El Régimen de Primo de Rivera: Un Análisis Histórico

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La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

Contexto Histórico

Tras el desastre de Annual (1921) y la crisis del sistema político de la Restauración, el general Miguel Primo de Rivera encabezó un golpe de Estado en septiembre de 1923, con el apoyo del rey Alfonso XIII.

Medidas Políticas

Para afianzar su gobierno e institucionalizar el nuevo proyecto político, Primo de Rivera trató de consolidar un partido único, la Unión Patriótica, y un órgano de propaganda, el diario La Nación. Para regular la política local, encargó a Calvo Sotelo la elaboración del Estatuto Municipal. Además, propuso la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva (1926), integrada por representantes de instituciones y corporaciones, excluyendo a antiguos políticos. Esta Asamblea debía confeccionar un nuevo texto legal o Constitución que sustituyera a la de 1876 y legitimara el nuevo régimen, rompiendo así con el parlamentarismo liberal. Se llegó a elaborar un proyecto de Constitución que instituía un Estado corporativo y conservador. El texto no fue sancionado por la oposición del monarca, lo que puso de manifiesto la incapacidad del régimen para encontrar una fórmula institucional alternativa al parlamentarismo.

Medidas Sociales

Uno de los retos principales de la Dictadura fue solucionar la conflictividad social. Para ello, la intervención estatal en las decisiones económicas y en las relaciones laborales era imprescindible. Aunós creó la Organización Corporativa Nacional (1926), con la que se pretendía suprimir las organizaciones patronales y los sindicatos obreros, integrándolos en Corporaciones que, en Comités Paritarios, resolvían los conflictos laborales. Se promulgaron una serie de leyes sociales paternalistas que aumentaron las prestaciones de la Seguridad Social y concedieron ayudas a las familias numerosas y por maternidad. Estas medidas contaron con la oposición del sindicato anarquista CNT y el apoyo del empresariado y de la UGT.

Medidas Económicas

La Dictadura se benefició de un período de crecimiento que duró hasta 1929, lo que permitió un incremento de los gastos estatales, sobre todo los dedicados a obras públicas, viviendas sociales e infraestructuras. Los promotores de esta política fueron Calvo Sotelo y el conde de Guadalhorce. Se impulsaron los monopolios estatales para obstaculizar la actuación de empresas extranjeras. Mediante un ambicioso Plan Nacional de Infraestructuras se crearon las Confederaciones Hidrográficas. Se organizaron con éxito dos grandes Exposiciones Universales (Sevilla y Barcelona). Esta política económica logró disminuir el desempleo, pero los préstamos y la deuda pública produjeron un gran déficit, ya que la ausencia de reformas fiscales limitaba los ingresos del Estado.

La Oposición a la Dictadura

En la oposición se encontraban políticos de los antiguos partidos de la Restauración, como el liberal Alcalá-Zamora. También determinados sectores del Ejército que organizaron conspiraciones contra el régimen de Primo de Rivera, como la Sanjuanada (1926), motivadas por un desacuerdo entre los Cuerpos del Ejército. Tampoco supo mantener el apoyo de la Iglesia. Y, sobre todo, la Dictadura fue cuestionada por los intelectuales. A los disidentes de la Dictadura se unieron los perseguidos por ella: el nacionalismo catalán, la CNT y el PCE.

La Caída de la Dictadura y la Proclamación de la República

A partir de 1928, se hizo patente la decadencia política del régimen de Primo de Rivera. Las conspiraciones aumentaron; desde 1929 se incrementó la conflictividad social. En enero de 1930, el dictador dimitió y se exilió a París (donde falleció poco después), dejando a Alfonso XIII frente a un grave problema de gobierno. El encargado de sustituir a Primo de Rivera fue el general Berenguer, quien prometía el retorno a la normalidad constitucional. Sin embargo, se convirtió en un proceso lento, la llamada Dictablanda. La oposición comenzó a organizarse y los republicanos, el PSOE y otros grupos como los catalanistas de izquierda acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) por el que se comprometían a proporcionar una alternativa republicana a la Monarquía. En efecto, el Rey se estaba quedando sin apoyos: toda la izquierda, el republicanismo, los intelectuales, también los nacionalistas e incluso un sector del ejército. A finales de año se produjo un intento de pronunciamiento militar dirigido por Queipo de Llano, que fracasó. El rey mandó formar un gobierno de concentración al almirante Aznar, que intentó reconducir la situación con una doble propuesta dentro del sistema político: la celebración, primero, de elecciones municipales y la convocatoria, posterior, de elecciones a Cortes Constituyentes. El resultado arrojó una mayoría de concejales de grupos no opuestos al Rey en los medios rurales, pero la victoria abrumadora de la conjunción republicano-socialista en las ciudades hizo que se proclamara de facto la República. Dos días después, Alfonso XIII decidió abandonar España sin renunciar a la Corona. Con ello, reconocía su fracaso y dejaba atrás una República que estableció un Gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora.

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