La Oratoria en la Antigua Roma: Arte de la Elocuencia y Poder de la Palabra

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La Oratoria

1. Introducción:

Tener el don de la elocuencia y conocer los secretos del buen hablar ("ars bene dicendi") ayudaba a triunfar en el mundo romano. El romano de clase alta es un ser político, que disfruta hablando en el foro, en el Senado, en la asamblea. Con la palabra podían abrirse de par en par todas las puertas; quien domina el lenguaje, quien se expresa con precisión, claridad y belleza a un tiempo, tiene prácticamente garantizado el triunfo en el Senado, en el Foro, en los tribunales e, incluso, en el campo de batalla arengando al ejército. El romano, de carácter pragmático, será un decidido partidario de los estudios de retórica consciente siempre del poder y del valor de la oratoria.

Obviamente, el ejercicio público de la oratoria va ligado a la libertad de expresión; cuanto mayores son las libertades públicas y mayor es el grado de democracia, mayores son las posibilidades del género. Así, la oratoria romana florecerá en tiempos republicanos e irá declinando en época imperial, sin llegar a perder nunca su importancia, pero sí su vigor. Proliferarán los tratados teóricos, pero la práctica se reducirá a las escuelas de retórica. Habrá un retroceso de la oratoria que podemos llamar pública en beneficio de una especie de retórica de salón, de escuela, para personajes cultivados, generalmente de las capas más altas de la sociedad.

2. Autores y épocas:

  • Época arcaica:

Antes del siglo II a. C.: Laudationes funebres (discursos fúnebres), escritos por diversos personajes ilustres en memoria de un ser querido.

  • Durante el siglo II a. C.: El contacto con la cultura griega, tras la conquista del país por parte de los romanos (146 a. C.), consolida la oratoria romana, cuando rétores griegos abren las primeras escuelas de retórica en Roma. Destaca en esta época Marco Porcio Catón, considerado la conciencia social de la Roma republicana.
  • Época clásica:
  • Predominan dos escuelas: la asiática, de estilo exuberante, períodos largos y grandilocuentes; y la ática, que apuesta por la austeridad y la sobriedad.
  • Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), quien marcará un antes y un después en el género. Además de tratados de retórica ("De oratore", "Brutus", "Orator") destaca su amplia producción de discursos a favor y en contra ("Pro Archia poeta", "In C. Verrem", "In L. Catilinam"...)
  • Época posclásica:
  • El régimen imperial, con la supresión de las libertades, incide negativamente en la vida política romana, y por consiguiente, en la oratoria pública. Ésta queda relegada a la práctica literaria y académica de las escuelas de retórica.
  • El hispano Quintiliano escribió la "Institutio oratoria", un programa de instrucción del joven orador desde la infancia hasta el cenit de su carrera.
  • El historiador Tácito, con sus "Dialogus de oratoribus", así como los discursos que en sus composiciones historiográficas pone en boca de sus personajes, se plantea las causas de la decadencia de la oratoria y concluye que la principal es la falta de libertad, pues sin ésta el arte de la elocuencia no puede sobrevivir.

3. Cicerón (106 – 43 a. C.)

Nació en Arpino, una pequeña ciudad del Lacio. Pertenecía a una familia de clase media, y desde muy joven, recibió una formación completa en Roma.

En el año 77 a. C. se marchó a Grecia para trabajar con Molón de Rodas, un maestro que le ayudó a perfeccionar el tono de su elocuencia. Al cabo de dos años regresó a Roma, y a partir de entonces llevó a cabo una brillante carrera: adquirió gran reputación y clientela como abogado, y se inició en política, que culmina en el año 63 a. C. al ser proclamado cónsul.

Durante el desempeño de su cargo descubrió y abortó la conjuración de Catilina, lo que le llevó al cenit de su actividad política. Tras el asesinato de César, Cicerón creyó que la República podría volver a ser restaurada y con sus famosas "Filípicas" atacó a Marco Antonio, que pretendía continuar con el legado de César. Con esta actuación firmó su sentencia de muerte: Cicerón fue declarado proscrito y el 7 de diciembre de 43 a. C., alcanzado en la huida, murió con valor.

4. La oratoria ciceroniana.

La época en que vive Cicerón es especialmente propicia para el ejercicio del discurso. La República está en un momento intenso y álgido; las tensiones entre partidos son máximas; la opinión pública está atenta a lo que puedan decirle sus políticos, a los que ovacionan o censuran sin reparos. Por su parte, la poesía va conociendo también unos niveles no logrados con anterioridad. Las enseñanzas de los rétores griegos han calado definitivamente en la sociedad romana. Así las cosas, aparecen varios personajes que preludian en unos casos y acompañan en otros al irrepetible Cicerón: P. Sulpicio Rufo, Licinio Calvo, el mismísimo Julio César y, sobre todos ellos, Q. Hortensio, el número uno hasta que Cicerón se cruzó en su camino. Con él pleiteó (proceso a Verres) y con él colaboró (proceso a Murena). Cicerón habló bien de él; apreció su verbo abundante, su desparpajo interpretativo y su composición ampulosa y, con frecuencia, excesivamente barroca y fluida.

Cicerón fue testigo de cuatro enfrentamientos civiles: el de Mario contra Sila y el de César contra Pompeyo; así como la rebelión de Espartaco y la conjuración de Catilina.

