Racionalismo, Empirismo y la Filosofía de Kant: Un Recorrido por la Historia del Pensamiento

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Racionalismo-Empirismo


Racionalismo y empirismo, con Descartes y Hume como sus autores más representativos, son las dos corrientes
filosóficas más relevantes de la modernidad. El inicio de la Filosofía Moderna está marcado por la revisión del
presupuesto realista de las construcciones de la mente coinciden con la estructural de la realidad sino que consideran
que dicha realidad extramental es inaccesible y depende de las ideas previas y operaciones que la mente desarrolla. Así
conocer no constituye una aproximación gradual y verdadera de la realidad sino que conocer es representación.
Ambas corrientes filosóficas tienen en común la preocupación por el origen y los límites del conocimiento humano
pero supondrán dos modos de justificar el conocimiento totalmente contrapuestos.
El racionalismo se caracteriza por la primacía que dieron a la razón en la fundamentación del conocimiento, a
las matemáticas como modelo de racionalidad y la defensa de la ideas innatas y la intuición intelectual. Esto supone
que todos conocimientos de la realidad provienen de la razón, y no de la experiencia, que puede ser construido
deductivamente a partir de unos primeros principios que se encuentran ya en el entendimiento (ideas innatas). La
razón no tienen límites, puede alcanzar todo lo real. En el empirismo, en cambio, el objeto de conocimiento son las
ideas, no el mundo exterior, y su origen está en los sentidos, y no en la razón. El criterio de validez y el límite del
conocimiento se encuentra en la experiencia (tanto interna como externa), rechazando, por tanto, las ideas innatas. El
empirismo concibe la mente como un papel en blanco sobre el que escribe la experiencia, sin la existencia de
principios o ideas innatas. Locke, empirista, argumenta en contra del innatismo lo superfluo que sería enseñar, pues
todos los hombres poseerían ese conocimiento, cosa que no ocurre pues hasta los principios lógicos necesitan
aprenderse para que estén en nuestra mente
Hume, para establecer los criterios de validez del conocimiento objetivo, utiliza explicaciones psicologistas,
pues cree que la comprensión de los mecanismos, procesos o hechos psicológicos, el análisis de la naturaleza humana
en términos de su filosofía, podremos fundamentar el conocimiento y comprender la experiencia ética. Así, en lo que
podemos llamar su psicologismo gnoseológico, acaba reduciendo la objetividad del conocimiento a meros hábitos e
instintos de la mente (su crítica a la relación de causalidad es una consecuencia de este psicologismo). Este enfoque
conduce inevitablemente al subjetivismo, al escepticismo, el relativismo y a la desvalorización de la razón frente a otras
circunstancias de la subjetividad como los sentimientos y los hábitos.
En cambio, la sabiduría humana para Descartes es un conjunto organizado, un árbol de conocimiento cuyas
raíces son la metafísica y las ramas las demás ciencias. La razón es la misma para todas las ciencias y su causa, y el
conocimiento es el cierto y evidente (en caso contrario no es conocimiento). Las dos acciones del entendimiento,
legítimas, que nos llevan al conocimiento en sentido estricto son la intuición y la deducción. A través de la intuición
llegamos al descubrimiento de las primeras verdades; la deducción para fundamentar el resto del conocimiento. Hume,
en cambio, al rechazar que podamos conocer algo que no esté fundamentado en la experiencia, rechaza como
ilegítima a la metafísica pues no hay impresiones a las que se pueda referir (criterio empirista del conocimiento), ni sirve
para justificarla la causalidad entendida como vínculo necesario entre dos sucesos u objetos. El empirismo niega la
intuición intelectual y acepta la deducción sólo para la lógica y la matemáticas. La inducción es utilizada para el
conocimiento del mundo
En Descartes el modelo de racionalidad será el ejercicio de la razón que encontramos en las matemáticas.
Constituye el ideal de conocimiento porque es cierto e indudable, provoca un claro acuerdo entre las personas y da
lugar a un saber acumulativo. Su estilo argumentativo, la deducción, permite descender de verdades sencillas a otras
proposiciones más complejas y oscuras, los teoremas. La matemática es aplicable a todo lo que pueda ser ordenado y
medido con independencia de lo que sea medido. La física moderna ha de referirse a las características cuantificables
de la realidad, pues la naturaleza de ésta es su extensión (sus rasgos geométricos y cuantitativos) por lo que los
principios de la física deben descansar en las matemáticas.
