El Reinado de los Borbones en España: Centralización y Absolutismo
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1. Introducción
A partir de la Baja Edad Media se fueron consolidando en Europa una serie de estructuras socio-económico-culturales e ideológicas que fueron designadas como Antiguo Régimen, con las siguientes características: absolutismo monárquico, sociedad estamental, economía de base agraria, importancia de la tradición y religión, y por encima de todo: el poder del monarca.
El siglo XVIII en España supuso la integración de este modelo a través de los Borbones.
2. La llegada de los Borbones al trono: la Guerra de Sucesión
En 1700, Carlos II murió sin descendencia directa, con lo que los candidatos al trono eran Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque Carlos de Habsburgo. El testamento de Carlos II dio como rey a Felipe de Anjou, coronándose en 1701 como rey de España bajo el título de Felipe V.
Este nombramiento fortaleció a los Borbones en Europa, con España y Francia, y ante ello Inglaterra, Holanda y Portugal, apoyaron al archiduque Carlos y declararon la guerra a Felipe V.
Este conflicto también se notó en España, con división territorial de opiniones. Castilla apoyó a Felipe, salvo la nobleza, y la Corona de Aragón se declaró a favor del archiduque Carlos, destacando Valencia y Cataluña.
Los ejércitos de Felipe V controlaban la mayor parte del territorio peninsular, salvo una parte de Cataluña que resistió hasta 1707. Pero en Europa, existía un gran equilibrio entre ambos contendientes. Los Borbones eran incapaces de vencer a los aliados del austriaco, pero un hecho lo cambió todo: en 1711, José I, emperador de Austria, moría y el sucesor sería entonces el archiduque Carlos.
Ante este plan, los ingleses y holandeses manifestaron su interés de acabar con la guerra, reconociendo a Felipe V como rey de España. De ahí que se firmasen los Tratados de Utrecht en 1713, a cambio de varias concesiones por parte de España: el Milanesado, Flandes, Cerdeña y Nápoles a Austria; Gibraltar y Menorca, junto a privilegios comerciales con América, a Inglaterra; y Sicilia a Saboya.
Firmada la paz, solo Barcelona se resistió, iniciando un sitio de 14 meses que acabaría el 11 de septiembre de 1714, con la toma de Barcelona.
3. La política borbónica: absolutismo y centralización
La política desarrollada por los Borbones es la fiel representación del modelo del Antiguo Régimen: el absolutismo monárquico, donde el rey es el controlador de todo lo que se encuentra bajo su poder, y es la fiel encarnación del Estado. El modelo fiel de absolutista lo encarna Luis XIV de Francia, el Rey Sol. Los objetivos principales de los Borbones eran la centralización del poder (para ello se debe la organización territorial) y la modernización (modificación de la administración).
En cuanto a la organización del territorio, se desarrollaron los Decretos de Nueva Planta en Valencia, Aragón, Cataluña y Mallorca, eliminando el poder de la antigua Corona de Aragón y localizándolo en Castilla, creando así una estructura uniforme. Para ello, suplieron las Cortes de Aragón y el consejo del mismo, tomando las Cortes de Castilla y su consejo como órgano nacional y único, con las tres funciones: ejecutiva, legislativa y judicial.
Pero bien, ante todo esto se situaba el monarca, que se encontraba auxiliado por las Secretarías, dirigidas por los secretarios, elegidos y destituidos por el rey, y a su vez estos contaban con los funcionarios.
En cuanto a la administración, intentaron llevar el modelo de Castilla a todo el territorio, eliminando los antiguos virreinatos (salvo los de ultramar). Crearon las demarcaciones provinciales, al frente de cada una con un capitán general, que contaba con gran poder y ejercía como gobernador. Se implantaron las reales audiencias, presididas por ellos. Se extendió también el papel de los corregidores, encargados del control de las ciudades, y los intendentes, que dependían directamente del rey, contaban con mucho poder y se encargaban de la recaudación de impuestos y la dinamización económica: control de autoridades locales, etc.
La preocupación por la economía conllevó la reforma de la Hacienda, insertando un sistema en el que cada individuo (incluidos nobleza y clero) pagase en relación a su riqueza. De ahí surgieron los equivalentes en Valencia, la única contribución en Aragón y el catastro en Cataluña, que tuvo gran auge y éxito. Todos ellos se trataban de establecer cuotas fijas que se establecían proporcionalmente entre sus habitantes.
4. La sociedad estamental
La sociedad del Antiguo Régimen se caracterizaba por la desigualdad jurídica y la inmovilidad. Esta estaba dividida en tres estamentos, que se dividían en dos grupos:
- Los privilegiados, que contaban con la mayor parte de la propiedad, no pagaban impuestos y ocupaban casi todos los cargos públicos (la forman la nobleza y el clero).
- El clero: tanto regular como secular, constituía el 2% de la población total, pero tenía el 40% de la propiedad territorial. Además del diezmo, es decir, el derecho de recoger la décima parte de la cosecha a todos los campesinos.
- La nobleza: a la que se pertenecía por nacimiento o por nombramiento real, formaban el 5%, pero contaban con grandes extensiones de terreno, y contaban con los señoríos jurisdiccionales, en los que administraban justicia y de los que extraían grandes rentas.
- Los no privilegiados: los constituía el Tercer Estado, formado por campesinos, la burguesía y las clases populares de la ciudad. Soportaban las cargas económicas del Estado y se hallaban marginados de centros políticos. La inmensa mayoría la conformaban los campesinos, sometidos a un régimen señorial. Por último, surgió una clase media, la burguesía, dedicada al comercio y la industria.
Aun así, existían varias vías de escape: el clero era una vía de ascensión social (el clero no nace, se hace); se podía acceder a la nobleza por nombramiento real; y se podían acumular riquezas.
5. Economía de base agraria
En el siglo XVIII, la economía se basaba en la agricultura, que generaba la mayor parte de las riquezas y ocupaba al 80% de la población. La mayor parte de las tierras pertenecían a las clases altas, y estos querían poseerlas, por lo que la mayor parte de las tierras estaban amortizadas, no se podían comprar ni vender. La institución del mayorazgo ejemplifica esta situación. Surgido en la Edad Media, consistía en vincular los bienes a un noble o a la familia, de forma que el heredero, siempre solo uno, y que fuera el mayor, pudiera administrar los bienes, sin venderlos o enajenarlos.
Asimismo, la Corona, la nobleza y la Iglesia contaban con los señoríos, territorios sobre los que ejercían jurisdicción y obtenían rentas.
Aun así, existían algunos agricultores dueños de sus propias tierras, sobre todo en el norte (Cantabria, Asturias y el norte de Castilla); la mayor parte de los campesinos eran arrendatarios o jornaleros, que variaban según la zona. En Cataluña, los campesinos contaban con contratos enfitéuticos, estables y a perpetuidad. En Galicia, los arrendamientos eran por generaciones predefinidas.
Por último, en Castilla y Andalucía predominaban los latifundios en manos de nobles y clero, trabajados por campesinos a corto plazo, donde el campesino se veía incapaz de acumular riquezas y sometidos a las crecidas de los precios por parte de los señores.
Ya, en el sector secundario y terciario, tenían menos importancia. La artesanía estaba organizada en forma de gremios, con un estricto control sobre la producción. Respecto al comercio, el mercado interior era débil y escaso, limitado a extensiones locales. Existían problemas de transporte y las zonas de interior seguían incomunicadas de la periferia.