Defensor de la República, no vio jamás con buenos ojos el triunfo de César, en quien adivinaba tendencias dictatoriales e imperialistas. Tanto es así que, incluso momentos después del asesinato de César, se apresuró a romper una lanza más por los ideales republicanos. Arremetió entonces contra Marco Antonio, heredero en cierto modo de los ideales y las ambiciones de Julio César. Le dedicó unas "Filípicas" que le costaron la vida. Mercenarios de Marco Antonio le buscaron en su finca de Formia y mientras gritaba "¡libertas, libertas!", lo asesinaron brutalmente en 43 a. C., año y medio después de la caída de Julio César. Su cabeza y su mano derecha fueron llevadas a Marco Antonio, quien, en un acto de crueldad sin precedentes, ordenó exponerlas en el Foro.

5. Los discursos ciceronianos:

Sus discursos pueden dividirse en dos grandes apartados:

-Discursos judiciales, pronunciados ante un tribunal, tanto en calidad de abogado defensor como de fiscal acusador.

-Discursos políticos, pronunciados en el Senado o en el Foro.

Los discursos judiciales:

-"In C. Verrem": siete discursos demoledores contra Gayo Verres, que fue gobernador de Sicilia. Bastó que pronunciara dos de los siete que compuso para que el corrupto Verres se desterrara voluntariamente.

-"Pro Fronteio" y "Pro Rabirio": ambos son procesos por prevaricación y malversación de fondos.

-"Pro Marcelo"

-"Pro Murena"

-"Pro Archia poeta": al defender a este poeta griego, defiende todas las letras.

-"Pro Ligario": en defensa de quien, como él, estaba en contra de César.

-"Pro Milone": en defensa de Milón, que había dado muerte en un enfrentamiento a Clodio, el hombre que mandó al destierro al propio Cicerón.

-"Pro Roscio Amerino"

-etc.

Los discursos políticos:

-"De imperio Pompeii": todo un alegato a favor de Pompeyo frente a César.

-"Catilinarias": Cuatro vibrantes discursos contra L. Sergio Catilina, que fue candidato al consulado junto a Cicerón. Al no resultar elegido, trama una auténtica conspiración para hacerse con el poder. Cicerón lo descubre y arremete sin piedad contra él.

-"Filípicas": son catorce discursos virulentos contra Marco Antonio. El poder no le perdonó sus ataques y le dio por respuesta una muerte atroz.

A estos discursos hay que unir al menos los pronunciados por Cicerón al retorno del destierro al que le envió Clodio, tras haber arremetido contra Catilina. Son discursos de agradecimiento al Senado y al pueblo.

En estos discursos, tanto judiciales como políticos, Cicerón muestra un estilo cambiante. Arranca de postulados "asiánicos"[1]; esto es, con frases largas, ampulosas y dicción vehemente. En su época de madurez, Cicerón traza su propio canon, y en la última época, deriva hacia un "aticismo" muy matizado. Realmente Cicerón es él, y sólo él. Pretende hacer creer que su estilo no es asianista ni aticista, sino rodio (él estudió en Rodas). Quería dar a entender con ello que él se situaba en medio de ambas corrientes. Lo cierto es que le sedujeron más el barroquismo, el artificio y la pompa que la concisión.

6. Las obras retóricas de Cicerón:

A su faceta como compositor y ejecutor de discursos une Cicerón una fecunda actividad como crítico literario o teorizante de retórica; esa teoría la explica en varias obras: "De oratore", "Brutus", "Orator", "De optimo genere oratorum", "Partitiones oratoriae" y "Topica".

En "Brutus" traza una historia de la oratoria romana; "De oratore" y "Orator" son dos auténticos manuales de retórica.

La elaboración del discurso:

Basándose en los escritos de los rétores griegos, Cicerón, en sus obras retóricas, explica las cinco partes del proceso que exige el discurso:

-Inventio, o búsqueda de los correspondientes argumentos.

-Dispositio, o distribución adecuada de esos argumentos, encadenando unos con otros.

-Elocutio, o arte de adornar las ideas con la sintaxis precisa.

-Memoria, para recordar cada dato en su lugar apropiado.

-Actio, todo lo relacionado con el momento de la pronunciación del discurso: gestos, voz, énfasis...

También explica Cicerón las partes en las que se estructura el discurso:

-Exordium, o introducción al tema.

-Narratio, o exposición del asunto objeto del discurso.

-Argumentatio; esta parte tiene dos facetas: una positiva (probatio) o exposición razonada de los argumentos, y otra negativa (refutatio) o rechazo de las objeciones reales o posibles.

-Peroratio, es la conclusión final.

Cada parte tiene una técnica especial para llevar a buen puerto el discurso, cuya finalidad es docere, delectare y movere; es decir, instruir, deleitar y emocionar.

EL "Orator" se centra en la "elocutio"; se explican las figuras de palabra y de pensamiento, la composición de las frases, el ritmo, la expresividad, etc.; se matiza entre estilo sencillo, mediano y sublime.

Después de Cicerón la oratoria se refugia en las escuelas de retórica; los discursos y los tratados de Cicerón serán allí libros de referencia y de consulta obligada.

[1] Estilo ático: Estilo de oratoria caracterizado por la mesura, la sobriedad, la sencillez en los discursos.

Estilo asiánico: Estilo caracterizado por la ampulosidad, la exageración, el barroquismo.

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