Es importante señalar que Descartes considera a la matemática como dudable (hipótesis del genio maligno y
la existencia de equivocaciones al razonar). Así su fundamentación última ha de encontrarse en la filosofía (cogito,
ergo sum intuición que constituye primera verdad), en el reconocimiento de la existencia de dios (justificación de la
posibilidad del conocimiento, frente a los pasos anteriores de la duda metódica) . Así un ateo propiamente no sabe
matemáticas, pues es necesario para afirmar la veracidad de la ciencia reconocer que todas las cosas dependen de él,
así podemos confiar en lo esencial en nuestra memoria. A esto se añade que las verdades matemáticas dependen de la
voluntad de dios, pues que los ángulos de un triángulo sumen 180º es por su decisión y no porque no pudiera ser de
otro modo.
En Hume las matemáticas constituyen, junto con la lógica, el conocimiento estricto, pues son relaciones entre
ideas que se alcanzan con el ejercicio de la razón, independientes de la experiencia. Su verdad no necesita de la
afirmación de la existencia de dios para justificar la continuidad y validez de la memoria, sino que se basa en el
principio de no contradicción. Son requisitos puramente formales y no cuestiones de hecho, establecen por tanto
relaciones necesarias que se descubren por simples operaciones del pensamiento y no necesitan de referencia objetiva
en el Universo. En terminología kantiana podríamos decir que se trata de proposiciones analíticas a priori.
En el racionalismo el concepto de sustancia es fundamental. Descartes toma conciencia de la existencia del
propio pensamiento como sustancia irreductible, para después demostrar la existencia de la sustancia infinita o Dios
como puente entre el pensamiento y la sustancia extensa y garantía del conocimiento objeto de la ciencia natural.
El conocimiento de la naturaleza, sin embargo, sólo constituye conocimiento probable en Hume, pues es
contingente y no necesario. Es conocimiento empírico, conocimiento de cuestiones de hecho, y siempre son posibles
hechos contrarios a nuestra experiencia pasada, aunque sean extraños o raros. Los hechos son percibidos en sucesión,
pero no es percibido el vínculo que los une, por lo que hemos de concluir que dicho vínculo es contingente. No se
trata por tanto de relaciones entre ideas sino que se refiere al modo empírico de darse las cosas. Este conocimiento de
lo real tendrá menos valor para los empiristas que para las filosofías anteriores, pues en estas se creía posible el
conocimiento estricto, universal y necesario, mientras que ahora se va a considerar solo conocimiento probabilístico,
particular y contingente.
RACIONALISMO
MOVIMIENTO FILOSÓFICO DESARROLLADO PARTICULARMENTE EN LA EUROPA CONTINENTAL DURANTE LOS SIGLOS XVII Y XVIII Y
CARACTERIZADO POR LA PRIMACÍA QUE DIERON A LA RAZÓN EN LA FUNDAMENTACIÓN DEL CONOCIMIENTO, LA FASCINACIÓN POR LA
MATEMÁTICA Y LA DEFENSA DE LA EXISTENCIA DE IDEAS INNATAS Y DE LA INTUICIÓN INTELECTUAL.
El término racionalismo tiene un significado muy amplio: en general, llamamos racionalista a toda posición
filosófica que prima el uso de la razón frente a otras instancias como la fe, la autoridad, la vida, lo irracional, la
experiencia empírica,... Es racionalista todo aquél que cree que el fundamento, el principio supremo, es la razón. Junto
con ello, cabe ser racionalista en relación con un género de cuestiones y no serlo en relación con otro: por ejemplo se
puede reivindicar la necesidad del ejercicio de la razón en política y rechazarlo en religión.
Pero el término racionalismo se usa comúnmente en la historia de la filosofía para designar una cierta forma de
fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa en la
experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a Parménides, Platón y
Descartes racionalistas; y podemos decir que Aristóteles, Santo Tomás y, por supuesto, Hume, tienden al empirismo,
dado el valor que dieron a la experiencia sensible o percepción.
Sin embargo, a pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el término
Racionalismo se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con
Descartes, desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al empirismo que en
esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas.
Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes:
1. La tesis de que todos nuestros conocimientos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del
entendimiento mismo.
2. El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios.
3. Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya
en el entendimiento: el innatismo de las ideas.
4. Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el
ejercicio del pensamiento.
5. La consideración de la matemática como ciencia ideal.
6. Reivindicación del argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios.
7. La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo real.
EMPIRISMO
EL EMPIRISMO ES LA TEORÍA FILOSÓFICA SEGÚN LA CUAL EL ORIGEN Y LÍMITES DEL CONOCIMIENTO ES LA EXPERIENCIA Y, EN ÚLTIMO
TÉRMINO, LA PERCEPCIÓN.
El término empirismo viene de la voz griega "empeiría" que se puede traducir como "experiencia". Cuando
hablamos de "experiencia" en este contexto nos referimos más exactamente a la experiencia sensible o conjunto de
percepciones. En un sentido amplio llamamos empirista a toda teoría filosófica que considera los sentidos como las
facultades cognoscitivas adecuadas para la adquisición del conocimiento. A lo largo de la historia de la filosofía se han
dado muchas formas de empirismo, unas radicales y otras moderadas; por ejemplo en la filosofía griega se puede citar
la filosofía aristotélica y la filosofía atomista como filosofías más empiristas que la de Platón o la de Parménides. En el
pensamiento medieval también encontramos autores muy inclinados al empirismo, como Guillermo de Occam, en la
filosofía moderna el empirismo clásico, y en el siglo XX el neopositivismo.
En sentido estricto, utilizamos el término empirismo para referirnos al empirismo clásico o empirismo inglés,
movimiento filosófico que habitualmente se contrapone al racionalismo clásico y que se caracteriza por las siguientes
notas:
1. Los autores más importantes nacieron en las Islas Británicas, entre los siglos XVII y XVIII (Edad Moderna) y sus
representantes más destacados son John Locke (1632-1704), George Berkeley (1685-1753) y David Hume (1711-
1776), a quien se considera su máximo y más radical representante.
2. El objeto del conocimiento son las ideas, no el mundo exterior.
3. El origen del conocimiento está en los sentidos.
4. Rechaza las ideas innatas.
5. La experiencia (tanto la interna como la externa) es el criterio de validez y el límite del conocimiento; la experiencia
interna es la percepción interna, la percepción de la propia vida anímica; la experiencia externa es la percepción
externa o percepción de los objetos físicos.
6. Niega la intuición intelectual, aceptando sólo la intuición empírica, la intuición sensible.
7. Acepta la deducción sólo para la lógica y las matemáticas, y cree que para el conocimiento del mundo sólo es
adecuada la inducción.
8. Toma como modelo de ciencia la Ciencia Natural.
9. Da particularmente Hume explicaciones psicologistas: reduce los distintos ámbitos de objetividad (el científico, el
moral y el estético) a mecanismos, procesos y actividades psicológicos.
10. Apoya los ideales éticos y políticos de la Ilustración.
GIRO COPERNICANO
Revolución filosófica propuesta por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori. Da lugar
al Idealismo Trascendental.
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con
la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los
objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del Universo y el Sol y los demás objetos celestes
giran a su alrededor, comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la
relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor. Kant considerará que en
filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el
conocimiento sintético a priori.
La filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el Sujeto cognoscente es pasivo, que el
objeto conocido influye en el Sujeto y provoca en él una representación fidedigna. El objeto está dado en la
experiencia. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento
a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas,
es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente. Pero la experiencia no puede ofrecernos algo universal y
necesario, y nosotros sabemos que los juicios sintéticos a priori son juicios universales y necesarios. Por tanto, si el
conocimiento se rige por la naturaleza del objeto, no podremos conocer nada a priori sobre dicho objeto.
Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el Sujeto cognoscente es
activo, que en el acto de conocimiento el Sujeto cognoscente modifica la realidad conocida. Según Kant, podemos
entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son
más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las
condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales a priori impuestas por la
estructura de nuestras facultades cognoscitivas. Estas formas a priori son: 1) Las intuiciones puras de la sensibilidad; 2)
las categorías del entendimiento. Kant denomina a este cambio de perspectiva revolución copernicana: si partir de
Copérnico es la Tierra la que gira alrededor del Sol, a partir de ahora es el objeto el que gira en torno a la forma de
conocer del sujeto.
