Paisajes agrarios de la España interior

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Los paisajes agrarios de la España interior: contrastes secano-regadío

Tocallzaclon

Comprende la Meseta y el valle del Ebro.

Condicionamientos físicos

Se corresponde con el dominio del clima mediterráneo continentalizado, con fuerte contraste estacional y elevadas oscilaciones térmicas, escasas precipitaciones, aridez estival y abundantes riesgos de heladas (lo que reduce el ciclo vegetativo para el desarrollo de los cultivos). En cuanto a la topografía se caracteriza por sus grandes llanuras aptas para el cultivo, pero de elevada altitud (500-800 m), excepto en el valle del Ebro (200-400 metros).

Características

Domina la dedicación agrícola, siendo el contraste secano-regadío uno de los elementos más significativos del paisaje agrario del interior. Los espacios más abundantes son los campos abiertos de secano, en los que se extiende la típica trilogía mediterránea (cereal, vid y olivo). En estos paisajes, principalmente de secano, aparecen sectores más o menos grandes y amplios de regadío -muy acusado en el valle del Ebro-, con cultivos de remolacha, patata, hortalizas, que resultan más ricos cuanto menor es la altitud.

En la franja más occidental, en la raya con Portugal se extiende el espacio singular de las dehesos, grandes fincas que integran una triple dedicación: agrícola (cereal y pequeñas huertas), ganadera (ganado porcino, vacuno de carne y toro de lidia y ovino) y forestal (encina y alcornoque).

Junto al terrazgo agrícola -predominante en general-, alcanzan también importancia los espacios dedicados a la producción ganadera. La ganadería ovina, tradicional en el interior, sigue teniendo una gran importancia, que se ha incrementado gracias a las ayudas comunitarias; también se detectan amplias extensiones orientadas al vacuno cárnico en zonas de montaña (Ávila) y en las dehesas. A ellas se ha añadido la ganadería estabulizada -bovina, aviar (Valladolid) y porcina (Segovia)-.

Algunas zonas se caracterizan por su aprovechamiento forestal, como la tierra de pinares soriana y segoviana. En cuanto a las estructuras agrarias, predomina la pequeña y mediana explotación de tipo familiar, aunque no falta la gran propiedad, muy importante en Castilla La Mancha y Extremadura.

Matices regionales

Castilla-León y Aragón presentan una clara ordenación paisajística desde el fondo de sus valles hacia las vertientes de sus montañas colindantes:

En el centro de los valles del Duero y del Ebro, el regadío, dedicado en el primer caso a la remolacha, los forrajes y las patatas, mientras que el segundo ofrece un regadío de hortalizas y frutales (que han originado una importante industria conservera).

En sus cercanías llanas se ubica el viñedo de calidad, con denominaciones de origen (Rioja, Ribera del Duero, Toro, Rueda ...), así como el cereal, sobre todo a base de cebada, que adquiere una gran extensión en la Tierra de Campos, sin que falten las dedicaciones ganaderas de ovino.

En las zonas montañosas están las tierras de prados y de bosques, dedicadas a la producción de ganado para carne.

Castilla-La Mancha ofrece un gran equilibrio en cuanto a la proporción de los tres elementos de la trilogía mediterránea, de forma que el viñedo y el olivar están más presentes que en las otras regiones.

Extremadura y Salamanca presentan en los materiales silíceos de las penillanuras el peculiar paisaje de la dehesa. La primera ofrece también un regadío moderno de hortalizas y tabaco en la vega del Guadiana.

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