Personajes, Temas y Estructura en las Leyendas de Bécquer: Un Viaje Literario

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Personajes en las Leyendas de Bécquer

Los personajes de las leyendas son muy variados: plebeyos, nobles, cultos, incultos. Ya que las leyendas tratan de distintos temas, pero la mayoría tienen en común que son valientes, misteriosos y melancólicos. A continuación, se citan algunos personajes representativos:

  • Manrique: Noble apasionado y romántico que ama la naturaleza. Se queda observando la naturaleza como si se tratara de algo extraordinario; lo que a nosotros nos parece normal, a él le parece un gran milagro.
  • Sara: Tiene unos ojos grandes y redondeados, pestañas negras, en cuyo fondo brillaba el punto de luz de su ardiente pupila. Sus labios eran encendidos, rojos; parecían recortados finamente por un hada. Su cara era blanca y pálida como el alabastro. Tenía 16 años y estaba llena de pena. Es judía, reprimida por su padre, aunque se convierte al cristianismo al enterarse de las prácticas que este realizaba. Todos los chicos del pueblo estaban enamorados de ella.
  • Daniel: Padre de Sara. Es rencoroso, vengativo, engañador e hipócrita.
  • Fernando Argensola: Hombre muy valiente, se supo enfrentar a lo que nadie se atrevía y obtuvo su recompensa. A la vez, también es bastante romántico y apasionado.
  • Alonso: Valiente (excesivamente valiente, ya que pierde la vida por su valentía, por no ser supersticioso y no creerse las antiguas leyendas) y aguerrido joven que está enamorado de su prima.
  • Beatriz: Prima de Alonso y, según él, muy bella. Es delicada y tímida.

Temas en las Leyendas de Bécquer

Los temas más frecuentes son aquellos en los que hay hechos sobrenaturales, transgresiones de las normas por amor, leyendas en que aparece el diablo de diversas formas, etc. A continuación, se analizan los temas de algunas leyendas:

  • La Cruz del Diablo: Solo leyendo el título se ve una clara antítesis: ¿Cómo puede ser que una cruz sea del diablo? Por lo tanto, ya se ve que en esta leyenda tienen que predominar las fuerzas sobrenaturales del mal.
  • La Ajorca de Oro: Trata de la provocación femenina, la belleza extrema de la mujer, la pasión y el amor tan profundo que conduce al hombre a la traición de sus creencias, acabando este en la locura.
  • El Monte de las Ánimas: Aquí también se ve el tema de la provocación femenina, conductora de la muerte, hallando en ella la vida eterna. También aparecen hechos sobrenaturales.
  • Los Ojos Verdes: Esta leyenda transmite la historia de un hombre y de su perdición por causa de una visión, una mujer bella toda ella, pero el punto que mayor fijación provoca son sus ojos verdes, fascinantes. Resulta ser una cara del diablo.
  • Maese Pérez el Organista: Como en El Monte de las Ánimas, aquí también se presencia la vida después de la muerte. El espíritu de este hombre vive eternamente para hacer lo que más ama.
  • El Rayo de Luna: Aquí se observa cómo la imaginación de la mujer perfecta e ideal para un hombre puede llevar a este a la locura.
  • El Miserere: Trata de un hombre que, por buscar el perdón y transgredir las normas de los hechos sobrenaturales ocurridos en una iglesia, acaba loco.
  • El Cristo de la Calavera: En esta leyenda, las fuerzas del más allá aparecen para ayudar en el recapacitamiento de dos amigos que se iban a llevar a la muerte.
  • La Promesa: Como bien lo dice su título, trata de una promesa hecha que, en la muerte de uno de los amantes, la mano se le presenta al otro para librarlo del mal y conducirlo a cumplir la promesa.
  • El Beso: El beso que da título a la leyenda es la acción que va a llevar a cabo un hombre con la estatua de una difunta mujer, y este resulta derribado por la estatua del marido.
  • La Rosa de Pasión: Aquí está presente el amor a la religión, que conduce a pecados tan graves como la muerte de un hijo.