Nuestra mente es activa, no produce la realidad pero la ordena. Nuestras facultades ponen las formas al
material que nos es dado en la experiencia. Nosotros conocemos a nivel de sensibilidad gracias a las formas a priori
del espacio y del tiempo y conocemos a nivel intelectivo gracias a los conceptos a priori o categorías. Estas ideas las
resume Kant con la siguiente frase: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en
ellas.
En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que sólo podemos comprender el conocimiento
a priori si admitimos que sólo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el
Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.
ILUSIÓN TRASCENDENTAL
Al examinar la posibilidad de la metafísica, Kant tiene a la vista la metafísica dogmática racionalista,
especialmente la de Wolff. Todo el desarrollo de la Crítica de la razón pura conduce a esta conclusión: tal metafísica ni
es ciencia, ni puede llegar a serlo ya que la facultad del conocimiento es que la razón no conoce sino que piensa.
Conocer, según Kant, es lo que hace el entendimiento en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares
conceptos generales, algunos de ellos a priori (categorías). Hay, por tanto, en el conocimiento, dos elementos
necesarios: concepto y experiencia (fenómeno). Pues bien, pensar consiste sólo en organizar los conceptos según sus
relaciones lógicas, encajando unos dentro de otros según sean más o menos universales. El resultado de la actividad
de la razón son los conceptos universalísimos que Kant llama Ideas de la razón:
„h Alma. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia interna
„h Mundo. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia externa
„h Dios. La síntesis de ambas.
Ahora bien, aunque mediante las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos, ellas mismas no nos
dan a conocer nada pues para ello necesitaríamos tener alguna intuición (experiencia) de las Ideas de la razón, cosa
que no es posible. Por lo tanto, la metafísica como ciencia es imposible porque el límite de nuestro conocimiento es la
experiencia sensible.
En efecto, es imposible un conocimiento de las cosas en sí mismas (los noúmenos), y, en particular, de aquello
que constituye el objeto de la metafísica: el alma, el mundo (como totalidad) y Dios. En defecto, "conocer" requiere
siempre alguna intuición, pero no poseemos ninguna intuición de tales realidades. En esta cuestión Kant se muestra de
acuerdo con los empiristas: la experiencia sensible es el límite de todo conocimiento posible.
Claro está que los metafísicos no pretenden que poseamos una intuición del alma o de Dios. Pero pretenden
llegar a su conocimiento por demostración. Ahí está su error, piensa Kant. Cuando la metafísica procede a hacer
demostraciones en general, mediante el uso del principio de causalidad comete una grave falacia: hace un uso
ilegítimo de las categorías, al aplicar a las cosas en sí mismas lo que sólo puede ser referido a los fenómenos.
Así pues, la metafísica es imposible como "ciencia". Sin embargo, es inevitable como "tendencia natural", por
más que la crítica prevenga contra ella. La razón de esta inevitabilidad que conduce al ser humano a vivir en una
permanente "ilusión" radica en el hecho de que las categorías del entendimiento no dependen, de por sí, de la
sensibilidad ya que son formas a priori, lo cual las hace aparecer como también aplicables más allá de la cosas en sí
mismas. Se da el hecho de que el hombre es un animal metafísico, de que el hombre posee una tendencia natural a
preguntarse ¿Quién soy?, ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Existe Dios? a pesar de ser consciente de que nunca podrá
obtener una respuesta. A esta tendencia al error le llamamos ilusión -engaño- trascendental. Kant la compara con la
imposibilidad que tenemos de ver la Luna siempre del mismo tamaño: nos guste o no, la vemos mayor cuando está
más cerca del horizonte.
Si la metafísica no es posible (como ciencia), cabe entonces preguntarse qué función tiene entonces las ideas
de la razón pura. Desde luego, no nos sirven para conocer nada, ya que lo que con ellas se pretendería conocer ni
puede ser confirmado por la experiencia ni tampoco refutado por ellas. Sin embargo, las ideas poseen un uso
regulativo de la investigación de la naturaleza (mundo fenoménico). Y ello en un doble sentido:
„h negativamente, señalan los límites que no se pueden traspasar (no hay que aplicar las categorías a los noúmenos);
„h positivamente, impulsan a ampliar el campo de la investigación hacia nuevas experiencias y hacia una mayor
conexión de las mismas. En este sentido, las ideas estimulan que la investigación no se detenga nunca.
