El Patriarcado y la Evolución del Rol de la Mujer en la Sociedad Moderna

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¿Qué es ser mujer y qué es ser hombre? (Subirats y Castells)

1) ¿Sigue vivo el patriarcado en nuestra sociedad?

La reconstrucción de la relación entre mujeres y hombres pasa por una aceptación mutua del fin del patriarcado como forma de organización básica de la familia y de la sociedad. Para ello, los que más tienen que cambiar son los hombres. El patriarcado es un sistema de dominación de gran importancia histórica, pero eso no quiere decir que sea inamovible ni eterno. Cada persona puede concebir sus proyectos y luchar por ellos, cambiando las condiciones objetivas a partir de su fuerza subjetiva. Por ello, lo único que se debería tener en cuenta es que las mujeres han cambiado y se han autonomizado de los hombres. Por lo tanto, si los valores de la sociedad aceptan esta autonomía, los hombres se darán cuenta de que se pasó el tiempo en que eran los dioses del hogar, y que ya no se cree en ellos como dueños de vidas, aunque eso no signifique que aún no se les pueda querer y respetar como personas. Y aunque todo esto es difícil de aceptar, es necesario, ya que cualquier otra alternativa está fuera del tiempo histórico en el que vivimos.

2) ¿En qué aspectos ha cambiado la condición femenina en las últimas tres décadas?

La vida de la mujer siempre ha sido sinónimo de trabajo, pero a lo largo de la historia, sobre todo en los últimos 30 años, se ha producido el fenómeno de la entrada masiva de la mujer en el trabajo asalariado y autónomo remunerado. De hecho, puede afirmarse que el crecimiento económico de las últimas décadas ha sido posible por la disponibilidad de una fuerza de trabajo femenina educada, flexible y con menores salarios que los hombres. En el capitalismo actual, la figura típica del trabajador ha pasado del “hombre de organización” a “la mujer flexible”.

Aunque, ahora bien, la inclusión acelerada de la mujer en el mercado de trabajo se ha hecho en condiciones de desigualdad y discriminación, y esta discriminación se hace patente en las diferencias salariales, que se mantienen en todos los sectores de actividad, a pesar de que las mujeres jóvenes tengan ya más educación que los hombres. De esta forma, no sólo las mujeres de las nuevas generaciones son más educadas que los hombres, sino que además potencian esa ventaja educativa con un uso más frecuente y más selectivo de Internet. Y lo que todavía es más importante, las niñas tienen una tasa de abandono escolar mucho más baja que los niños, y a pesar de ello, los puestos de responsabilidad en casi todos los ámbitos ocupacionales están en manos de los hombres.

Asimismo, también cabe destacar que la incorporación de la mujer al trabajo asalariado en todas las esferas de la sociedad ha conducido a la práctica extendida del acoso sexual en el ámbito laboral, pero aún así, lo cual revela la persistencia de una mentalidad masculina que sitúa a la mujer como objeto sexual allá donde esté.

En conclusión, existe una masiva incorporación de las mujeres al trabajo en todos los ámbitos, aún en condiciones de discriminación salarial y aun teniendo que soportar fuertes presiones psicológicas y menores oportunidades de promoción pese a su mayor nivel educativo con relación a los hombres. Por eso, el 71% de las mujeres que tienen un trabajo remunerado se declaran muy o bastante satisfechas con su trabajo actual, a pesar de los pesares.

3) ¿A pesar de los cambios qué cuestiones quedan pendientes?

La mujer ha entrado de lleno en el mundo del trabajo y en esa medida su vida ha cambiado. Pero las estructuras mentales y familiares del patriarcado han cambiado poco o mucho más lentamente. De esta forma surge una contradicción creciente en la vida cotidiana de las mujeres. El tiempo dedicado a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos sigue recayendo desproporcionadamente en las mujeres, y es en el cuidado de los niños donde la diferencia de géneros en el hogar patriarcal se manifiesta más crudamente y donde se complica de forma considerable la cotidianidad de las mujeres.

Cambiando de tiempo y lugar, podemos observar la lenta evolución de la división del trabajo doméstico, y aunque el trabajo fuera de casa se ha generalizado, las madres dedican el doble de tiempo a las tareas domésticas que los hombres, y esto no cambia. En definitiva, la mujer trabajadora asalariada sigue siendo la mujer madre de familia y trabajadora del hogar, y el reparto de tareas domésticas entre los géneros todavía hace recaer la responsabilidad de la casa y de los niños en la mujer.

Y el problema no es sólo la gestión imposible de un tiempo saturado, sino el desgarro interior que vive la mujer entre sus deberes de madre y cuidadora del hogar y la presión que supone mantener la profesionalidad en su trabajo. De esta forma, podemos decir que no hay vuelta atrás para la mujer trabajadora, ya que sabe que el trabajo es el fundamento material de su autonomía como persona, y esta contradicción que sufre en una vida marcada por la doble jornada, es también de índole cultural, es la dificultad de renunciar a lo que siempre se ha valorado en la cultura de la mujer: tener hijos, construir una familia, etc. Así pues, la cuestión no es sólo conciliar actividades en el tiempo, sino conciliar culturas reinventando nuevas formas de ser, porque lo que sí ha cambiado de forma radical es la conciencia de ser mujer.

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