Revolución Industrial: Impacto Social y Capitalismo
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1. Transformaciones Agrarias y Crecimiento Demográfico
1.1 La Revolución Agraria
Una serie de transformaciones en la agricultura, conocidas como Revolución Agraria, provocaron un aumento en la producción de alimentos y permitieron la supervivencia de una población en rápido crecimiento.
Las tres principales novedades agrarias fueron: los cambios en el sistema de cultivo; la introducción de nuevas máquinas; y la nueva estructura de la propiedad. La extensión de la rotación de cultivos (sistema Norfolk) permitió suprimir el barbecho, que exigía dejar parte del suelo sin sembrar para recuperar su fertilidad. Nabos, tréboles y alfalfa ayudaron a fijar nitrógeno al suelo y aumentaron la producción de forraje, lo cual incrementó la cabaña ganadera.
Este cambio en la forma de cultivar estuvo unido a otra transformación: el cercamiento de tierras comunales (openfields), que llevó a su privatización mediante las leyes de cercamiento. La elevación del precio de los cereales impulsó a los propietarios a apropiarse de las tierras de uso colectivo para aumentar su producción y beneficios.
El cercamiento de tierras provocó una concentración de la propiedad, perjudicando a los pequeños propietarios y campesinos pobres. El elevado número de campesinos buscando trabajo hizo que los salarios fueran bajos, obligando a muchos a emigrar a las ciudades.
1.2 El Aumento de la Población
El aumento de la oferta de alimentos a partir del siglo XVIII posibilitó un elevado crecimiento demográfico. Las hambrunas desaparecieron y la población, mejor alimentada, resistió mejor las enfermedades.
Este crecimiento fue resultado de cambios en la natalidad y la mortalidad. Durante el siglo XVIII, la natalidad se elevó. La reducción de la tasa de mortalidad fue el resultado de una mejor alimentación, a la que contribuyeron algunos avances médicos e higiénicos. La esperanza de vida creció, y a finales del siglo XIX se situaba en niveles similares en Gran Bretaña y en la mayoría de los países industrializados.
2. Consecuencias Sociales
2.1 El Proceso de Urbanización
La expansión de la industrialización y la organización fabril de la producción hicieron que los trabajadores se trasladaran a las ciudades. Este proceso provocó un cambio en la localización de la población. La emigración interna hacia las ciudades provino, principalmente, de las áreas rurales circundantes. Se estima que, con el inicio de la industrialización, casi 2 millones de ingleses se mudaron a las ciudades. El crecimiento urbano también afectó al resto de Europa.
2.2 La Segregación Urbana
El rápido crecimiento de las ciudades generó una fuerte segregación social por barrios. La burguesía creó nuevos barrios residenciales donde la contaminación era mínima. En estos barrios se construyeron edificios con grandes avenidas y servicios públicos. Se instalaron oficinas, comercios y viviendas con todo tipo de comodidades.
Los barrios obreros crecieron rápidamente y sin planificación: calles sin pavimentar, sin alcantarillado y sin servicio de recogida de basura.
2.3 La Nueva Sociedad Industrial
El triunfo de la industrialización y la instauración del capitalismo comportaron una profunda transformación de la sociedad del Antiguo Régimen. En el campo, muchos pequeños propietarios se convirtieron en jornaleros. La consolidación de la producción fabril arruinó a la mayoría de los artesanos.
Hasta la Revolución Industrial, la tierra fue la principal fuente de poder; pero con el afianzamiento del capitalismo industrial surgió una nueva clase, la burguesía, cuya riqueza aumentó a un ritmo muy rápido. Empresarios, banqueros y grandes propietarios agrícolas formaban esta burguesía, que se convirtió en la élite social.
Los nuevos valores burgueses se basaban en la exaltación de la propiedad privada, el trabajo, el ahorro y el individualismo. Solo los jóvenes varones de estas familias accedían a la educación secundaria y universitaria. La familia continuó siendo el núcleo de transmisión del patrimonio, y la vivienda familiar se convirtió en un símbolo de prosperidad y estatus social.