Aunque imposibles de tratar mediante la razón pura Kant cree que podemos realizar un nuevo acercamiento a
los grandes temas metafísicos a través de la razón práctica. Los postulados de la razón práctica son presupuestos o
condiciones necesarias de la existencia de la moralidad, es decir, proposiciones que es necesario suponer si no
queremos admitir que la moral y el deber no son más que un absurdo. Así:
1. La libertad. ¿Qué sentido tienen el deber, la culpa, la responsabilidad, los juicios si no somos libres?
2. La inmortalidad del alma. La Naturaleza ha puesto en el hombre la tendencia al deber y ya sabemos que la
Naturaleza no hace nada en vano. Si ha puesto dicha tendencia en el hombre la ha puesto para que sea cumplida
pero en esta vida el hombre es un ser limitado, condicionado por las urgencias del cuerpo, por el deseo, por el
egoísmo… Por ello, como garantía de la posibilidad de un progreso indefinido en la virtud es necesario que el
hombre sea inmortal.
3. La existencia de Dios. La virtud consiste en la intención y la lucha por someterse al deber por el deber. La
felicidad bien supremo de ser humano, recuérdese a Aristóteles- queda excluida como motivo determinante de
la acción moral; pero no como premio de la virtud. Para los epicúreos y los estoicos, virtud y felicidad
coincidían. Pero tal coincidencia no es evidente. A menudo observamos que el cumplimiento del deber lleva
aparejado normalmente lo contrario a la felicidad. Para que el deber y la moral tengan sentido es necesario que
Dios exista y haga coincidir virtud y felicidad en el futuro
Dios, inmortalidad y libertad no son fenómenos, sino noúmenos. Son indemostrables e incognoscibles. Los
postulados de la razón práctica únicamente nos permiten creer en ellos, pero creer con una fe racional, es decir,
creer con algún fundamento racional. En definitiva, el resultado de las dos primeras críticas es suprimir el saber
[metafísico] para dejar sitio a la fe.
Imperativo
Mandato con carácter universal y necesario: prescribe una acción como buena de forma incondicionada,
manda algo por la propia bondad de la acción, independientemente de lo que con ella se pueda conseguir. Declara
la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco. Para Kant sólo este tipo de
imperativo es propiamente un imperativo de la moralidad.
Imperativos Hipotéticos: Son los imperativos que prescriben una acción como buena porque dicha acción es
necesaria para conseguir algún propósito. Se dividen en imperativos hipotéticos de la habilidad e imperativos
hipotéticos de la prudencia.
Son imperativos hipotéticos problemáticos (reglas de la habilidad) cuando el fin o propósito para el que es
buena la acción es sólo posible, es decir, no es un fin al que los hombres tiendan por naturaleza, sino que se puede
querer o no querer; el mandato debes entrenar esta tarde pertenece a este tipo pues describe el modo de
comportarse adecuado para un fin nada universal: jugar bien en el partido de fútbol de mañana. Son imperativos
hipotéticos asertóricos (reglas de la prudencia, consejos de sagacidad) cuando el fin en cuestión es real, esto es, un fin
al que se puede suponer tienden todos los hombres por naturaleza; este fin es, según Kant, la felicidad; el mandato
debes moderar tus pasiones y deseos pertenece a este grupo pues describe el modo de comportarse para la
realización de un fin universal o común a todos los hombres: la felicidad.
Los imperativos hipotéticos tienen la forma general "debes hacer X si quieres conseguir Y". Kant creyó que las
éticas materiales sólo pueden fundamentar mandatos problemáticos o mandatos asertóricos, pero nunca mandatos
morales en sentido estricto o imperativos categóricos. Los imperativos hipotéticos (al igual que los juicios sintéticos a
posteriori) son particulares y contingentes: los de la habilidad no mandan de forma universal ya que no todo el mundo
tiene los mismos fines; los de la prudencia tienen un carácter más universal puesto que se refieren a la felicidad, algo a
lo que todos aspiran, pero en sentido estricto tampoco son universales y necesarios: lo que sea la felicidad depende de
las circunstancias empíricas de cada persona; pero incluso aunque fuese la misma para todos (por ejemplo una vida de
conocimiento como parece suponer Aristóteles) el modo de realizar la felicidad depende de circunstancias empíricas
(el modo de realizar la vida contemplativa depende de las circunstancias sociales, económicas y políticas de cada
época).
