El pensamiento de Nietzsche: La voluntad de poder y la transvaloración de todos los valores

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El pensamiento de Nietzsche

Justificación: El pensamiento de Nietzsche es uno de los más radicales de la segunda mitad del siglo XIX. Pone en duda la racionalidad de la tradición occidental desde la dinámica vital, condena toda la filosofía anterior como falsa y busca una nueva forma de pensar.

Apolo y Dionisio

Según Nietzsche, se pensaba que en la Grecia antigua la racionalidad había triunfado sobre los elementos caóticos, lo que no es cierto porque ignora la verdadera fuerza creadora: la vitalidad. Dionisio era el dios de la embriaguez, representante de la alegría de vivir; y Apolo era el dios de la belleza, la luz y las formas. Mientras que lo dionisíaco representa las fuerzas primarias de la vida en su manifestación pura, lo apolíneo somete esas fuerzas a una domesticación racional.

De la conjunción armónica de lo apolíneo y lo dionisíaco nace la tragedia griega, pero lo esencial de ésta es lo dionisíaco. Eurípides creará el arte apolíneo, pero será Sócrates quien mate la tragedia e inicie un camino de represión de la vida que triunfará en Occidente. Con la filosofía de Schopenhauer y la música de Wagner volverá a triunfar lo dionisíaco, algo que Nietzsche nunca abandonará. Zaratustra no será más que Dionisio transfigurado. Nietzsche ve a Zaratustra como el creador de la moral y por eso lo convierte en el superador de ésta.

La voluntad de poder

La vida es el principio vitalista de Nietzsche, un valor absoluto al que se subordinan todos los demás valores. Es algo dinámico, un devenir que no ha llegado aún a su culminación, y por eso todo intento de conceptualización corre el peligro de traicionarla.

Sólo donde hay vida hay también voluntad de poder. Con esta expresión se refiere a la fuerza siempre creciente de la vida a afirmarse, a crear nuevas variaciones sin ninguna meta preconcebida, sino por pura expresión de su dinamismo. Es voluntad creadora de valores y aniquiladora de los valores anteriores.

Las creaciones resultantes de la dinámica vital se van fijando, adquiriendo autonomía cuando un grupo humano las desliga de su origen, impidiendo así que aparezcan nuevos desarrollos de la vida. Se da una lucha entre un afán de conservación y uno de desarrollo. Sentenciar como definitiva una creación es negar la esencia de lo vivo.

Genealogía de la moral

La genealogía es el método de análisis de Nietzsche y consiste en conocer el origen etimológico e histórico de las categorías morales. Lo emplea para llevar a cabo una crítica de la moral vigente y poder apreciar así la conformidad de cada valor establecido con la dinámica vital.

En un principio, la vida estableció una valoración natural privilegiando a una minoría como dominante y condenando a la mayoría a ser dominada. Los conceptos de “Bien y Mal” no tenían significado moral; se identificaba lo bueno con lo noble y aristocrático y lo malo con lo vulgar y plebeyo. Había una moral de señores y una moral de esclavos. Para los primeros, lo importante es la afirmación y el desarrollo de la vida y para los segundos la supervivencia.

En el esclavo fue surgiendo un sentimiento de envidia que tenía que reprimir debido a su inferioridad. Como consecuencia surge la rebelión de los esclavos, llevada a cabo por judíos y cristianos, que, ya con un carácter moral, calificarán de malos a los nobles y de buenos a los plebeyos, consagrando como virtudes lo que antes era despreciado como vicios. Esto dio lugar a la creación de los valores morales de Occidente, responsables de una cultura enemiga de la vida.

Esta moral logró triunfar con la democracia en Atenas, con Sócrates y con Platón; y se consolidó con el cristianismo, extendiéndose por toda Europa y convirtiéndose en la “Circe de los filósofos”.