Entre esta élite económica y los trabajadores de las fábricas surgió la clase media, cuyo rasgo distintivo era que no ejercía un trabajo manual. Estaba formada por profesionales liberales (abogados, médicos, profesores, etc.).
La situación de la población (asalariados, jornaleros agrícolas, tenderos, artesanos, etc.) quedó lejos del nivel de vida de la burguesía. Los asalariados formaban el grueso de la fuerza de trabajo, necesaria para mover las máquinas y producir los bienes. Sus condiciones de trabajo eran precarias, con sueldos escasos y jornadas de 12-13 horas. La mayoría de la población vivió, al menos hasta 1850, cerca del límite de la subsistencia.
2.4 Las Mujeres en la Sociedad Industrial
La sociedad industrial estableció una diferencia social por géneros: la esfera pública (economía, cultura, arte, política, etc.) quedaba para los hombres, mientras que a las mujeres se les relegaba a la esfera doméstica. La mujer se orientaba solo hacia el matrimonio, y su situación jurídica era inferior: la mujer casada tenía que obedecer a su marido, quien representaba todos sus bienes y necesitaba su permiso para cualquier acto legal. Las mujeres no tenían derecho político.
La vida de las mujeres de clase media y alta transcurría en el hogar. Sus tareas eran el cuidado de la casa y de los hijos, y según su nivel social, contaban con servicio doméstico. Su educación era complementaria, limitándose a saber escribir, leer y calcular.
La situación era muy diferente para las mujeres campesinas. Las mujeres del campo combinaban las labores domésticas con el trabajo agrícola (vendimia, recogida de aceitunas, etc.). La mujer obrera realizaba largas jornadas de 10 a 12 horas, a las que también tenía que sumar el cuidado de la casa y la familia, y su salario era inferior al del hombre. Se dedicaban también al sector textil, al hilado.
3. Liberalismo Económico y Capitalismo
3.1 El Liberalismo Económico
Los principios económicos del liberalismo fueron elaborados a finales del siglo XVIII por un conjunto de pensadores británicos que constituyen lo que se conoce como la Escuela Clásica, y que tiene en Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill a sus principales exponentes.
Adam Smith defendía la supremacía del individuo frente a los estamentos o grupos organizados. El interés personal de cada individuo era, según él, el motor que hacía que cada bien se produjera en la cantidad demandada. Los intereses se equilibran en el mercado a través de una “mano invisible” que ajusta la oferta y la demanda. Es el libre juego de ambas el que consigue un equilibrio óptimo, tanto a nivel social como económico. El Estado debía abstenerse de cualquier intervención en la economía y debía eliminar las barreras proteccionistas y los monopolios.
Thomas Robert Malthus señaló que el crecimiento de la población desajustaría su relación con los recursos existentes.
3.2 Capital, Trabajo y Mercado
Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se impuso como un sistema en el que los instrumentos de producción son propiedad privada. Esto estaba en manos de una parte de la población, llamada burguesía o capitalistas, mientras que el resto, los asalariados o proletariado, no tenían más que su capacidad para el trabajo, que alquilaban a cambio de un salario.
El capitalismo es un sistema de iniciativa libre, no planificado, que tiene como objetivo la búsqueda del máximo beneficio individual. Así, los propietarios de los medios de producción pretenden maximizar el beneficio.
Los desajustes entre oferta y demanda provocan crisis periódicas, que se corrigen ajustando los costes o la producción.
3.3 Proteccionismo y Librecambio
Gran Bretaña, como país pionero, se mostró partidaria del librecambio, es decir, de la no intervención estatal en el comercio internacional, lo cual permitió que las mercancías se intercambiaran libremente. Para evitar la competencia de Gran Bretaña, otros países como Estados Unidos aplicaron medidas proteccionistas. El proteccionismo defiende la imposición de aranceles a la entrada de productos extranjeros con el objetivo de encarecerlos para que no sea rentable su importación. La defensa de la libertad de intercambios favorecía a los países más competitivos. Gran Bretaña, sin embargo, en 1846, promulgó leyes proteccionistas sobre la importación del trigo.