Los imperativos categóricos tienen la forma general "debes hacer X", o, en su versión prohibitiva, "no debes
hacer X"; "debes ser veraz", "no debes robar", son ejemplos de imperativos categóricos. De todas formas es preciso tener
cuidado porque la mera expresión lingüística no es suficiente para determinar si el imperativo que ha guiado nuestra
conducta es hipotético o categórico: para averiguar si es uno u otro el caso es preciso referirse a lo que ha movido
nuestra voluntad: si no hemos robado, nuestra conducta es conforme al deber (conforme al imperativo no debes
robar), pero si no hemos robado por miedo a la policía, el imperativo que hemos seguido es hipotético (no debes
robar si no quieres tener problemas con la policía); sin embargo, si no hemos robado porque la acción de robar es
mala en sí misma, independientemente de si nos pueda detener o no la policía, entonces nuestro imperativo es
categórico. Kant consideró que nunca se puede estar absolutamente seguro de que nuestra conducta no haya estado
motivada por un interés o por algún temor, y por ello concluyó que cuando nos parece seguir un imperativo
categórico siempre es posible que el imperativo por el que nos regimos sea hipotético.
Kant da también unas fórmulas generales del imperativo categórico, fórmulas que resumen todos los
mandatos morales:
„h Fórmula de la ley universal: "Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne
ley universal"
„h Fórmula de la ley de la naturaleza: "Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley
universal de la naturaleza"
„h Fórmula del fin en sí mismo: "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio"
„h Fórmula de la autonomía: "Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en
un reino universal de fines"
Contrato Social
En las diversas teorías contractualistas, esta expresión alude al pacto, acuerdo o contrato mediante el que,
hipotéticamente, las personas decidimos crear el estado civil (social, legal, pacífico), para salir del estado natural
semisalvaje en que se supone que vivíamos antes de este hecho. En el cado de Kant, el contrato social fue,
probablemente la primera obligación (moral) que nos trazamos las personas hace mucho tiempo: salir del estado de
naturaleza y buscar la paz, la justicia y la libertad (moral y legal), que sólo son posibles en el estado civil. Otras teorías
contractualistas son las de Hobbes y Rousseau.
Si una persona o grupo de personas somete y se impone a otras por la fuerza, no se considerará que ha
mediado un pacto o contrato social, sino que se ha impuesto la fuerza bruta. De este poder impuesto sobre los demás
por la fuerza no puede sufrir ningún tipo de derecho.
La Constitución republicana deriva de la idea de contrato social originario. Este contrato permite a los
individuos salir del estado de naturaleza para entrar en el estado civil no es un hecho histórico sino una idea que nos
dice cómo debe ser administrado el Estado: obliga al legislador a dictar sus leyes de acuerdo con las exigencias de la
voluntad unida al pueblo. En el caso de Kant, no es una democracia directa como en Rousseau sino una soberanía
popular representada en un gobernante que debe dictar leyes como si emanasen del pueblo.
Libertad Jurídica
En Kant la política está subordinada a la moral, por ello, para situarse en la libertad jurídica es necesario partir
de la libertad moral. La libertad moral no es para Kant un derecho adquirido, es algo natural que se descubre en el
propio obrar humano.
Considera Kant un hecho la existencia de una ley moral dentro de cada uno de nosotros; partiendo de este
hecho, llegamos a descubrir la libertad moral de elección.
Hay una ley moral dentro de nosotros que nos dice lo que tenemos que hacer, marca una obligación; esa ley
moral no tendría sentido sin la libertad. Debes luego puedes. Kant admite la libertad como un postulado de la razón
práctica.
La libertad jurídica es, junto con la igualdad y la independencia, una de las características esenciales del
ciudadano de un Estado. Responde a la libertad legal de no obedecer jamás a ninguna ley a la que no hayamos dado
previamente nuestro consentimiento. El ciudadano debe ser colegislador. El concepto de libertad jurídica no expresa
desobediencia civil, puesto que Kant no la defendía en su época, a pesar de lo que podría parecer por la misma
definición de la palabra.

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