Teatro Comercial en el Siglo XX
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1.1. Drama social: Joaquín Dicenta. Se trata de un teatro preocupado y comprometido por los problemas contemporáneos (imitando la novela realista). Esta tendencia teatral penetró en el siglo XX con fuerza y contó con el apoyo del público.
1.2. La comedia Benaventina. Benavente es la figura más representativa de las posibilidades y limitaciones del momento. Tuvo un comienzo audaz con El nido ajeno, sobre la situación opresiva de la mujer casada en la sociedad burguesa. Pero la comedia fue un fracaso: tuvo que retirarse del cartel ante la indignación del público.
Se vio entonces Benavente ante el citado dilema: mantener la carga crítica y verse rechazado, o aceptar los límites impuestos por el «respetable» y limar asperezas. Al fin, escogería lo segundo. Sus obras se mantendrán en la línea de la llamada «comedia de salón», salvo excepciones. La excepción más notable es Los intereses creados.
1.3 El teatro en verso: Lo que a principios de siglo se llamaba «teatro poético» combinaba rasgos posrománticos con estilo modernista. De los cultivadores de esta línea, pocos merecen recordarse: Villaespesa y Marquina.
1.4 El teatro cómico
Nos referiremos sobre todo a dos géneros que alcanzaron éxito de público: la comedia costumbrista y el sainete. Los tipos y ambientes castizos habían inspirado los sainetes de Ramón de la Cruz, en el siglo XVIII, o el «género chico» del XIX (de finales de siglo son zarzuelas como La verbena de la Paloma o La Revoltosa). Tal es la línea que prolongan, entre tantos, los Quintero o Arniches; llevan a escena una Andalucía tópica y sin más problemas que los sentimentales. Para ellos todo el mundo es bueno y reina la gracia salerosa. De su extensa producción, sobresalen los sainetes o ciertas comedias que vienen a ser «sainetes en tres actos». Ligereza y diálogo intrascendente son los rasgos de obras como El patio, El genio alegre, etc.
Carlos Arniches ha merecido mayor interés de la crítica. De una parte, los sainetes de ambiente madrileño; como El santo de la Isidra o Don Quintín el amargao, entre muchos.
Su otra vertiente es lo que llamó «tragedia grotesca». Ejemplo de ello es La señorita de Trevélez, sobre una sangrante broma de unos señoritos provincianos. La visión social alcanza cierta agudeza en Los caciques.
En un nivel inferior de calidad -no de éxito-, situemos el género cómico llamado «astracán» (o «astracanada»), cuyo creador fue Pedro Muñoz Seca. Son piezas descabelladas, sin más objetivo que arrancar la carcajada, pero no puede olvidarse un título como La venganza de don Mendo.