Estructura de las Leyendas de Bécquer

Las estructuras están realizadas de dos maneras:

  • Estructura Externa: Se consideran las partes del contenido, es decir, el prólogo, el cuerpo del relato y el epílogo (si lo hay).
  • Estructura Interna: Se consideran las diferentes partes de la leyenda y los hechos que ocurren.

Hay dos tipos de estructuras externas:

  • Aquellas en las que únicamente consta el prólogo y el cuerpo del relato.
  • Aquellas que están compuestas de prólogo, cuerpo del relato y, por último, de epílogo.

Hablando de estructuras internas, en casi todas se halla una composición que puede constar de diversas partes, pero en las que surge una explicación de la leyenda donde se ven las normas, las prohibiciones, las promesas, los juramentos, etc.; una transgresión de estas normas, no cumplir una promesa, un juramento, traición a la religión, etc.; y, por último, el castigo del malhechor de diversas formas, acabando con la vida de este, dejándolo en estado de locura, etc.

Tiempo y Espacio en las Leyendas de Bécquer

Bécquer sitúa las escenas de sus leyendas en conventos, cementerios, iglesias abandonadas o derruidas, en castillos, tumbas, etc. En diferentes ciudades, la más frecuente es Toledo, pero también existentes Bellver, Soria, etc. Las leyendas hacen referencia a tiempos antiguos, del medioevo para ser más exactos, a veces más cercanos y a veces más concretos, como cuando cita un período, por ejemplo: "cuando los moros poseían aún la mayor parte de España". O como cuando cita un día concreto, por ejemplo: "la noche de todos los santos", "Jueves Santo", etc.

Estilo en las Leyendas de Bécquer

En las leyendas predominan los dos estilos, el directo y el indirecto, porque hay diálogos y porque el autor nos cuenta lo que decían. Ha utilizado un lenguaje culto.

Resumen de algunas Leyendas

La Promesa

Esta leyenda trata de una mujer que se llamaba Margarita y que tenía un amante, el cual decía ser un oscuro escudero. Él debía partir a la guerra, pero le hizo la promesa de volver para no deshonrarla, y por ello le regaló un anillo. El día que marchaban a conquistar Sevilla las huestes del Conde de Gomara, entre las que debía estar su novio, ella reconoció a su amante como el Conde. Tiempo más tarde, ya conquistada Sevilla, el Conde decía ver una mano por todos sitios, que incluso le había salvado la vida en una ocasión. Su paje creía que estaba loco. Un día oyó cantar a un juglar que recitaba una historia, en la que se hablaba de una joven, deshonrada por un noble, el cual era su amante, que le había hecho la promesa de volver y casarse con ella y no la cumplió. Al ser deshonrada la joven, era deshonrada su familia y su hermano la mató. Ocurrió que durante el funeral y tiempo después, por mucha tierra que echasen encima, la mano en la que llevaba el anillo de la promesa la joven, nunca se enterraba. Al oír esta canción el Conde comprendió que se trataba de Margarita, así que regresó a Gomara y se casó con el cadáver de la joven en la tumba. Cuando este le dio la mano, la mano de Margarita se hundió para siempre y descansó en paz. Cuentan que en la porción de tierra en la que fue enterrada Margarita, cada primavera crecían espontáneamente margaritas.

El Beso

En esta leyenda hablan de la llegada de un grupo de soldados franceses a la conquistada Toledo, y que no habían podido encontrar un alojamiento, y fueron a dormir a una vieja y abandonada iglesia. Al día siguiente, el capitán del grupo estuvo hablando con otros colegas que se encontraban en Toledo y les comentó que esa noche había estado con una mujer bellísima, y que esa mujer era una estatua de mármol de una tumba. Entonces sus amigos se rieron de él, por lo que él les invitó esa noche a tomar unas botellas de champán y a que vieran la estatua. Cuando por la noche llegaron a la vieja iglesia, estuvieron bebiendo y emborrachándose, y el capitán comentó que habían descifrado un poco de las escrituras de la lápida, y que esa estatua era la de la mujer, Doña Elvira, y que la estatua de hombre que había al lado era la de su marido. Él se acercó a la estatua del hombre y le escupió bebida en la cara, diciéndole que era para que bebiese, y dijo estar enamorado de la mujer, y se quiso acercar para besarla. Cuando ya lo iba a hacer, cayó al suelo, sangrando por los ojos, la boca, la nariz, y la cara completamente destrozada. Algunos de los que había allí dicen que vieron a la estatua del hombre dándole un guantazo con su guante de mármol para que no besase los labios de Doña Elvira.

