Significado del titulo el alma al diablo

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1. Pero en los tres Evangelios, este seguirle en el signo de


Relatos de contenido paralelo a este encargo y a esta promesa se encuentran también en Lc 22, 31 s, en el contexto de la Ultima Cena, y en Jn 21, 15-19, después de la resurrección de Jesús. Al tratar la confesión de Pedro según los sinópticos tendremos que considerar también este texto que, a pesar de todas las diferencias, muestra elementos fundamentales comunes con la tradición sinóptica. Lc 9, 23), del mismo modo que su explicación del seguimiento del Crucificado hace referencia a aspectos fundamentales de la existencia humana en general. Al mismo tiempo están aquí relacionadas

con el destino de Jesús en la cruz, que pierde así todo carácter casual y aparece en

su necesidad intrínseca (cf.

Centrémonos ahora en las distintas partes de este gran entramado de sucesos y palabras.

La tradición ha ambientado la escena en un lugar en el que un empinado risco


De esta forma de ver a Jesús se deriva su fe, su confesión; sobre esto se podrá edificar después la Iglesia.

de renovación. Se aproximan a él desde el

pasado, o desde lo que generalmente ocurre y es posible; no desde sí mismo, no

desde su ser único, que impide el que se le pueda incluir en cualquier otra categoría. En esto no se da un compromiso definitivo. Finalmente, en Juan la confesión de Pedro reza así: "Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 69). Sólo la exposición de Marcos manifestaría una lógica clara, pues sólo un mesianismo político explicaría la oposición de Pedro al


¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!" (Mc 8, 33). El texto de Pablo y la alabanza a Pedro por parte de Jesús tienen en común la referencia a una revelación y, con ello, también a la afirmación de que ese conocimiento no procede de "carne y sangre". No necesitamos entrar aquí en una discusión detallada de esta teoría,

sobre todo cuando este libro, que trata de Jesús, se pregunta ante todo por el Señor y se ocupa del tema eclesiológico sólo en la medida necesaria para entender correctamente su figura. Hch 1, 21 s), y precisamente teniendo en cuenta este contexto el encargo que le confía a Pedro difiere fundamentalmente del que Pablo recibe. Reducirlo a una aparición pascual personal y ponerla así en perfecto paralelo con la misión de Pablo resulta imposible a la vista de los textos neotestamentarios.

Pero es el momento de volver a la confesión que Pedro hace de Cristo y, con ello, a nuestro tema principal. Sólo después de esta prohibición sigue la explicación de lo que significa realmente "Mesías": el verdadero Mesías es el "Hijo del hombre", que es condenado a muerte y que sólo así entra en su gloria como el Resucitado a los tres días de su muerte. Por eso, también los grandes símbolos de fe de la Iglesia han unido siempre entre sí estos dos elementos. Y

como dudamos de que Dios lo quiera impedir, tratamos de evitarlo nosotros mismos con todas nuestras artes. Y así, el Señor tiene que decirnos siempre de nuevo


Ya que, en definitiva, seguimos pensando según "la carne y la sangre" y no según la revelación que podemos recibir en la fe. Sal 2,

7; Sal 110, 1). Así, el arco se extiende desde la infancia de Jesús, pasando por la confesión de Cesárea de Felipe, hasta la cruz: los tres textos juntos manifiestan la singular pertenencia del "Ungido" a Dios. Desde el punto de

vista de la historia de las religiones, éste es también uno de los textos más impresionantes para explicar lo que ocurre cuando el hombre se siente

repentinamente ante la presencia directa de Dios. Si antes de hacerse a la mar Jesús era para Pedro el "epistáta"-que significa maestro, profesor, rabino-, ahora lo reconoce como el Kyrios. Como empezaba a hundirse, la mano tendida de Jesús lo salva,


Así pues, nos encontramos absolutamente en el contexto de la experiencia de Jesús que tuvieron los discípulos, y que hemos intentado conocer a partir de algunos momentos destacados de su camino de comunión con Jesús.

¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? Con tales reconstrucciones, la ciencia pretende demasiado. El hecho de que el proceso ante los romanos se convirtiera en un proceso


Pero también Pilato sintió que se trataba en realidad de algo muy diferente, que a un verdadero "rey" políticamente prometedor nunca lo habrían entregado para que lo condenara.

Con esto nos hemos anticipado. Volvamos a las confesiones de los discípulos.

¿Qué vemos, si juntamos todo este mosaico de textos? Era ese "profeta" que, al igual que Moisés, hablaba con Dios como con un amigo, cara a cara; era el Mesías, pero no en el sentido de un simple encargado de Dios. Pero no conseguían articular todos los aspectos en una respuesta perfecta.

