Panteón Olímpico: Dioses, Culto y Sociedad en la Antigua Grecia
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Dioses Principales del Panteón Griego
Los Olímpicos
Zeus: Dios supremo del Olimpo. Su nombre, "el radiante", lo relaciona con los cultos del firmamento luminoso. La naturaleza y el devenir del cosmos están sometidos a Zeus (desataba tormentas, hacía caer el rayo), así como la armonía y el orden social: los reyes y soberanos reciben de él su poder y a él deben rendir cuentas. Incluso era el consejero y el protector de la Asamblea popular y el defensor de todos los juramentos. Los Juegos Olímpicos y los Nemeos estaban dedicados a esta divinidad. Los atributos propios del dios son el rayo, el águila y el cetro.
Hera: Es la diosa principal de los griegos, hija de Cronos y de Rea, y a la vez, hermana y esposa de Zeus. Era la protectora del matrimonio y la maternidad. Sus atributos son el cuervo, el pavo real y la granada.
Atenea: Diosa de la sabiduría, la inteligencia y de las artes. Velaba por las leyes y protegía la justicia, así como estaba a su cargo todo aquello que fuera símbolo de lo civilizado: arado, fuego, bordados, etc.
Afrodita: Diosa griega de la belleza y de la voluptuosidad, nacida de la espuma de mar fecundada por los genitales castrados de Urano.
Ares: Hijo de Zeus y Hera, es el dios de la guerra, de la combatividad y la crueldad. Tuvo amores con Afrodita. Se le representa como un temible guerrero con escudo y casco.
Hermes: Dios griego de todo cuanto requiere habilidad y astucia. Fue el mensajero de los dioses, dios del comercio, de los ladrones, los tramposos y los viajeros.
Hefesto: Dios griego del fuego y de los metales, hijo de Zeus y Hera.
Hestia: Hermana de Zeus. Diosa doméstica. Protectora del hogar y del fuego sagrado.
Poseidón: Dios del agua, especialmente del mar, pero también de ríos, arroyos, lagos, manantiales y fuentes; era uno de los grandes dioses del Olimpo.
Apolo: Hijo de Zeus y de Leto, era primitivamente un dios solar. Era considerado como el dios del bien, del orden y de la belleza, por lo que también regía la música y la poesía.
Artemisa: Artemisa gobernaba los bosques y los animales.
Deméter: Diosa griega de la fertilidad, de las cosechas y de la agricultura, hija de Cronos.
Dionisos: Dios griego del vino y la embriaguez, nacido del muslo de Zeus.
La Religiosidad Griega: Un Vínculo entre Dioses y Sociedad
Acercarse a la religiosidad griega es un fenómeno complejo, ya que esta no puede desligarse del resto de las manifestaciones culturales y usos sociales que regulan la vida de los ciudadanos de las polis. Cualquier actividad humana estaba impregnada de sentido religioso, y a los dioses se debía respeto y veneración si quería uno salir airoso de cualquier empresa, por muy cotidiana que esta fuera.
Lo divino es lo que garantiza el orden y la continuidad de los fenómenos tanto a nivel cosmológico (el ciclo de las estaciones y de las cosechas) como social (la regularidad generacional o el orden político y social). Esta íntima unión es posible porque los dioses no trascienden la esfera de lo humano: son los mantenedores constantes del orden del mundo e intervienen directamente en este cuando hace falta o se les pide, aunque no siempre su acción sea benévola.
Su actividad permanente se ve constatada por la construcción de templos, verdaderos territorios de lo sacro, lugar donde los dioses ejercen su poder y se comunican con los hombres, pero también espacio social que integra a la divinidad en el corazón de la vida pública y del bienestar social. Los dioses deben prestar sus servicios a la comunidad como si de un miembro más de esta se tratara, asegurando protección, seguridad y orden a la polis que lo acoge.
Lo sacro invadía toda la esfera humana y el hombre debía asegurarse sus buenas relaciones con la divinidad por medio de ofrendas, ritos propiciatorios, donaciones y libaciones. Muchos de estos actos eran acontecimientos de gran importancia para la comunidad, que financiaba y celebraba fiestas anuales en honor a los dioses: los Juegos Olímpicos, las Panateneas, etc.
Prescindir o abstenerse de cumplir con los dioses de la comunidad no solo suponía un acto de impiedad contra la divinidad, que podría ser castigado por esta, sino, lo que es peor, suponía que uno dejaba de ser ciudadano, que uno rompía con los lazos de tradición que mantenían la unidad de la pólis encargada de hacernos hombres libres.
Todo esto coexistió con creencias y sectas religiosas no consagradas a la comunidad, sino al hombre, a cada hombre. Esto fue posible porque la religión "oficial" no tenía ni libro sagrado, ni dogmas o conjunto de verdades reveladas, ni un sistema o institución que se dedicase a la administración de los dogmas de fe. En Grecia no había una casta sacerdotal profesional.