Los Ojos Verdes

Esta historia habla de Fernando de Argensola, que está en una cacería de ciervos, y el único ciervo que había alcanzado se le estaba escapando hacia la fuente de los Álamos, a la cual decían que no se podía ir puesto que estaba embrujada, y el ánima que vivía allí hacía caer una terrible desgracia sobre aquellos que se atrevieran a ir. Su viejo ayo, Íñigo, se puso en medio y le advirtió del peligro, pero él no le hizo caso y se adentró, hasta que consiguió cazar el ciervo. A partir de allí, Fernando iba todos los días a cazar solo al amanecer y volvía al anochecer. Íñigo lo encontraba extraño y le preguntó qué le pasaba, y este le respondió que se había enamorado de unos ojos preciosos que había creído ver en la fuente, unos ojos verdes. Íñigo le dijo que esos eran los ojos del ánima que habitaba allí, y que era muy peligrosa, pero Fernando le respondió que no podía dejarlos. Iba todos los días y hablaba con la misteriosa mujer de los ojos verdes, que nunca le contestaba, hasta que un día le dijo que ella era un alma, y que vivía en el fondo de la fuente, y que si quería podía irse a vivir con ella al fondo de la fuente. Fernando se acercó a ella y le intentó dar un beso, y cuando lo hizo resbaló, cayó al agua y no salió nunca.

El Rayo de Luna

En esta leyenda hablan de Manrique, un joven noble, poeta, distraído y soñador. Una noche, Manrique estaba tumbado viendo la luna, cuando de repente, vio una sombra en la alameda. Había visto desaparecer un trozo de tela blanca de un vestido que flotaba en el aire. Entonces pensó en la mujer de sus sueños y se lanzó a perseguirla, pero se perdió en la espesura de las ramas. Estuvo mucho tiempo buscándola, creyendo verla en algún rincón y oyendo sus pisadas. Entonces vio entrar en la ciudad una barca y le pareció distinguir la silueta de una mujer, así que decidió seguirla. Bajó a la ciudad y vagó por todas las calles para encontrarla, pero no encontró a nadie. Cuando ya estaba desesperado llegó a una casa en la que había una luz encendida, así que decidió que sería allí. Y esperó toda la noche en la puerta hasta que al final bajó alguien. Era un criado. Le preguntó por la mujer, y él dijo que allí solo vivía su señor, don Alonso de Valdecuellos, que como estaba enfermo mantenía la luz encendida toda la noche. Manrique estuvo dos meses pensando en aquella extraña mujer y se imaginó cómo sería, la idealizó y se enamoró de aquella misteriosa. Una noche que estaba tumbado en el mismo sitio vio otra vez aquella porción de tejido, pero entonces se dio cuenta de que lo que había visto era un simple rayo de luna. Había pasado dos meses enamorado de un rayo de luna. Unos años más tarde su madre le decía que por qué no se casaba, pero Manrique siempre le contestaba que el amor era un rayo de luna. Sus escuderos le decían que por qué no se iba a la guerra a conseguir gloria, y él sólo respondía que la gloria era un rayo de luna. Todo el mundo creía que estaba loco.