Utilizaron -justamente- las palabras de promesa de la Antigua Alianza: Cristo, Ungido, Hijo de Dios, Señor.

2. Existen dos interpretaciones diferentes, pero que no se excluyen una a otra. Llaman la atención sobre el hecho de que sólo cinco días separan dos grandes fiestas judías en otoño: primero el Yom Hakkippurim, la gran fiesta de la expiación; seis días más tarde, la fiesta de

las Tiendas (Sukkot), que dura una semana. Los seis o cerca de ocho días harían referencia entonces a la semana de la fiesta de las Tiendas; por tanto, la transfiguración de Jesús habría tenido lugar el último día de esta fiesta, que al mismo tiempo era su punto culminante y su síntesis interna. Aparte de la singularidad de estos relatos, se muestra aquí un rasgo fundamental de la vida de Jesús, puesto de relieve sobre todo por Juan, como hemos visto en el capítulo precedente: los grandes acontecimientos de la vida de Jesús guardan una relación intrínseca con el calendario de fiestas judías; son, por así decirlo, acontecimientos litúrgicos en los que la liturgia, con su conmemoración y su esperanza, se hace realidad, se hace vida que a su vez lleva a la liturgia y que, desde ella, quisiera volver a convertirse en vida. Veremos que estas tres dimensiones de las fiestas profundizan más y adquieren un carácter nuevo mediante su realización en la vida y la pasión de Jesús. Por lo demás, nada tiene de extraño que en los acontecimientos de la vida de Jesús confluyan relaciones tipológicas diferentes, demostrando así que tanto Moisés como los Profetas hablan todos de Jesús.

Pasemos a tratar ahora del relato de la transfiguración. Mc 9,

2). No podemos dejar de ver la relación con Éxodo 24, donde Moisés lleva consigo en su


Pero resaltan en el fondo también el Sinaí, el Horeb, el Moría, los montes de la revelación del Antiguo Testamento, que son todos ellos al mismo tiempo montes de la pasión y montes de la revelación y, a su vez, señalán al monte del templo, en el que la revelación se hace liturgia. Moisés y Elías recibieron en el monte la revelación de Dios; ahora están en coloquio con Aquel que es la revelación de Dios en persona. En ese momento se percibe también por los sentidos lo que es Jesús en lo más íntimo de sí y lo que Pedro trata de decir en su confesión: el ser de Jesús en la luz de Dios, su propio ser luz como Hijo. Al hablar con Dios su luz

resplandece en él y al mismo tiempo, le hace resplandecer. Por el contrario, Jesús resplandece desde el interior, no sólo recibe la luz, sino que El mismo es Luz de Luz. Es decir, porque a través del bautismo se unieron a la pasión de Jesús y su pasión es la purificación que nos devuelve la vestidura original que

habíamos perdido por el pecado (cf. A través del bautismo nos revestimos de luz con Jesús y nos convertimos nosotros mismos en luz.

Ahora aparecen Moisés y Elías hablando con Jesús. Identifica al Elías que esperan con Juan el Bautista, aun sin decirlo: en la actividad del Bautista ha tenido lugar la venida de Elías. También él debe sufrir la muerte" (Pesch, Markusevangelium II, p.

80). Siempre tenemos que dejar que el Señor nos introduzca de nuevo en su conversación con Moisés y Elías; tenemos que aprender continuamente a comprender la Escritura de nuevo a partir de El, el Resucitado.

Volvamos a la narración de la transfiguración. El "temor de Dios" se apodera de ellos, como hemos visto que sucede en otros momentos en los que sienten la


no sabía lo que decía" (Mc 9, 6): "Maestro.

¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mc 9, 5). Sin embargo, el hecho de que debían construirse tres tiendas contrasta con una referencia de semejante tipo o, al menos, la hace parecer secundaria. Al bajar del monte Pedro debe aprender a comprender de un modo nuevo que el tiempo mesiánico es, en primer lugar, el tiempo de la cruz y que la transfiguración -ser luz en virtud del Señor y con El- comporta nuestro ser abrasados por la luz de la pasión. 464-466). Se repite la escena del bautismo de Jesús, cuando el Padre mismo proclama desde la nube a Jesús como Hijo: "Tú eres mi Hijo amado, mi preferido" (Mc 1, 11). Los discípulos tienen que volver a descender con Jesús y aprender siempre de nuevo: "Escuchadlo". ¿O acaso preanuncia otra cosa?.

