Revelación Divina de Jesucristo: Momentos Clave en los Evangelios

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Jesús, con su bondad, inteligencia, capacidad de introspección y sus prodigiosas posibilidades de gobernar sobre todas las cosas, junto con la naturaleza de su disposición al milagro, se presenta ante quienes viven con él y le prestan verdadera atención como una figura enigmática. Los indicios de su naturaleza se multiplican y profundizan, dejando a todos con la boca abierta y provocando una pregunta que, aunque difícil de responder, exige una respuesta.

Los Discípulos Buscan Respuestas

Los discípulos intentan hallar respuestas a la verdadera identidad de Jesús. En Lucas (9:18-20), Jesús pregunta: "¿Quién decís que soy yo?". Pedro responde: "El Cristo de Dios" (Mateo 16:16). Más tarde, en Mateo (16:18), Jesús declara a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia". La respuesta de Pedro no surge de su propio entendimiento, sino que le es revelada por el Padre. Nadie puede responder por sí solo a la pregunta de quién es Jesús. Él mismo ofrece la respuesta, pero lo hace de manera gradual y pedagógica, como se observa en Mateo (12:20), donde se describe su delicadeza al no quebrar la caña cascada ni apagar la mecha que humea.

La respuesta a la identidad de Jesús era demasiado fuerte y perturbadora para la mentalidad de la época. Por eso, Jesús introduce su revelación de forma progresiva. Finalmente, Cristo se presenta abiertamente como Dios, pero solo después de que las conciencias a su alrededor hayan tomado posiciones decididas con respecto a él, como se menciona en Mateo (25:29): "Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". La prueba definitiva de su divinidad será para sus amigos una ocasión de mayor unión con él, y para sus enemigos, el pretexto final para eliminarlo.

Tres Momentos Clave de la Revelación Explícita de Jesús

1. El Primer Asomo de una Actitud Explícita

En el último período, vemos a Jesús casi instalado en el pórtico del templo, desafiando a los fariseos de la mañana a la noche. El pueblo, temeroso de los judíos, no se atreve a expresar abiertamente lo que piensa. Eran las últimas semanas de su vida, y la atmósfera en la ciudad era tensa. Hasta entonces, Jesús había evitado a los fariseos para no ser apresado. Sin embargo, ahora se dirige a Jerusalén con determinación. La situación provoca una reacción en sus amigos, como se describe en Mateo (16:22-23) y Marcos (8:32-33), donde Pedro intenta disuadir a Jesús de ir a Jerusalén.

Jesús toma la iniciativa de atacar a los fariseos en su punto fuerte: la interpretación de las Escrituras. Los confronta con su propio conocimiento, como se relata en Mateo (22:44-46), donde Jesús les pregunta sobre la filiación del Mesías. Desde aquel día, los fariseos no le hicieron más preguntas. Este es un comienzo de respuesta explícita: la naturaleza divina de Cristo comienza a desvelarse.

2. Un Contenido Provocador

En el Evangelio de Juan (8), se observa que algunos judíos, al escuchar a Jesús, creían en él, al menos como simpatizantes. En Juan (8:31-32), Jesús les dice: "Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Ofendidos en su orgullo religioso, los judíos comienzan a discutir, afirmando que siempre han sido libres. En Juan (8:34-36; 37-38), Jesús responde que quien se equivoca es esclavo de sus limitaciones. Luego, en Juan (8:39-40; 42-46), Jesús les discute sobre su afirmación de ser hijos de Abraham.

En Juan (8:49-51), Jesús declara: "Yo no tengo un demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. Yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga. Yo os aseguro: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás". Aquí, Jesús se apropia de un derecho reservado a la divinidad, poniéndose por encima de los hombres y al lado de Dios. Finalmente, en Juan (8:54-55; 56-59), Jesús afirma: "En verdad, antes que naciese Abraham, Yo soy". Esta es una declaración contundente de su divinidad.

3. La Declaración Final

En Mateo (26), se narra cómo los judíos, después de vigilar a Jesús, deciden que es peligroso. No responde a la imagen del Mesías que esperaban, arremete contra ellos como intérpretes de la Ley, desvía al pueblo de la verdadera tradición con enseñanzas sospechosas y podría llamar demasiado la atención de los romanos. Deciden atraparlo, lo arrestan y lo llevan ante el Sanedrín para juzgarlo.

Jesús se defiende hábilmente hasta que dos testigos lo acusan, como se describe en Mateo (26:61). Finalmente, en Mateo (26:63-64), Jesús afirma ser el Cristo, el Hijo de Dios, lo que es considerado una blasfemia por el Sanedrín. En Lucas (2:21-35), Simeón profetiza sobre Jesús, indicando que será una señal de contradicción. La afirmación de Jesús es un hecho, y los hechos revelan la actitud del corazón humano: si está abierto o cerrado al misterio del ser. El problema de la divinidad es una alternativa en la que la decisión de la libertad juega un papel crucial.

El espíritu asume una posición primordial frente a lo real, la desarrolla y solo después toma conciencia de ella, especialmente cuando llegan las opciones más llenas de consecuencias. Jesús representa la consecuencia primordial de la apertura al misterio del ser.

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