El Monte de las Ánimas

Esta historia trata de dos primos, Beatriz y Alonso. Beatriz ha ido a visitar a Alonso la noche de los Difuntos. Estuvieron dando un paseo por el monte, y volvieron a casa porque estaba cayendo la noche y contaban una terrible leyenda. Resulta que hace años un viejo convento que había allí era de los templarios. Entre los templarios y los hidalgos de la ciudad hubo una terrible batalla, y el monte quedó sembrado de cadáveres que se los comieron los lobos y el convento quedó abandonado. Y cuenta la leyenda que la noche de los Difuntos las ánimas de los guerreros vuelven a salir y a disputar la terrible batalla, matando a todo el que se encontrase allí. Ya en la casa, Alonso le dio a Beatriz un broche como regalo de despedida, y esta le iba a dar una cinta azul con un emblema, pero se le había perdido en el monte de las Ánimas, y Alonso, por no quedar como un cobarde, volvió a por ella. Esa noche, mientras dormía, Beatriz oyó ruidos extraños, y a la mañana siguiente, cuando despertó, se encontró la cinta llena de sangre en la mesilla. Cuando los criados fueron a anunciarle la muerte de Alonso, que había sido devorado por los lobos en el bosque, se la encontraron rígida, blanca, inmóvil, muerta de la impresión.

La Corza Blanca

En esta leyenda hablan de Don Dionis, un soldado retirado que vive junto con su hija, llamada Constanza, tan bella que le habían dado el sobrenombre de Azucena del Moncayo, en un castillo en Aragón. Un día que estaba descansando estuvieron hablando con un pastorcillo llamado Esteban. Este les contó que por allí ya no había casi ciervos puesto que los cazaban, pero que un día vio huellas recientes de una manada, así que decidió ir a esconderse por la noche para verlos, y que cuando llegaron, él juró haber oído que hablaban y habían dicho su nombre. Entonces se dio la vuelta y aseguró haber visto a una corza blanca. Don Dionis y su hija se rieron y no le creyeron, pero Garcés, un servidor de Constanza, se lo creyó. Una noche llegó Garcés sudando y dijo delante de todo el mundo que había oído hablar de la corza blanca a más gente, y que saldría a cazarla, pero no le creyeron. Él decidió ir esa noche a cazarla para entregársela a Constanza. Estuvo esperando largo rato y se quedó dormido, hasta que algo le despertó. De pronto vio que se dirigían al río un grupo de corzas, entre ellas una blanca. Las vio quitarse su traje de ciervo y convertirse en hermosas mujeres y bañarse. Entre ellas le pareció distinguir a Constanza, pero creyendo estar delirando se levantó para cazar la corza blanca. De repente salieron corriendo todas las corzas, y la blanca quedó atrapada en unas zarzas, y cuando Garcés le iba a disparar oyó que la corza le dijo: "¿Qué haces, Garcés?". Le pareció la voz de Constanza, pero de repente la corza salió corriendo, y él, creyendo todo lo anterior fruto de su imaginación, disparó. Cuando llegó al lugar en que debía hallarse la corza, encontró a Constanza muerta bajo su ballesta.

La Cueva de la Mora

En esta corta historia hablan de un castillo que había en Fitero, Navarra. Cuenta que allí, hace muchos años, un cristiano cayó preso de los moros, y estuvo encerrado varios días, a punto de morir. Al final compraron su libertad con dinero, y volvió con su familia. En el tiempo que había pasado preso había conocido a la hija del alcaide, de la cual había quedado enamorado. Estuvo mucho tiempo triste, hasta que decidió atacar el castillo y secuestrar a la mora. Tiempo más tarde los moros le atacaron para recuperar a la mora, pero como no lo hacían por sorpresa no conseguían nada. Al final, en un ataque murió el padre de la mora y su amante cayó herido. Esta le llevó a un túnel secreto que había. El joven recobró la consciencia y sólo pedía agua, y la joven se arriesgó y salió al río a por agua, pero cuando regresaba la hirieron de gravedad. Aun así logró llegar a donde se encontraba su amado y darle el agua, pero este, en vez de beberla, la usó para bautizar a la joven, y así vivir juntos toda la eternidad. Desde entonces dicen que todas las noches se ve el ánima de la joven yendo a por agua para su amado.