Rudolf Pesch (II 2, p. En el monte ven el "poder" (dýnamis) del reino que llega en Cristo. Así viven la Parusía anticipada; se les va introduciendo así poco a poco en toda la profundidad del misterio de Jesús. Cada vez más se fueron cristalizando tres títulos fundamentales: Cristo (Mesías), Kyrios (Señor) e Hijo de Dios. Por tanto, con razón su misión se convirtió en parte de su nombre.

En cuanto a los títulos de Kyrios y de Hijo, ambos apuntaban en la misma dirección. Jesús nunca utiliza el título "Mesías" para referirse a sí mismo; el de "Hijo de Dios" lo


Regnavit a ligno Deus: Dios reina desde "el madero"; así es como la Iglesia antigua ha celebrado este nuevo reinado.

Analicemos ahora los dos "títulos" que, según los Evangelios, Jesús utiliza para referirse a sí mismo.

1. En este sentido, Esteban "cita" unas palabras de Jesús cuya realidad pudo contemplar precisamente en el momento del martirio.

Esta constatación es importante. Discutirlas no forma parte de los objetivos de este libro, aunque debemos considerar al menos sus líneas principales.

Se distinguen en general tres grupos de palabras referentes al Hijo del hombre. Las más


Más aún, la "comunidad" no se habría siquiera formado ni habría sobrevivido si no le hubiera precedido una realidad extraordinaria.

La expresión Hijo del hombre, con la cual Jesús ocultó su misterio y al mismo fue haciéndolo accesible poco a poco, era nueva y sorprendente. Sea como fuere, está claro que en Marcos las dos frases van juntas y se interpretan mutuamente. Según el "Hijo del hombre", según el criterio de Jesús, el hombre es libre y sabe usar rectamente el sábado como día de la libertad a partir de Dios y para Dios.

"El Hijo del hombre es el señor del sábado": se aprecia aquí toda la grandeza de la


En las palabras sobre el sábado es importante el enlace entre "hombre" e "Hijo del hombre"; vemos cómo esta palabra, de por sí genérica, se convierte en expresión de la dignidad especial de Jesús.

En tiempos de Jesús, "Hijo del hombre" no existía como título. Pero esta salvación es relativa; la historia continúa y en su desarrollo se va haciendo todavía más oscura. El "hijo del hombre" que llega desde arriba es, pues, lo opuesto a las fieras que salen del fondo del mar; como tal, no es propiamente una figura individual, sino la representación del "reino" en el que el mundo alcanzará su meta final. Así pues, la imagen del Hijo del hombre sigue representando aquí el futuro reino de la salvación, una visión en la que Jesús pudo haberse inspirado, pero a la que dio nueva forma, poniendo esta expectativa en relación consigo mismo y con su actividad.

Centrémonos ahora en las palabras de Jesús. Quisiera señalar aquí sólo un punto


Pero no podemos pasar por alto que son palabras pronunciadas por Aquel que se encuentra ante sus jueces como acusado y escarnecido y que, precisamente en estas palabras, se entrelazan inseparablemente la gloria y la pasión. Esta identidad nos indica el camino, nos manifiesta el criterio por el que se juzgará nuestra vida en su momento.

Naturalmente, la crítica no considera estas palabras sobre el Hijo del hombre futuro como auténticamente jesuánicas. El motivo por el que se aceptan estos textos estriba en que en ellos, aparentemente, se distingue entre el Hijo del hombre y Jesús; sobre todo en la primera cita parece evidente que el Hijo del hombre no coincide con el Jesús que está hablando. Sin embargo, la identificación funcional que hay en el paralelismo entre reconocimiento y negación, ahora y en el juicio, ante Jesús y ante el Hijo del hombre, sólo tiene sentido sobre la base de la identidad ontológica.

venir es otro". Los textos se refieren claramente a la misma e idéntica persona: precisamente a Aquel que, cuando pronuncia estas palabras, estaba ya en camino hacia la pasión.

También encontramos estos dos aspectos en las palabras con que Jesús habla en presente de su actuación. Jesús se pone en la parte del legislador, de Dios; no es intérprete, sino Señor. Si Jesús atribuye este poder al "Hijo del hombre" es porque da a entender que tiene la misma dignidad que Dios y que actúa a partir de ella. En este sentido, las palabras de autoridad de Jesús se orientan hacia su pasión.

Llegamos al tercer tipo de palabras sobre el Hijo del hombre: los preanuncios de la pasión.

