Sociedad ilustrada

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Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se produjo en España el tránsito del Antiguo Régimen al sistema liberal. La monarquía absoluta fue reemplazada por una monarquía constitucional, de una sociedad estamental se pasó a una sociedad de clases dominada por la burguésía y el modelo económico del Antiguo Régimen fue sustituido por liberalismo económico.

En la España del XIX la base de la economía era la agricultura, empleaba a dos tercios de la población y estaba marcada por los bajos rendimientos, el atraso técnico y el arcaico sistema de propiedad de la tierra.
La mayor parte de la tierra se encontraba en manos de la Nobleza, la Iglesia y de los municipios. El acceso a la propiedad de la tierra era difícil y caro. Los gobiernos liberales trataron de modernizar la agricultura, aumentar su productividad y hacer de ella la base de la modernización económica de España mediante un cambio en la estructura de la propiedad. Se procedíó a la expropiación de tierras por parte del Estado para su venta a particulares, son las desamortizaciones.

La primera es la realizada por el ministro progresista Juan Álvarez Mendizábal entre 1836 y 1837. Afectó a las tierras en manos de la Iglesia, las del clero regular, y a cambio el Estado asumía la obligación de sostener económicamente a la Iglesia. La desamortización de Mendizábal atendía a varios objetivos: por un lado, se buscaba obtener rentas con las que paliar el déficit de la Hacienda y hacer frente al pago de los títulos de la deuda, y por otro, incentivar la producción agrícola y contribuir a la creación de una nueva clase de propietarios agrícolas que se convirtiesen en el soporte social del liberalismo. En los municipios se crearon comisiones para configurar los lotes desamortizados y sacarlos a subasta. El proceso fue en muchos lugares manipulado y la tierra acabó en manos de los sectores acomodados, así la desamortización no logró todos sus objetivos, benefició a la burguésía y a la antigua nobleza y perjudicó a los pequeños arrendatarios de las tierras y a los campesinos sin tierra que se acabarían convirtiendo en jornaleros.

En 1841 Espartero inició la desamortización de los bienes del clero secular, pero la llegada de los conservadores al poder en 1844 hizo que tuviese poca vigencia. Durante el Bienio Progresista el ministro Pascual Madoz retomó la desamortización, afectó a los bienes del clero secular y a los bienes de propios y comunes de los municipios. Se realizó de forma más cuidadosa que la de Mendizábal y sirvió de referencia para todas las medidas desamortizadoras adoptadas a lo largo del XIX.

A comienzos del Siglo XIX la sociedad española respondía al modelo estamental propio del Antiguo Régimen. Los individuos se integraban en grupos sociales cerrados, a los que se pertenecía por nacimiento y a los que correspondían derechos y obligaciones diferentes. En España se conservaron muchos elementos tradicionales y durante el XIX las estructuras sociales siguieron siendo bastante rígidas y la movilidad social pequeñas.

La antigua nobleza continuó siendo el grupo social dominante, conservaban la propiedad de la tierra, se beneficiaron de las desamortizaciones y ocuparon los puestos principales en los partidos, la administración o el Ejército. La alta burguésía, vinculada al proceso de modernización económica y principal soporte del liberalismo, compartíó intereses y formas de vida con la nobleza y junto a ella formó una nueva elite económica, social y política. Otro grupo social fueron las clases medias, tenían cierta presencia en las ciudades, pero en 1870 apenas eran un 5% de la población. La mayor parte de la sociedad integraba los sectores populares, campesinos pobres que carecían de derechos políticos y que entre ellos dominaba el analfabetismo y la pobreza. En el XIX aparecíó la clase obrera ya que muchos campesinos emigraron a las ciudades para trabajar en las fábricas. Las malas condiciones de vida de los sectores populares explican la rápida expansión del movimiento obrero en España y la gran difusión que tuvieron tanto el ideario socialista como el anarquista.  En estos sectores, la situación de la mujer era especialmente grave, a la falta de autonomía sancionada en la legislación se unía su dedicación a los trabajos de baja cualificación y peor remunerados, dedicándose con frecuencia al servicio doméstico.

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