Recepción del Psicoanálisis en Argentina

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Plotkin

“Amalgamación” (sí)

Para Beltrán, la conducta violenta del criminal era el resultado de una combinación de degeneración e impulsos sexuales patológicos. Por lo tanto utilizó dos cuerpos teóricos aparentemente incompatibles: la teoría de la degeneración y el psicoanálisis de Freud. La teoría de la degeneración siguió siendo durante décadas una corriente de pensamiento importante en la psiquiatría argentina. Se basaba en la idea de que ciertas enfermedades físicas y mentales se transmitían de generación en generación cada vez en proporciones más fuertes y destructivas.

La extraña combinación teórica llevada a cabo por Beltrán formaba parte en realidad de un patrón más amplio de recepción del psicoanálisis por parte de los círculos médicos en la Argentina, durante las primeras décadas del siglo XX. Patrón que podría ser definido como “amalgamación”. El PSA y otras corrientes de pensamiento fueron añadidas al arsenal terapéutico y teórico existente y esto dio origen a una mezcla que contenía elementos muchas veces incompatibles entre sí. Por otro lado ese patrón de recepción no fue lineal sino que la aceptación de nuevas ideas estuvo vinculada a desarrollos culturales y políticos más amplios.

Recepción del Psicoanálisis en Argentina

Se pueden distinguir 3 momentos de recepción:

  • Primer momento: El psicoanálisis como idea extranjera.

Desde fines de la década de 1910 hasta el comienzo de 1920, el PSA fue discutido inicialmente en círculos médicos y era considerado como una doctrina extranjera debido a que su conocimiento venía en su totalidad de fuentes francesas y en general era concebido como una teoría puramente médica.

Los psiquiatras argentinos fueron poco receptivos para con el PSA. La consideraban como una disciplina más apropiada para artistas que para científicos. Sin embargo, la primera mención del psicoanálisis se llevó a cabo en un círculo médico. En efecto, en 1910, en un congreso, el médico chileno Germán Greve elogiaba la teoría freudiana de la etiología sexual de la neurosis y recomendaba la aplicación de una versión poco ortodoxa del método psicoanalítico y trató de amoldarla con una escuela francesa ya establecida, la de Janet.

De este modo, Greve inició una tradición que daría forma a lo que sería la temprana recepción del psicoanálisis en el país. Esta primera recepción fue, sin embargo, generalmente negativa. El psicoanálisis se discutía fundamentalmente para ser criticado. Esto se debió a la influencia de las escuelas francesas, sobre todo, e italiana que a su vez tampoco eran muy receptivas al psicoanálisis.

En general, la teoría de la degeneración introducida en Francia fue durante décadas la corriente dominante del pensamiento psiquiátrico en Argentina. E influenciados por la mirada francesa, los argentinos consideraban al PSA como una teoría pansexualista. Se la criticaba también por deslizarse hacia un terreno poco científico.

  • Segundo momento: La extensión y la internalización del psicoanálisis.

Desde mediados de 1920 hacia finales de los 30, los psiquiatras más progresistas comenzaron a incorporar al PSA a su arsenal terapéutico, o bien, a criticarlo fuertemente. Al mismo tiempo, versiones popularizadas del pensamiento freudiano comenzaron a circular en el público en general. El psicoanálisis era reconocido como una corriente importante de pensamiento aun por aquellos que se oponían a él.

Esto se debía en gran parte a que el positivismo perdía su influencia en tanto visión del mundo y la teoría de la degeneración hereditaria dejaba lenta y gradualmente de gozar del favor de los médicos psiquiatras. En 1929, un grupo de psiquiatras fundó la Liga Argentina de Higiene Mental, que promovió la noción de que la enfermedad mental podía ser prevenida y curada como también que la psicoterapia era una técnica efectiva. La liga en sí promovía la renovación de la psiquiatría. Fueron los médicos progresistas los que empezaron a cuestionar los fundamentos básicos de la psiquiatría hasta ese entonces; tenían así una visión más amplia de la enfermedad psicológica y del tratamiento médico. Recomendaban un abordaje más humano a los pacientes.

Es así como algunos médicos comenzaron a ver que el psicoanálisis era una de las terapias alternativas disponibles que tenía la mayor fundamentación teórica sólida. Veían en ella una herramienta que podía ser agregada a técnicas y teorías más tradicionales de la psiquiatría y a veces, combinada a ellas.

Por otro lado, el psicoanálisis comenzaba a popularizarse en círculos no médicos. Comenzó a ser considerado como una de las corrientes espirituales más importantes del momento, para bien o para mal.

Una vez que el PSA comenzó a insertarse en la cultura Argentina se convirtió también en un tema sujeto a la apropiación ideológica. En esos años en Argentina se vivía un contexto ideológico que no estaba polarizado del todo, como por ejemplo sucedía en España por lo que el PSA podía ser aceptado aunque haciendo lecturas diferentes de él, por sectores tanto progresistas como conservadores. Existía aun un espacio para una discusión abierta de conceptos científicos sin necesidad de luchas ideológicas. Es así como había lugar para lecturas parciales e ideológicas del psicoanálisis

Los sectores extremistas de izquierda y de derecha en la sociedad veían de modo distinto al PSA. Los de izquierda buscaban o visualizaban al psicoanálisis como una herramienta que podía ser útil para la renovación de la psiquiatría y que podía servir como una crítica social. Los de derecha, a su vez, eran más receptivos a gente que profesaba otras ideas y demostraban que había aun un lugar para un discurso civil y científico.

