Oposición al Régimen Liberal y Guerras Carlistas en España
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Oposición al Régimen Liberal y las Guerras Carlistas en España
10.1 La Cuestión Foral
El gobierno liberal al que accedió María Cristina se vio fuertemente opositado por el grupo tradicionalista y antiliberal, los carlistas, que se agruparon en torno al infante Don Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). Los carlistas no aceptaban el liberalismo que iba en contra de la forma de pensar de los españoles. Además, el nuevo modelo industrial (la maquinaria) no identificaba a los trabajadores con su obra. El bajo clero y parte del medio apoyaron esta corriente (había desaparecido el diezmo y la primicia), al igual que la baja nobleza, con el objetivo (entre otros) de obtener cargos por nacimiento. Así, bajo el lema Dios, Patria y Rey (al que luego se añadiría Fueros), los carlistas comenzaron una serie de pronunciamientos militares que empezarían la guerra civil en España, la llamada Guerra Carlista (a la que seguirían en distintas fases dos más).
La Primera Guerra Carlista (1833-1839)
Se inicia con levantamientos en Vizcaya y Navarra y se puede dividir en tres etapas:
- Primera etapa (1833-1835): Don Carlos se empeñaba en la búsqueda de la capital. Los carlistas no contaban inicialmente con un ejército regular por lo que se organizaban (gracias al apoyo popular sobre todo en el norte) en guerrillas. Prusia, Austria y Rusia habían garantizado el apoyo al infante, pero cuando éste obtuviese la capital, señal de que hay realmente un estado al que respaldar. Don Carlos envió a su más brillante general, Zumalacárregui, a tomar Bilbao, cosa que parecía imposible y que así sería, ya que el ejército carlista (unos 25.000 hombres) perdería la batalla y Zumalacárregui moriría, perdiendo el carlismo a uno de sus principales y más respetados líderes, mientras que el general Cabrera unificaba las partidas aragonesas y catalanas.
- Segunda etapa (1835-1837): Se caracterizó por las expediciones militares. La capital carlista se fijó en Morella (zona del Maestrazgo) mientras que el general Gómez realizaba la expedición por toda España levantando partidas y buscando apoyo económico. Los liberales (que recibían apoyo internacional de Inglaterra, Francia y Portugal) mantuvieron la defensa de Bilbao con la victoria final de las tropas de Espartero en Luchana (1836), poniendo fin al sitio de la ciudad. Por otro lado, Carlos María Isidro había iniciado la expedición hacia Madrid, aunque se quedarían en Guadalajara, esperando a Gómez para poseer un mayor ejército. Sin embargo, esto permitió a los liberales organizarse y vencer a los carlistas, replegándose estos hacia el norte.
- Tercera etapa (1837-1839): Se alcanzó la victoria liberal, lo que condujo a un enfrentamiento y división en la agrupación. Por un lado, quedaron los transaccionistas, bajo el general Maroto, quienes se mostraron partidarios de alcanzar un acuerdo con los liberales que se haría realidad con la firma del Convenio de Vergara (1839) entre Maroto y el general liberal Espartero. Los términos del acuerdo establecían la negociación para mantener los fueros en las provincias vascas y en Navarra. Por otra parte, el general Cabrera, al mando de los intransigentes (más cercanos a Don Carlos y apoyados por una radicalizada base campesina), eran partidarios de continuar una guerra ya perdida. Sin embargo, confinados en la zona del Maestrazgo, serían finalmente derrotados con la toma de Morella (1840).
Las Guerras Carlistas Posteriores
En 1846 se produciría una segunda guerra carlista, iniciada con las sublevaciones carlistas de els matiners en Cataluña, pero que no llegó muy lejos y acabaría con la derrota carlista en 1849. Sin embargo, puso de manifiesto la fuerte oposición que sufría el liberalismo en el noroeste español y en los territorios con tradición foral (Navarra y el actual País Vasco). Más tarde, en 1873, se iniciaría una tercera guerra carlista con alzamientos en armas en Vizcaya (durante el corto reinado de Amadeo de Saboya) que se extendería a Navarra y zonas de Cataluña, con la esperanza de sentar en el trono a Carlos VII tras la desaparición de Isabel II en el panorama político. Pero, una vez más, el carlismo perdió finalmente esta guerra en 1875, aunque se convirtió en un foco permanente de inestabilidad.
La Cuestión Foral
La cuestión foral tuvo su momento cumbre tras el Convenio de Vergara (1839), donde se incluyó una ambigua promesa del mantenimiento de los fueros vizcaínos y navarros. Sin embargo, en 1841 Navarra perdería sus aduanas, privilegios fiscales, exenciones militares y autogobierno. A cambio, consiguieron un sistema fiscal beneficioso: pago del cupo anual a la Hacienda. También Vizcaya y Álava perdieron sus juntas y aduanas. Se daba el llamado pase foral, un antiguo derecho de instituciones jurisdiccionales y municipales que se obedecen pero no se cumplen, y se retrasan pero no se suspenden las disposiciones del gobierno central. No obstante, los vizcaínos estaban exentos del servicio militar obligatorio. También era ventajosa para la población vasca la contribución anual al Estado, los llamados conciertos económicos (1846).