Reinos cristianos en la Edad Media

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Comienza así la etapa más brillante de la historia de Al-Ándalus, que mantuvo la hegemonía peninsular hasta su desintegración a principios del Siglo XI. El Califato era el estado más rico y avanzado de Occidente. Abd al-Rahman III impuso un modelo centralizado de gobierno que reforzaba la nobleza palatina y el ejército mercenario, absolutamente leal al califato.
El califa dirigía el gobierno y la administración, ayudado por un primer ministro (
hachib) y varios ministerios dirigidos por visires. El territorio estaba dividido en provincias dirigidas por un walí y la justicia quedaba en manos de los cadíes, aunque el califa era el juez supremo. Además, centralizó y reorganizó el sistema tributario a través de impuestos ordinarios y extraordinarios, como las parias (elevadas sumas de dinero cobradas a los cristianos a cambio de la paz). En la política exterior, impuso su autoridad en el norte de África, frente al nuevo Califato Fatimí, consiguiendo las plazas de Ceuta, Melilla y Tánger. Con los gobiernos de Al-Hakam II y Hisham II se mantuvo el poder del Califato. Durante el reinado de Hisham II fue el general Al-Mansur quien tenía el poder en la práctica. Al-Mansur desarrolló una política de acciones militares contra los reinos cristianos con razzias como las de Barcelona (985) y Santiago (997). Tras su muerte, con el reinado de Abd al-Malik se abre un periodo de crisis que irá debilitando el poder central. Diversas guerras civiles motivadas por intereses étnicos y territoriales se sucederán hasta la caída del último califa y la aparición de los primeros Reinos de Taifas.  LOS REINOS DE TAIFAS (1031 – 1492) Al-Ándalus quedó fragmentada en más de 25 reinos independientes que tomaron el nombre de taifas. Estaban ligadas a las diversas etnias musulmanas, siendo algunas de las más importantes Toledo, Zaragoza, Sevilla. Fueron habituales las guerras y conquistas entre ellas. Esta fragmentación política fue aprovechada por los reinos cristianos, que exigieron el pago de parias y comenzaron una serie de agresiones que culminarían en 1085 con la toma de Toledo.  El avance cristiano llevó a los musulmanes a pedir ayuda a los almorávides, quienes penetraron en la Península y derrotaron a los cristianos en Sagrajas (1086), frenando la Reconquista, aunque no pudieron evitar perder Zaragoza. En 1140 el Imperio almorávide se desintegró, dando lugar a unas Segundas Taifas de corta duración, pues pronto fueron conquistadas por un nuevo Imperio del norte de África, los almohades. En las Segundas Taifas destaca la de Murcia, que bajo el dominio de Ibn Mardanish (conocido como el Rey Lobo) se opuso a la conquista almohade y alcanzó un gran desarrollo territorial, cultural y urbanístico. A la muerte de Ibn Mardanish, Murcia fue conquistada por los almohades. Los almohades eran un grupo ultraortodoxo que acabaron con la tolerancia religiosa y derrotaron a los cristianos en Alarcos (1195). La amenaza almohade supuso la uníón de los reinos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), donde los almohades fueron derrotados. Esta batalla supuso el surgimiento de unas Terceras Taifas y el avance imparable de las tropas cristianas que dejaron reducido el territorio musulmán a Granada. El Reino nazarí de Granada pervivirá a base del pago de parias a los cristianos hasta que en 1492 los Reyes Católicos lo incorporen a sus territorios. 

6. CONCLUSIÓN

La presencia musulmana en la Península se mantendrá a lo largo de ocho siglos, por lo que dejará una importantísima influencia. Se desarrollará una cultura propia, con influencias orientales, grecolatinas e indígenas, lo que conforma un legado único en el mundo. Los musulmanes trajeron nuevos cultivos, técnicas agrarias y artesanales, desarrollaron las ciudades y revitalizaron la economía. 

Nos legaron conocimientos médicos, científicos y culturales, con filósofos como Averroes y Maimónides y escritores como Ibn Arabí, todos originarios de Al-Ándalus. La lengua árabe propició la llegada y divulgación de obras culturales y científicas de Oriente, y la pervivencia del árabe en el castellano es muy destacada. 

El legado artístico andalusí es de un valor incalculable, con obra arquitectónicas como la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada o la Giralda de Sevilla, entre muchas más, al igual que es fundamental su influencia en las artes menores. Todavía hoy en día, la herencia de Al-Ándalus forma parte de las señas de identidad de la cultura española. 

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