Nietzsche sobre la Verdad, Perspectiva y el Fin de Dios

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Nietzsche: Razón, Verdad y Perspectivismo

La misma noción de razón, tan cara a la Ilustración, no es más que una estrategia producida por los instintos para su conservación y expansión. Al ser humano lo define más la constitución de los instintos que lo conforman que el hecho de ser racional.

Y de igual modo la noción de verdad es sólo un producto de la razón humana. Sin embargo, esa noción de verdad que la razón produce puede estar auspiciada por los instintos de la decadencia o no estarlo.

En el primer caso lo que se produce es la noción de una verdad absoluta, objetiva, y “desinteresada”, algo que existe con independencia del propio ser humano. Esta manera de plantear la existencia de la verdad como algo ajeno al ser humano no es más que una expresión de la decadencia y del miedo al devenir, que intenta “parar” la realidad sosteniendo que existe un punto de vista privilegiado y absoluto desde el que decir qué es “realmente” real y qué apariencia. Pero no existe ni tal punto de vista ni tal verdad absoluta, la verdad no es más que un conjunto de metáforas, ilusiones y convenciones fijadas por un pueblo.

Nietzsche se mostrará contrario a que el intelecto pueda captar lo real. El arte expresaría la realidad, según él, mucho mejor que la filosofía o la ciencia.

Sin embargo, la noción de verdad es, bien entendida, útil para los instintos. Aunque no se tratará de una verdad absoluta, sino de una verdad que sea expresión de una perspectiva que sea útil para la vida; esto sitúa a Nietzsche en el perspectivismo. Conocer es interpretar subjetivamente la realidad a través de las sensaciones. El mundo es susceptible de muchos sentidos e interpretaciones; es decir, presenta perspectivas distintas. No hay una perspectiva “verdadera”, porque las cosas no tienen naturaleza “en sí”, independiente de nuestra interpretación y subjetividad. Cada perspectiva posible es tan “real” como cualquiera otra, y en tanto que la perspectiva es distinta no es más que expresión de una distinta organización instintiva. La perspectiva está en función de los instintos que la producen.

Pues bien, dentro de las múltiples perspectivas que los humanos tenemos, alguna de ellas consigue imponerse sobre las demás y ser la verdad intersubjetiva de un pueblo. Cuál perspectiva se imponga no está decidido, hay pugnas entre ellas, que no son más que expresión de la competencia entre distintas configuraciones de instintos. Lo que Nietzsche señala es que, tras imponerse una, si lo hace desde los instintos de la decadencia, tenderá a ser considerada absoluta, a ser considerada la única verdad, la verdad absoluta que dice la única manera en que es el mundo real, ya sea éste un mundo trascendente -como dirían teólogos y metafísicos- o un mundo inmanente -como dirían los científicos nacidos tras la Ilustración. Pero en realidad, aunque una verdad tenga que reinar para un pueblo, puede entendérsela de manera distinta. Se la puede entender como un instrumento, una ficción útil o simulacro, que se acepta porque tiene consecuencias benéficas para la vida. Y esto, que favorezca o no la vida, se convierte en el criterio de verdad; en la manera de seleccionar entre teorías y verdades antagónicas.

La Muerte de Dios

Desde la Ilustración, la creencia en la existencia de Dios había entrado en crisis. Sin embargo, y a pesar de que la intelectualidad considera cada vez más que Dios no existía, la mayoría de las instituciones que la existencia de Dios había garantizado y legitimado a lo largo de la historia, permanecían inconmovibles, como si ese acontecimiento no les afectara.

Lo que Nietzsche anuncia son, justamente, las consecuencias que la muerte de Dios tendrá para el ser humano, consecuencias que todavía no han llegado a conocerse.

Porque si Dios era el garante del orden moral, político y legal, de la verdad, del conocimiento y de la misma naturaleza, del sentido del mundo y de toda existencia, entonces, la muerte de Dios, tendrá que tener repercusiones en todos esos campos.

La muerte de Dios no significa que ya no se crea en Dios, es que todo lo que se ha sustentado en éste paulatinamente se está desmoronando, aunque los hombres todavía no han tomado conciencia de sus consecuencias.

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