El Miserere

Esta leyenda habla del monasterio de Fitero, donde una noche llamó un peregrino a Santiago, pidiendo comida y alojamiento. Allí le ofrecieron y él contó que iba de peregrino a Santiago porque era músico, y había hecho mucho pecado con su música, y quería escribir un miserere, el más maravilloso, que le diera la constricción. Entonces uno que había allí le habló de que no muy lejos estaban las ruinas de lo que antes había sido un convento. Resulta que un hombre desheredó a su hijo y dejó su herencia a los religiosos. El hijo atacó el monasterio, se llevó la fortuna, quemó el monasterio y mató a los monjes. Eso fue una noche de Jueves Santo como esta. Desde entonces dicen que todas las noches de Jueves Santo los cadáveres de los monjes cantan el Miserere de la montaña, esperando a que Dios les abra la puerta del juicio final. El peregrino no vaciló un momento y fue a verlo, pese a las advertencias de los demás. Cuando estuvo allí y ya llevaba un tiempo, vio salir a los esqueletos de las aguas del río, llegar a la Iglesia y ponerse a cantar, y cuando ya iban por el final del miserere volvieron a ser de carne y hueso y entonces se abrieron las puertas del cielo y subieron. Al día siguiente llegó el peregrino y pidió residencia y alimento para escribir el miserere que había escuchado. Los monjes accedieron y estuvo largo tiempo escribiendo allí, hasta que cuando llegó al final de la obra no le salía lo que tenía que poner, hizo miles de borradores, se empezó a volver loco, dejó de dormir y de comer y murió. La obra interminada todavía permanece allí.

La Cruz del Diablo

Esta leyenda trata de que hace muchos siglos vivía un señor feudal en las tierras del Segre que era conocido por ser cruel y malo como ninguno, y tenía aterrorizada a la población. Un día, por aburrimiento, decidió irse en un ejército cristiano a buscar la tumba de Jesucristo. Toda la población se sintió muy alegre y vivió muy bien un tiempo. Pero pasado ese tiempo el señor volvió reclamando los derechos que había vendido, pero la gente se opuso. Mantuvieron numerosas luchas en las que empezaba a ganar el temible señor. Pero un día un grupo de aldeanos llegaron por la noche a su castillo, libraron una feroz batalla y le mataron a él y a sus hombres. Entonces el pueblo volvió a respirar en paz. Pero la cosa no quedó allí, puesto que una noche se empezaron a ver unas misteriosas luces por el castillo abandonado, empezaron a aparecer reses muertas, otras robadas, hombres asesinados. Entonces no cabría duda, un grupo de bandidos se había instalado en el castillo. La gente decía que el jefe de estos llevaba la armadura y las armas del antiguo señor feudal. Un día consiguieron unas confesiones de uno de sus secuaces, a punto de morir. Esto les dijo que era un grupo de malavidas que se habían juntado para ir viviendo de lo que saliese, y un día decidieron ir al castillo e instalarlo como su centro. Esa misma noche estaban decidiendo quién era el jefe cuando apareció aquel hombre con la armadura y después de un intercambio de opiniones le nombraron jefe. A partir de allí todos le siguieron a él, que era cruel, sanguinario, desalmado e insensible. Nunca supieron quién era, puesto que apenas hablaba y nunca se quitó la armadura. No bebía, no comía, no le interesaba el dinero, las espadas no le herían... A partir de allí la población decidió acudir a un ermitaño que vivía en la zona para que les diese consejo y este les dijo que debían rezar una oración con la que San Bartolomé venció al diablo. Poco después apareció el hombre de la armadura atado de manos y piernas y a lomo de una burra. Se dispusieron a juzgarle cuando le quitaron la visera y descubrieron la armadura vacía, la cual se descompuso. Encerraron la armadura en la cárcel para colgarla, por recomendación del ermitaño, y el día que se disponían a hacerlo el alcaide les confesó que se había escapado la armadura, cuando él se disponía a curiosear. La volvieron a atrapar una y otra vez, pero siempre se escapaba, hasta que les dieron la idea de fundirla y transformarla en una cruz. Eso hicieron, no sin muchas dificultades y peligros, y al final pusieron la cruz de metal en medio del monte, la cual se ganó el nombre de "La cruz del diablo". Todavía sigue allí, donde no es respetada por nada ni por nadie.