Transvaloración de todos los valores

Nietzsche propone una revaloración de todos los valores, del mismo modo que la valoración actual es una transvaloración de la primitiva. La moral tiene que justificarse desde la vida, lo que significa ponerse más allá de los conceptos morales para permitir el libre desarrollo de ésta. Nietzsche pide una moral de fidelidad y guerra constante con uno mismo.

Crítica a la religión y a la cultura occidental

La moral y la religión son los pilares de la cultura occidental y se van a convertir en su crítica principal. Nietzsche manifiesta un radical ateísmo ya que según él el cristianismo es “platonismo para el pueblo”. La “muerte de Dios” significa que la fe en el Dios cristiano no se puede mantener porque es hostil a la vida, tortura las conciencias de los hombres débiles e impide el desarrollo de hombres superiores. El “Dios que muere” es la personificación del mundo ideal, es pura creación humana y por eso el hombre puede matarlo. Negando a Dios negamos nuestra responsabilidad ante él y liberamos al mundo.

Nietzsche anticipa que la “muerte de Dios” provocará el fin de los valores absolutos, lo que llevará al nihilismo, algo que sólo un nuevo tipo de hombre sería capaz de asimilar.

Sin embargo, salva a Jesús de Nazaret alabando su nobleza y acusa al cristianismo histórico de corromper su figura. “El evangelio murió en la cruz”.

Nietzsche, además de a la religión y la moral, critica todos los aspectos de la cultura occidental vigente: la ciencia, el arte, la filosofía, el socialismo, etc.

Se opone a la ciencia, no sólo atacándola en sí, sino también al mecanicismo y positivismo de su época. El universo no está sometido a leyes deterministas, es un caos de fuerzas. Es un error querer reducir todas las cualidades a cantidades. En política es enemigo del régimen de partidos porque tienden a hacer de los hombres seres uniformes.

El camello, el león y el niño

Nietzsche presenta tres posibles consecuencias de la muerte de Dios, representadas por tres símbolos: “la transformación del espíritu en camello, en león y en niño”. El camello representa al último hombre, el superviviente de un pasado que todavía cree vivo en el que predomina el instinto de conservación sobre el de creación.

El león representa al “hombre superior”, que aniquila los restos de todo lo anterior. Tras la “muerte de Dios” el hombre se encuentra sin asideros; de ahí que el nihilismo sea inevitable. El nihilismo puede ser pasivo, indicando decadencia y retroceso del poder del espíritu, o activo, el cual busca el sentido en aniquilar los valores recibidos para que la voluntad de poder cree valores nuevos. Nietzsche pretende que el nihilismo activo se adelante al pasivo y crear así una nueva civilización.

Aquí aparece su ideal del superhombre; que es el nuevo hombre, un tipo de moral. Está representado por la inocencia de un niño que, ignorando el pasado, crea una valoración natural que está “más allá del bien y del mal”. Es el “primer hombre”, de actitud siempre afirmativa ante lo real, la meta a la que debe tender el dinamismo de la vida humana.

El eterno retorno

Nietzsche ha considerado siempre como punto fundamental la doctrina del eterno retorno, aunque no logró darle una expresión clara. No parece una doctrina cosmológica, pues sería incompatible con la concepción del superhombre y de la vida como voluntad de poder. Es más bien un imperativo moral: la completa inocencia del devenir siempre igual en cada uno de sus momentos. Es la fórmula de máxima afirmación, decir un “sí” a la vida y al mundo, tan sin condiciones, que se quiera que todo sea eterno. La filosofía de Nietzsche no es una filosofía negativa y destructiva, sino afirmativa y positiva. Puesto que todo debe repetirse, todo es bueno y justificable. El “eterno retorno” tiene sentido axiológico de fidelidad a la tierra. Este mundo es el único existente y toda huida de él es una pérdida de realidad. Nietzsche afirma el valor del devenir, de la evolución, de la vida y de la existencia.

a y de la existencia.

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