Pero en general, es psicoanálisis comenzaba a gozar de una creciente aceptación en distintos ámbitos. La inclinación psicopatológica y el declive del positivismo abrieron las puertas para el psicoanálisis en el currículo de la cátedra de psicología de José Ingenieros. Pero en Mouchet, en 1924, seguidor de Ingenieros será cuando el psicoanálisis tendrá una presentación más acaba y extensa en los programas de estudio.

A su vez mientras Mouchet presentaba el psicoanálisis a sus estudiantes, Víctor Mercante destacaba sus usos en la pedagogía, que si bien no tuvo grandes impactos hasta la década del 60, proponía una nueva forma de leer a Freud desde una perspectiva biologicista.

También, algunos criminalistas estaban estableciendo contactos con el psicoanálisis. Beltrán era el más visible pero no el único.

  • Tercer momento:

Entre 1930 y 1940, el psicoanálisis y la psiquiatría llegaron a establecerse como especialidades autónomas en una sociedad altamente polarizada.

El año 1942 marcó el comienzo de una nueva era en el desarrollo del psicoanálisis en Argentina. En ese año un grupo de médicos con ideas renovadoras liderados por el emigrado Ángel Garma, fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). La incorporación oficial de la APA a la IPA se dio finalmente en 1949, durante el congreso de posguerra en Zurich. La APA se convirtió en la primera asociación psicoanalítica latinoamericana admitida formalmente en el seno de la organización internacional.

Los fundadores de la APA, sin embargo y con excepción a uno, estaban solo marginalmente conectados con el establishment psiquiátrico. El acta de fundación llevó la firma de seis miembros: Ángel Garma, Celes Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichón Rivière, María Langer y Guillermo Ferrari Hardoy.

De todos ellos, Celes Cárcamo mantuvo una participación limitada en la APA. Nunca se apartó de la misma pero evitó destacarse en las actividades de la institución. Ferrari Hardoy al poco tiempo se fue a vivir a EE. UU. Cuando volvió en la década del sesenta fue ignorado por sus colegas. El resto tuvo una participación activa y destacada en las diferentes vicisitudes que atravesó la institución.

Las características de la Asociación como una 'gran familia' determinaba las particularidades de un grupo, donde el psicoanálisis no sólo era una teoría científica y el desarrollo de una práctica profesional, sino también una forma de vida, cuyas pautas estaban implícitamente establecidas. Esto llevó a una cohesión donde, a la manera de una iglesia, el psicoanálisis debía ser un proyecto de transformación del individuo y de la sociedad. Es evidente que esta situación fue producto del rechazo y la desvalorización que el psicoanálisis tenía en los ambientes médicos de la época.

En 1943 el General Ramírez realizó un golpe de estado en el que empezaron a predominar tendencias nacionalistas que intentaban controlar las instituciones profesionales y educativas. Luego, durante la presidencia de Juan Domingo Perón (1946-1955), si bien se persiguieron a científicos y profesionales, - en especial del ámbito universitario -, esto no ocurrió con los psicoanalistas. Pero la obligación de tener presencia policial en las reuniones y colocar las fotos de Perón y Evita generaron un clima propicio a ampararse en el propio grupo. Incluso aquellos que habían llegado para refugiarse del fascismo en Europa pensaron seriamente en emigrar a otros países. Con el gobierno de Perón, el psicoanálisis fue percibido como parte del sistema de 'resistencia cultural' al peronismo y si bien psicoanalistas no eran perseguidos, se sentían amenazados.

Por otro lado la psiquiatría oficial, desde su concepción positivista, entendía que el psicoanálisis era una charlatanería. También los psiquiatras progresistas, que en ese momento estaban ligados al Partido Comunista, criticaban desde la reflexología pavloviana al psicoanálisis tildándolo de idealista, ya que este no cumplía con los preceptos del materialismo histórico.

Los de la APA buscaron la afiliación con la IPA, la cual resultaba muy costosa y rigurosa. Los requisitos impuestos por la IPA para un entrenamiento psicoanalítico típico incluían, en los años 40 y 50, alrededor de 300 horas de análisis didáctico, asistencia y aprobación de seminarios durante 3 o 4 años, el tratamiento de 2 o 3 casos completos bajo la supervisión de un analista didacta y la presentación de una monografía importante. Esto recién se concretó en 1949.

La APA no fue creada en el vacío. La demanda de psicoanálisis en tanto terapia y en tanto artefacto cultural se había venido gestando desde la década anterior y se vio potenciada con la creación de la institución psicoanalítica. La APA luego inauguró una política simultánea de inclusión y exclusión. Su círculo interno formado por los miembros asociados y titulares, con los candidatos en los márgenes, fue muy selectivo y con el tiempo se establecieron requerimientos para la aceptación de los candidatos.

Si bien los miembros de la primera generación de la APA no contaban con título médico, los psicoanalistas quedaban vistos como un grupo informal. Les resultó necesario legitimar la profesión una vez fundada la asociación.

En 1942, fue propuesta la exigencia de un título médico para ingresar a la APA pero no fue adoptada. En 1948, esto cambió y el requerimiento de un título universitario fue finalmente adoptado: un título médico para aquellos que querían ejercer el psicoanálisis y algún otro título para aquellos que querían llevar el psicoanálisis a otras profesiones. Los postulantes a su vez debían realizar al menos 300 sesiones, haber completado como mínimo 250 horas, un examen oral, la redacción de una tesis y la capacidad de leer y traducir el idioma inglés.

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