La Creación

En esta leyenda habla de Brahma, uno de los tres dioses indios que crearon todo. Un día, en el que él lo era todo y no había más cosa que él, se aburrió y decidió crear unos chiquillos a los que llamó "grandharvas". Después se cansó de verlos jugar y se fue a su laboratorio a practicar la alquimia. Sin que se diera cuenta, todos los "grandharvas" le estuvieron observando, viendo cómo echaba unos mejunjes en una gran marmita hirviente, cómo tenía pergaminos de todas clases, bocetos de animales, personas, planetas... Cuando se cansó se fue y echó la llave, pero sin darse cuenta cerró mal. Entonces entraron los niños y empezaron a revolverlo todo, e hicieron una gran mezcla, en lo que juntaron todo lo que tenían, desde los sentimientos a los animales, el hielo, el fuego y todo lo que encontraron. Como resultado les dio una esfera aplastada en los polos que daba vueltas sobre sí misma. Entonces llegó Brahma y cuando se disponía a romperlo los niños le suplicaron que les dejara quedársela para que se divirtiesen. Él lo hizo confiando que en sus manos no iba a durar mucho tiempo.

Maese Pérez el Organista

Esta leyenda habla de un músico que tocaba extremadamente bien el órgano. Su fama era reconocida por toda la ciudad y el día de Nochebuena tocaba en la iglesia de Santa Inés, en la cual se congregaba muchísima gente, desde los más pobres hasta los más influyentes y poderosos de la ciudad. Maese Pérez se negaba a tocar en un órgano que no fuese el de la iglesia de Santa Inés. Era día de Nochebuena y se esperaba al maestro con gran impaciencia para que empezase la misa, pero se estaba retrasando, cuando entró un hombre que anunciaba que el músico ciego estaba enfermo y no podría tocar esa noche. Entonces un hombre que también tocaba el órgano, aunque lo hacía muy mal, quiso sustituirle, pero en ese momento alguien anunció la llegada de Maese Pérez. Estaba débil y a punto de morir, pero ni siquiera su hija le había podido detener para que viniese a tocar el órgano. Él decía que era su última misa y que quería tocarla. Cuando ya llegaba el final de la misa, Maese Pérez murió en el órgano. Había pasado un año exacto, y ese año la misa la tocaría aquel hombre que quiso sustituir a Maese el año pasado, el organista de San Román. La gente estaba planeando no dejarle tocar montando un gran escándalo. Cuando ya iba a empezar las músicas, en vez de oír los ruidos desacordados que esperaban, oyeron una música igual a la que hacía Maese Pérez, por lo que la gente calló y dejaron tocar al organista de San Román. El organista bajó algo confuso del órgano cuando se acabó la música y accedió a algo que Maese Pérez nunca había accedido: el año próximo tocaría el órgano en la catedral, en vez de en la iglesia de Santa Inés. Había pasado otro año. Estaban la hija de Maese y la abadesa de la iglesia en la misma. Este año no habría la asistencia de otros, toda la gente se iría a la catedral. En la iglesia iba a tocar la hija de Maese. Hablando con la abadesa le confesó que ayer cuando vino a ensayar juró haber visto a su padre, pero la abadesa no le creyó. Llegó el momento de la misa y cuando la hija se fue a sentar en el banco vio a su padre. Lo dijo, y aunque nadie vio nada, el órgano estaba solo y se seguía tocando como solo Maese sabía. La música de ese año en Santa Inés fue la de siempre, y dicen que lo de la catedral fue una cosa horrorosa. El misterioso ánima siguió tocando todos los años, hasta que cambiaron el órgano. Desde entonces no se le ha vuelto a oír.

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