La novela española de 1939 a 1975
6. LA NOVELA DE 1939 A 1975. CAMILO JOSÉ CELA, MIGUEL DELIBES.
Introducción.
La Guerra Civil provoca un corte profundo con la tradición anterior: quedan abandonadas las tendencias renovadoras y experimentales impulsadas por Unamuno o Valle-Inclán. Ni siquiera las propuestas más próximas de Pérez de Ayala y Gabriel Miró tienen continuadores. Solo parece atenderse al realismo de Pío Baroja. El aislamiento cultural, la falta de “maestros” (muertos o exiliados) y la censura explican esta situación.
El exilio.
Entre los exiliados destacan autores que pertenecieron a la vanguardia durante los años veinte: Francisco Ayala, Rosa Chacel, Max Aub, Arturo Barea (La forja de un rebelde), Ramón J. Sender (autor del magistral Réquiem por un campesino español) y que evolucionan de forma personal, pero coinciden en abandonar la narrativa “intelectual” y volver a los temas éticos y humanos.
Años cuarenta.
Se editan novelas menores hasta la aparición de la corriente existencial: el reflejo amargo de la vida cotidiana, marcado a veces por el tremendismo (selección de los aspectos más duros de la vida). Tres novelas de esta tendencia marcan la resurrección de la narrativa tras la guerra: La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela; Nada, de Carmen Laforet; y La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes.
Años cincuenta.
De la angustia existencial de la novela de posguerra pasamos en los años cincuenta a las inquietudes sociales. La colmena de Cela y El camino de Delibes son las precursoras de esta corriente. Entre los representantes de esta novela social hay evidentes rasgos comunes; ante todo, la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la sociedad española, el anhelo de cambios sociales. Para todos ellos, el novelista debe ejercer un papel de testimonio o denuncia de miserias e injusticias. Así pues, la sociedad se convierte en el tema mismo del relato en todos sus ámbitos: la dura vida del campo (Los bravos de Jesús Fernández Santos), el mundo del trabajo (Central eléctrica de Jesús López Pacheco), el suburbio urbano, con su miseria (La resaca de Juan Goytisolo), la burguesía y su juventud desocupada y abúlica (pasiva) (Nuevas amistades de Juan García Hortelano).
En lo que corresponde a las técnicas narrativas se prefiere lo sencillo y lo directo; unos autores aspiran al “objetivismo” y otros son partidarios de un “realismo crítico”. El lenguaje adopta el estilo de la crónica y los diálogos recrean el habla de los distintos sectores sociales.
Ejemplo de las características señaladas y culminación del realismo social es El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, que lleva a sus últimas consecuencias la técnica “objetivista”.
1960-1975: la renovación de las técnicas narrativas.
A partir de 1960, comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo dominante, se lamenta la “creciente despreocupación del escritor respecto del lenguaje” y se pide un “enriquecimiento artístico”. Y en 1962, Luis Martín Santos abría un nuevo camino con Tiempo de silencio: no faltaba en ella la denuncia social; pero el autor se proponía también nuevas formas de narrar.
Los novelistas tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes innovadores extranjeros (Kafka, Proust, Joyce, Faulkner) y pronto causará impacto la nueva novela hispanoamericana (García Márquez).
Frente al tratamiento realista, se da entrada a lo imaginativo, lo alucinante, lo irracional, lo onírico. El “desorden cronológico” sustituye a la narración lineal y se utilizan diversas técnicas que afectan a la narración, las descripciones y los diálogos, tan importantes en la novela social, y cuyo papel disminuye a favor de otros procedimientos como el “estilo indirecto libre” o “el monólogo interior”
Hay autores que se revelan ahora, como Juan Benet (Volverás a Región) o Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa). Otros, ya consagrados, se unen a esta tendencia: Cela (San Camilo 1936), Delibes (Cinco horas con Mario) o Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.).
Camilo José Cela (1916-2002) es un autor gallego, cuyas obras reflejan un profundo pesimismo que, a menudo, se enmascara bajo un humor negro muy característico. Estudió medicina y cuando estalló la Guerra Civil se alistó en el bando franquista, obteniendo un cargo como funcionario después de la misma. Tras cosechar grandes éxitos con La familia de Pascual Duarte. se dedicó plenamente a la literatura, lo que le valdría el Premio Nobel en 1989.
En su estilo, destaca la riqueza expresiva y la habilidad en la descripción de tipos y ambientes. Su trayectoria muestra también su afán de experimentar nuevas técnicas narrativas, y en ella se diferencian varias etapas. En la primera destaca "La familia de Pascual Duarte", un relato tremendista por su truculencia, con un cúmulo de crímenes y atrocidades. Su crudeza provocó una polémica en torno al pesimismo existencial de Cela. En su segunda etapa, escribe "La colmena", libro con el que inicia la etapa de realismo social y de renovación formal (en esta obra, destaca el personaje colectivo, la condensación temporal y su carácter de novela abierta, ofreciendo una panorámica del vivir colectivo). No obstante, Cela, en esta obra, sigue presentando una visión pesimista y desengañada pero con objetividad; se trata de una novela social). En su última etapa evoluciona hacia el experimentalismo con obras como “San Camilo 1936”.
Miguel Delibes(1920-2010). Ocupa uno de los primerísimos puestos en la novela contemporánea. Su abierto humanismo cristiano le lleva a acercarse a los humildes y a criticar la sociedad burguesa. Así, tras revelarse con
Una segunda etapa se inicia en 1966, con Cinco horas con Mario. Aquí, Delibes junta la preocupación ético-social y la renovación formal, incorporando un monólogo interior de un personaje, que le sirve para hacer una crítica irónica a las clases medias. Esta obra supuso una intensificación de la carga crítica y, a la vez, una búsqueda de nuevas formas.
Esta búsqueda se acentúa en la tercera etapa, con la alucinante Parábola del náufrago (1969), de un experimentalismo muy distante a su realismo habitual y en donde hace una parodia de la deshumanización del individuo moderno. Junto a esta hay que señalar otra obra maestra: Los santos inocentes (1981), en donde recupera el experimentalismo y la denuncia social a través de una nueva incursión en el entrañable y áspero mundo rural.
Caracterizan siempre a Delibes unas excepcionales dotes de narrador, una insuperable capacidad para reflejar tipos y ambientes, y un seguro dominio del idioma, lo que le permite acertar, con difícil facilidad, en los más variados registros, sobre todo en la autenticidad del habla popular.