Con la citación de una palabra tomada de los cantos del siervo de Dios sufriente (cf. El servir es la verdadera

forma de reinar y nos deja presentir algo de cómo Dios es Señor, del "reinado de

Dios". En la pasión y en la muerte, la vida del Hijo del hombre se convierte también


en "proexistencia" (existir para los demás); se convierte en liberador y salvador para "todos": no sólo para los hijos de Israel dispersos, sino para todos los hijos de Dios dispersos (cf. En su muerte "por todos" traspasa los límites de tiempo y de lugar, se hace realidad la universalidad de su misión. Debemos añadir, sin embargo, que la síntesis de las tradiciones del Antiguo Testamento que hace Jesús en su imagen del Hijo del hombre es aún más amplia e incluye además otros filones y veneros pertenecientes a estas tradiciones. Si es

justo, el hijo de Dios, él lo auxiliará... Lo condenaremos a muerte ignominiosa" (Sb 2,

16-20). El auténtico punto de referencia sigue siendo Isaías 53; lo que nos muestran otros textos es sólo que existe un amplio campo de referencias para esta visión fundamental.

Jesús vivíó conforme a la Ley y a los Profetas en su conjunto, como decía siempre

a sus discípulos. Proviene de Dios, es Dios. Pero precisamente así -asumiendo la naturaleza humana- es portador de la verdadera humanidad. Ga 3, 28), nos transforma en


una nueva humanidad. 1Co

6, 17). A lo que tiende el seguimiento de Jesucristo es a esa humanidad nueva que viene de Dios.

2. EL HIJO

Al comienzo de este capítulo hemos visto brevemente cómo los dos títulos, "Hijo de

Dios" e "Hijo" (sin añadiduras), son distintos entre sí; se diferencian en su origen y en su significado, si bien luego en la configuración de la fe cristiana ambos significados se sobreponen y se entremezclan. Dado que ya he tratado toda la cuestión con cierto detalle en mi obra Introducción al cristianismo, me ocuparé aquí sólo brevemente del análisis del título "Hijo de Dios". Durante la consolidación del reino davídico la ideología monárquica del antiguo Oriente se traslada al rey en el monte de Sión. Pídémelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra...".

Aquí hay tres cosas claras. En tercer lugar, también se ve claramente que la promesa del dominio


Así, el oráculo sobre el rey de Sión fue desde el principio una palabra de esperanza en el rey que habría de venir, una expresión que apunta más allá del instante presente, del "hoy" del entronizado. Ahora Dios ha constituido a su rey, al que de hecho le da en herencia los pueblos.

Pero esta "soberanía" sobre los pueblos de la tierra ya no tiene un carácter político. Para descubrir el significado completo de esta expresión se necesita la confluencia de otras corrientes de la fe bíblica, así como del testimonio personal de Jesús. Si bien en Augusto sucedíó todavía con gran cautela, el culto al emperador romano que comenzó poco después significará la plena pretensión de la condición de hijo de Dios y, con ello, se introdujo la adoración divina del emperador en Roma, convirtiéndose entonces en vinculante para todo el Imperio. La fe de por sí apolítica de los


Rm 13, 17), en el título de "Hijo de Dios" choca inevitablemente con la exigencia totalitaria del poder político imperial, y chocará siempre con los poderes políticos totalitarios, viéndose forzada a ir al encuentro del martirio, en comunión con el Crucificado, que sólo reina "desde el madero". Lc 10,

21 s). Conocer realmente a Dios exige como condición

previa la comunión con Dios, más aún, la unidad ontológica con Dios. La unidad del conocer sólo es posible porque hay unidad en el ser. Si ya antes hemos visto la unidad del conocimiento entre el Padre y el Hijo, en la conexión entre los versículos 25 y 27 podemos apreciar la unidad de ambos en la voluntad.

La voluntad del Hijo es una sola cosa con la voluntad del Padre. Este proceso para llegar al consentimiento se presenta de modo dramático en el monte de los


"No a los sabios y entendidos", nos dice el Señor, sino a la gente sencilla. Pero ¿qué se quiere decir con este "hacerse necio", con este "hacerse débil" que permite al hombre acoger la voluntad de Dios y, en consecuencia, conocerlo? Comporta abandonar la autonomía que

se encierra en sí misma e incluye lo que Jesús quería decir con sus palabras sobre

el hacerse niño. De este modo podemos comprender también la paradoja que se desarrolla ulteriormente en el Evangelio de Juan: que Jesús, estando sometido totalmente al Padre como Hijo, está precisamente por ello en total igualdad con el Padre, es verdaderamente igual a El, es uno con El.

