Pervivencia de la urbanización marginal y complejidad de los espacios periurbanos
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Pervivencia de la urbanización marginal
El chabolismo, surgido en la posguerra como solución al problema de la vivienda de las clases más desfavorecidas, alcanza su máxima dimensión en los años 50 con el éxodo rural masivo de personas de escasos recursos que acuden en masa a las principales ciudades. Suelen ser viviendas autoconstruidas, con graves deficiencias en cuanto a materiales, a menudo aprovechados de obras de derribo o recogidos en la calle (cartones, chapas, tejas, latas, maderas, etc.). Levantadas de manera espontánea y sin ningún título de propiedad sobre suelos públicos o privados, carecen de organización urbanística y de los más elementales servicios (agua, luz, saneamiento).
En los años sesenta y setenta, al quedar englobados sus espacios dentro de la ciudad expandida y revalorizarse su suelo, junto a los problemas planteados por estos barrios, determinan la intervención de los poderes públicos para su erradicación mediante el realojamiento de los chabolistas en polígonos de vivienda social (poblados dirigidos, poblados de absorción, unidades vecinales de absorción -UVA-).
Actualmente pervive el fenómeno, aunque muy atenuado, por el desarrollo económico español y por el mayor control municipal. Ahora bien, el que subsiste presenta un aspecto todavía más degradado y deficiente que en el pasado, asemejándose a las bidonville de los países subdesarrollados, y la población afectada tiene un carácter más abiertamente marginal (gitanos e inmigrantes extranjeros).
La complejidad de los espacios periurbanos
Los fenómenos de suburbanización alcanzan gran desarrollo a partir de los años ochenta, impulsados por la descentralización de las actividades productivas, los problemas de habitabilidad de las áreas centrales y los comportamientos rurales cada vez más extendidos entre la población. Como resultado, las áreas próximas a las ciudades han experimentado en las últimas décadas una intensa transformación vinculada a esta creciente tendencia a la dispersión de las funciones urbanas en el medio rural.
La ampliación de las áreas edificadas de las ciudades a lo largo de las principales vías de comunicación hace que en muchas ocasiones sea difícil determinar los límites de la ciudad, originándose los llamados espacios periurbanos. Se puede considerar espacio periurbano al que, aun no siendo urbano, está fuertemente marcado organizativa y funcionalmente por las necesidades y la demanda urbana.
El rasgo fundamental de este espacio -de límites imprecisos- es la mezcla de los usos del suelo y de las formas de vida del campo y de la ciudad: junto a los usos agrarios aparecen zonas residenciales, espacios industriales, superficies comerciales, áreas de equipamientos urbanos, incluso los denominados "barbechos especulativos".
El elemento más destacado de este proceso es la proliferación de las ciudades-dormitorio, surgidas a partir de los núcleos rurales próximos a las ciudades, donde los polígonos de viviendas constituyen el elemento dominante, envolviendo un casco tradicional generalmente pequeño.
En los ochenta y noventa se extiende por estas áreas el modelo de vivienda unifamiliar adosada o exenta, a lo que se añade la conversión de la residencia secundaria en vivienda principal o habitual, así como la recuperación de las casas de los pueblos relativamente cercanos por parte de una población urbana que se desplaza a diario a trabajar a la ciudad.
Al mismo tiempo los márgenes de las principales carreteras radiales de acceso a la ciudad se van saturando de variados espacios económicos, donde se mezcla la industria tradicional (polígonos industriales) con las nuevas tecnologías (parques tecnológicos), los edificios de oficinas (parques empresariales) y centros comerciales y de ocio.