole y de la peor calaña, como si se tratase de un coro trágico que va anticipando su destino fatal contra el que no podrá luchar. Más aún, se le despoja incluso de la dignidad de su propia muerte: muere solo y abandonado.

El teatro del 27

Si bien fue en el género lírico donde llevaron las mayores innovaciones, también renovaron el drama con la depuración del teatro poético, la incorporación de fórmulas de vanguardia y el propósito de acercar el teatro al pueblo. En ese sentido, destacan las figuras de Pedro Salinas con El Dictador y Judith y el tirano; Rafael Alberti, con El hombre deshabitado. Pero sin duda alguna, quien llevó a cabo con magistral oficio la innovación escénica fue Federico García Lorca. Su teatro mezcla con mucha originalidad lo lírico y lo trágico, algo característico de su obra poética. La frustración, el amor o el deseo imposibles, la falta de realización personal son los generadores de los conflictos creados en sus obras. En ellas, los personajes femeninos cobran un protagonismo predominante. Fundamentó toda su obra dramática en el enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad. Bajo esto, Lorca creó un lenguaje escénico propio que se sirve del símbolo para hablar de sentimientos universales. Destacan tres obras: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba; esta última, escrita pocas semanas antes de su dramática muerte, representa el final y la cima de una trayectoria dramática. Su asesinato en 1936 truncó precipitadamente la trayectoria de un dramaturgo genial, siempre en continua evolución, que contó con aportaciones como: La zapatera prodigiosa (farsa), El público (teatro experimental) y Así que pasen cinco años (obra surrealista).

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