Volvamos a la exclamación de júbilo. También allí el ser Hijo consiste en un conocimiento


El misterio de amor trinitario que se perfila en la palabra "Hijo" es uno con el misterio de amor en la historia que se cumple en la Pascua de Jesús. Así, a la palabra "Hijo" le corresponde el simple apelativo de "Padre", que el evangelista Marcos ha conservado para nosotros en su forma aramea primitiva, "Abbá", en la escena del monte de los Olivos. Rm 8,

15; Ga 4, 6). Con ello queda claro que este nuevo modo de rezar de los cristianos sólo es posible a partir de Jesús, a partir de El, el Unigénito. Sólo El es "el Hijo".

3. Este segundo grupo parece en principio más fácilmente comprensible, mientras que el primero resulta mucho más enigmático. Esto había provocado una división

¿Qué significa esto? Schweizer), que, sin embargo, son mucho más recientes que los Libros del Nuevo Testamento. Quisiera señalar sólo los dos textos esenciales que en realidad cuentan.

Simplemente

es. Y, por tanto, esto significa también que Él está siempre presente para los hombres, ayer, hoy y mañana. El "Yo soy" se ha hecho más enérgico y, aunque permanece el misterio, también es más claro. En ese tiempo Israel había aprendido a entender verdaderamente la novedad y la diferencia de su Dios: El no era simplemente "su" Dios, el Dios de una tierra, de un pueblo o nacíón, sino el Dios por excelencia, el Dios del universo, al que pertenecen todos los pueblos, el cielo y la tierra; el Dios que dispone todo; el Dios que no necesita que le adoren ofrecíéndole carneros o becerros, sino al que sólo se le adora de verdad obrando rectamente.

Digámoslo de nuevo: Israel había reconocido que su Dios era "Dios" por excelencia. Esto representa, por un lado, una diferenciación respecto a las numerosas divinidades que existían, pero también, de una forma

Cuando Jesús dice "Yo soy" retoma toda esta historia y la refiere a sí mismo. Y viceversa, estando así las cosas, en cuanto Hijo puede pronunciar la palabra que revela al Padre. A partir de ello hay que entender el uso de la fórmula en la escena de la zarza ardiente y en Isaías; su "Yo soy" se sitúa totalmente en la relación entre Padre e Hijo.

Tras la pregunta de los judíos -que es también nuestra pregunta- "Quién eres tú?", Jesús se remite en primer lugar a Aquel que lo ha enviado y en nombre del cual El habla al mundo. Allí se le puede "reconocer", se puede comprender el "Yo soy".

La zarza ardiente es la cruz. Se hará plenamente realidad al final de la historia, del cual el vidente del Apocalipsis nos dice: "Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron..." (Ap 1, 7). Nosotros no somos hijos de prostituta; tenemos un solo padre: Dios" (Jn 8, 39.41). A la objeción de los judíos de que Jesús no podía haber visto a Abraham, les responde

del siguiente modo: "Os aseguro que antes de que naciera Abraham, Yo soy" (Jn 8,

58). 61).

Pasemos al relato de Marcos sobre Jesús que camina sobre las aguas después de la primera multiplicación de los panes (cf. Seguiremos fundamentalmente a Zimmermann, que ha analizado el texto con minuciosidad (TThZ [1960] 12 s). En todo caso, el miedo de los discípulos provocado inicialmente por la visión de un fantasma no aplaca todo su temor, sino que aumenta y llega a su culmen precisamente en el instante en que Jesús sube a la barca y el viento se calma repentinamente. El Jesús que camina sobre las aguas no es simplemente la persona que les resulta familiar; en El los discípulos reconocen de pronto la presencia de Dios mismo.

Y, del mismo modo, el calmar la tempestad sobrepasa los límites de la capacidad

humana y remite al poder de Dios. En cualquier caso, no cabe duda de que todo el acontecimiento se presenta como una teofanía, como un encuentro con el misterio divino de Jesús, por lo que Mateo, con gran lógica, concluye con la adoración (proskýnesis) y las palabras de los discípulos: "Realmente eres el Hijo de Dios" (Mt 14, 33).

Veamos ahora las expresiones en las que el contenido del "Yo soy" se especifica con una imagen; en Juan hay siete de estas imágenes; y el que sean precisamente


Aquí bastará con señalar sintéticamente el significado común que tienen estas palabras de Jesús en Juan. 69 s). Jn 16, 24). El "Reino de Dios" es la vida en plenitud, y lo es precisamente porque no se trata de una "felicidad" privada, una alegría individual, sino el mundo en su forma más justa, la unidad de Dios y el mundo. Precisamente por eso toda su esencia es comunicación,


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