San Agustín: Vida, Pensamiento y Legado
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Su filosofía
La filosofía de San Agustín experimentó una evolución a lo largo de su vida. Inicialmente, se basó en el maniqueísmo, que postula la existencia de una divinidad buena y otra mala, ambas con igual poder. Posteriormente, consideró que el mal es la ausencia del bien, similar a cómo el frío es la ausencia de calor. No hay una entidad que represente ontológicamente el mal.
Más tarde, pasó al escepticismo, que afirma la imposibilidad de alcanzar la verdad. Finalmente, adoptó el neoplatonismo de Plotino, quien introdujo en su filosofía una entidad llamada "Uno", un híbrido entre el demiurgo de Platón y el Dios cristiano. De este "Uno" emana todo lo que existe, todo lo contingente. Este fue el último paso antes de su conversión al cristianismo. El neoplatonismo considera que lo perfecto es uno y lo que proviene de él es imperfecto.
Para Plotino, tenemos la tendencia de volver a Dios, reflejada en tres actitudes:
- El amor a la belleza física: La atracción que sentimos hacia las personas bellas se debe a que esa belleza es un reflejo de la bondad.
- El amor a la filosofía: La curiosidad por conocer la verdad.
- El amor a la música: Una manifestación sublime del espíritu, una relación entre el tiempo y el sonido.
San Agustín asume estas ideas, va más allá y, abrazando el cristianismo, busca alcanzar la felicidad, que es lo que más le atrae. Por eso se convierte, basándose en la frase "Dios es amor".
Enmarcamos a San Agustín dentro de la Edad Media, ya que intenta adaptar la filosofía de Platón al pensamiento judeocristiano. Lo ubicamos en la metafísica por dos motivos:
- Cree que Dios crea y es consciente de su creación.
- Dios, esa entidad virtuosa, ama a sus criaturas. No es el demiurgo, nos ama. La virtud de los seres humanos, por tanto, se encuentra en el amor.
Escala de los saberes
San Agustín propone una escala de saberes que va desde las artes liberales hasta la religión. Las artes liberales corresponden a los estudios clásicos. Él aprovechó sus estudios y gracias a ello tuvo una vasta cultura. Era un excelente alumno en las artes liberales, que se dividen en:
- Lingüística: Gramática, dialéctica y retórica.
- Matemáticas: Aritmética y geometría, que aumentan nuestra inteligencia.
También estaba influenciado por la música, al igual que Plotino. Estas disciplinas nos preparan para la filosofía y tienen un carácter propedéutico. La filosofía es el saber más importante, con especial relevancia porque favorece las facultades del hombre, se ocupa de la verdad y la felicidad. Sin embargo, se necesita un perfeccionamiento de la inteligencia, y para ello necesitamos las artes liberales.
San Agustín afirma que la filosofía se centra en cosas mundanas y finitas, que intenta descubrir la realidad y necesita de otra disciplina, que es el último paso para alcanzar la verdad y la felicidad: la religión. La filosofía es la propedéutica de la religión. San Agustín decía: "Creo para entender; entiendo para creer". No podemos alcanzar la verdad y la felicidad sin la fe.
Además, San Agustín sostiene que se debe llevar una vida ordenada. Él pasó de ser un "loco" a ser un santo, y así alcanzó la verdad y la felicidad. En conclusión, no podemos ascender en la escala de los saberes si no tenemos una vida ordenada.
Dios
Según San Agustín, poseemos verdades eternas. Las primeras son el ansia de alcanzar el sentido de la vida y la felicidad, verdades suprapersonales de las que tomamos posesión. Otras verdades necesarias son los principios de identidad y no contradicción. El responsable de estas ideas es Dios.
- Dios tiene en su inteligencia estos modelos perfectos y los materializa. Él los ha creado y decide cuándo hacerlo.
- Razones seminales o germinales: En la materia hay semillas que hacen que esta se desarrolle. Es como la huella de Dios en todo lo creado.
- Ejemplaridad: Todo lo creado son ejemplos divinos de la creación de Dios, por un doble motivo: todo lo que existe es una realización material de las ideas y en ellas está la huella divina.
Para el cristianismo y para San Agustín, los seres humanos somos, entre todos los seres naturales, los que más nos parecemos a Dios.
La complejidad antropomórfica de San Agustín
Somos, entre todos los seres naturales, los que más nos parecemos a Dios, a su imagen y semejanza. En nosotros está esa huella divina. Para San Agustín, Dios es bondad, eternidad y amor, y algo de esto debe estar en nosotros. Tenemos tres facultades o potencias:
- La memoria: Hace presente lo pasado.
- El conocimiento de la verdad: A través de la actividad intelectual queremos alcanzar esa verdad.
- La voluntad o abolición: El deseo de alcanzar la felicidad y la justicia.
