Personajes y Relaciones en Plenilunio de Antonio Muñoz Molina

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Personajes y Relaciones en Plenilunio

En Plenilunio no hay héroes ni personajes románticos; nadie pretende ya reconquistar la democracia ni anhela la época en que ese anhelo dominaba la vida de los españoles. Los personajes son típicamente modernos, individuos sin importancia que viven los hechos históricos desde una perspectiva personal.

Hay personajes secundarios que contribuyen a indicar el paso del tiempo y a fortalecer el vínculo entre el pasado y el presente:

El Inspector

El protagonista es un personaje activo que se obsesiona con descubrir al asesino de la primera víctima. A su vez, es sujeto paciente de la persecución y ataque final de los miembros de la banda terrorista ETA. Los recuerdos de su trabajo en el Norte alteran su conducta, y aún más la de su mujer, que debe ser recluida en una clínica para enfermos mentales. Su cambio de residencia lleva asociado un cambio en su conducta vital. A lo largo de la obra, se forja una relación adúltera con Susana Grey, la maestra de la niña, relación cuyo final queda abierto.

La infancia y juventud del inspector las conocemos gracias a las conversaciones con el Padre Orduña. Así sabemos que era hijo de un republicano y, paradójicamente, estudió en un colegio religioso.

El Asesino

Antagonista del inspector, también él sin nombre. Al principio no sabemos mucho de él, ni siquiera de su físico. Es joven, moreno y se dedica a un trabajo manual. Sin embargo, conocemos su impotencia, su opresiva vida familiar, su obsesión con la luna, su afán de protagonismo y el olor del que no puede librarse debido a su profesión de pescadero. Es un auténtico catálogo de defectos morales: desprecia a sus padres, es un reprimido, violento, que descarga su insatisfacción con prostitutas o con niñas, asiduo consumidor de películas pornográficas y fumador compulsivo. Su afán de notoriedad lo lleva a enfrentarse a situaciones peligrosas que podrían delatar su culpabilidad.

Susana Grey

Maestra de Fátima, la niña asesinada, y centro de la trama amorosa en que se ve involucrado el Inspector. Es un personaje rico en matices e historia. Es una mujer culta, fuerte y decidida, que se ha hecho a sí misma tras el abandono de su marido y haber criado sola a su hijo. Susana fue esposa de un artesano intransigente en sus opciones políticas y sociales, incapaz de disfrutar de los placeres y que se vuelve cada día más amargo. Ese mismo artesano antifranquista y rígido la abandona por otra mujer, y desde entonces Susana comienza a sentirse libre. A fines de los años noventa, época en que vagamente está ambientada la novela, ya no tiene prejuicios para enamorarse de este hombre sencillo que es el policía.

El Padre Orduña

Un jesuita que había sido confesor del inspector, con quien le une una relación de amistad, un lazo constante con su pasado y con su conciencia. En su juventud, durante la guerra civil, fue alférez provisional del bando franquista. Es el típico ejemplo de cura obrero que tanto proliferó en la España de los 70, prototipo de la comprensión hacia el débil, de la preocupación social y del ascetismo en sus posesiones. Sigue celebrando misa, aunque ya no tiene fieles; sigue con sus convicciones, que ya no tiene que ocultar, como en la época en que la policía allanaba su departamento, pero ya a nadie interesan tampoco.

Otros Personajes

Ferreras, el forense

Amigo también de Susana Grey, tiene una sabiduría y un sentido común notables. Presenta una especial forma de relacionarse con los vivos, interviniendo en ello únicamente mediante la práctica rigurosa de su trabajo.

La esposa del inspector

El otro personaje femenino, pero apenas aparece en la obra directamente. Está internada en una clínica porque no pudo soportar la cantidad de llamadas amenazantes de ETA. Su internamiento provocará remordimientos en el Inspector, pero no impedirán que este consuma el adulterio.

El terrorista

Permanece en la sombra salvo en el último capítulo, cuando atenta contra el inspector. Cuando se alude a él se hace de modo indeterminado, usando indefinidos, pero su presencia preside casi toda la obra, de ahí el suspense que captura al lector, que tiene más información que el Inspector y sabe que el terrorista conoce su nueva dirección y que planea volver a actuar.

Las niñas

La primera, Fátima, está siempre presente, a pesar de que sólo será conocida por el Inspector después de su muerte. La segunda niña, Paula, mantiene tras su asesinato frustrado una relación personal con el Inspector, poniendo de relieve un aspecto de éste que hasta ahora no había aparecido: una ternura que no suele asociarse con el tópico funcionario de policía y que lo llena de sensibilidad.

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