Ejercitar estas facultades nos acerca a Dios. San Agustín entiende que el ser humano es dual, por lo que no está de acuerdo con el hilemorfismo de Aristóteles. Para él, la naturaleza del alma es superior a la del cuerpo.
Considera un misterio cómo el alma se ha podido unir al cuerpo, que es corruptible. El alma es el motor o el principio vital del cuerpo. Cuando morimos, el cuerpo se queda y el alma asciende. La contemplación y la voluntad residen en el alma, dentro del cuerpo.
Defendía el traducianismo, que sostiene que tenemos un alma en el cuerpo porque procede de la herencia de nuestros padres. También defiende que Dios crea el alma en cada uno de nosotros y decide cuándo nos da la vida y cuándo nos la quita.
El pecado original, para San Agustín, explica la maldad en el ser humano, está en su naturaleza. Luego habla de la conciencia y el tiempo. Dentro de la conciencia encontramos la conciencia de nosotros mismos y la conciencia moral, que implica responsabilidad en nuestros actos.
El pelagianismo afirma que tenemos la capacidad de salvarnos por nosotros mismos. Este pensamiento fue proscrito por la Iglesia. San Agustín dice que necesitamos una ayuda divina. Hay una relación entre la conciencia y el tiempo. La conciencia nos da una identidad a lo largo del tiempo. La espera en el futuro le da conciencia al tiempo.
Conocimiento
San Agustín considera importante explicar el conocimiento en el ser humano porque nos sirve para orientarnos, conocer los objetos de la realidad y orientarnos desde la moral. Utilizando una analogía, dice que conocemos "echando una mirada". Reconoce que hay otras formas de conocer. Una persona que ha trabajado el entendimiento se fijará más en los detalles, mientras que una persona perezosa se quedará con imprecisiones.
El conocimiento es una escala que va desde lo sensible hasta lo inteligible y culmina con Dios:
- Primera mirada: Se refiere a la sensibilidad, a través de la cual formamos una imagen de la realidad.
- Segunda mirada: Esa imagen sensible se fija en la memoria.
- Tercera mirada: La imagen del entendimiento. Comparamos la imagen de la memoria con las ideas, que son modelos perfectos de la realidad, anteriores a nosotros. Nacemos con estas ideas y luego las aplicamos a las imágenes de la memoria. Si se produce el encuentro, entonces hay conocimiento.
Este es el conocimiento, la razón inferior, que corresponde a la realidad sensible.
- Cuarta mirada: La religión, que nos lleva a la verdad y a la felicidad. Las ideas que están en nosotros no pueden tener su origen en un ser contingente. Conocer estas ideas es conocer a Dios, el verdadero conocimiento, donde alcanzamos la felicidad.
Filosofía política
San Agustín hablaba sobre la paz y decía que es algo que todos queremos, pero con matices. Algunos afirman que la guerra es el medio necesario para alcanzar la paz. De esto se deduce que no somos pacifistas del todo. Ahí también está la huella del pecado original, que nos hace enfrentarnos. Como todos somos hijos de Dios, no debemos ver al otro como un potencial enemigo, sino con amor.
Las condiciones para la paz son:
- Primera: El orden. San Agustín entiende el orden como reflexión, organización y planificación. A cada cosa hay que darle un sitio. Esto también se aplica a las personas. Una vida ordenada conduce a la armonía y nos hace virtuosos. Esto se aplica a la convivencia, tanto con uno mismo como en las organizaciones sociales. El principal elemento que debe darse es el amor, para que la sociedad funcione y se consiga la paz. El desorden conduce a la violencia.
- Segunda: La justicia. San Agustín habla de dos tipos de justicia:
- La igualdad entre nosotros, que nos otorga dignidad.
- Los derechos individuales. Legitima la propiedad privada y, en principio, está a favor de ella. La legitimidad de la propiedad privada reside en su uso. Si no se usa correctamente, no hay legitimidad. No se debe juzgar a las personas por lo que tienen, sino por lo que son.
En su libro La ciudad de Dios y la ciudad terrenal, San Agustín es totalmente platónico. Distingue dos mundos: la ciudad de Dios, que representa el mundo de las ideas, y la ciudad terrenal, que representa el mundo sensible. Nosotros estamos en la ciudad terrenal y debemos alcanzar la ciudad de Dios. La convergencia entre ambas está muy lejos.
La diferencia entre ambas ciudades es que en la ciudad de Dios existe una convergencia basada en el amor. La motivación es la gloria de Dios, vivir en caridad. En la Tierra esto no sucede. Deberíamos acercarnos, pero tendemos a buscar la tranquilidad y pensamos en el egoísmo y el interés, por lo que no hay claridad. Si lográsemos pensar en los demás con cariño y ternura, llegaríamos a la ciudad de Dios. Si eso ocurriera, llegaríamos al fin de la historia.