Neoplatonismo y San Agustín: Explorando la Metafísica, Ética y Teología

Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Filosofía y ética

Escrito el en español con un tamaño de 5,02 KB

4. Neoplatonismo

Resurge con el neoplatonismo el estudio metafísico y teológico del Primer Principio. Una recuperación del platonismo llevado al terreno de la religión. Dentro de esta corriente de pensamiento podemos distinguir el neoplatonismo hebreo de Filón de Alejandría y el neoplatonismo greco-latino de Plotino y Proclo.

Filón de Alejandría

Su pensamiento se nutre, por una parte, de la filosofía de Platón y, por otra, de la revelación bíblica. Concibe a Dios como un ser absolutamente simple e incorruptible, pero que difiere del demiurgo platónico, porque es creador e incognoscible para el hombre. Introduce por primera vez, en la historia de la filosofía, el concepto de creación. El mundo ha sido creado por Dios. El mundo de Filón comienza con Dios, le sigue el logos como imagen perfecta de Dios y las ideas como imágenes particulares, y acaba con las cosas sensibles. La ética tendrá como finalidad la unión íntima del hombre con su creador.

Plotino

Su discípulo Porfirio reunió sus escritos en seis grupos de nueve tratados, lo que se conoce como Enéadas. Plotino partió del Uno como ser supremo y absoluta plenitud de ser, causa de sí mismo y de todo lo demás. Esta plenitud hace que se vaya difundiendo por emanación. Esto significa que Dios no crea propiamente, es decir, que no es trascendente a las cosas, sino que el mundo surge por emanación. Este proceso emanativo desde el Uno tiene tres momentos: el nous o mundo de las ideas, el alma cósmica y el mundo material. Su ética consiste en la purificación para liberarse de la materia y así iniciar el camino de retorno al Uno.

Proclo

Formuló una filosofía de la identidad, según la cual el Uno se hace todas las cosas gracias a un proceso triádico: primero es reposo en sí, evolución hacia lo múltiple y, al final, retorno sobre sí mismo.

San Agustín

Fue simpatizante del maniqueísmo, doctrina herética que mantenía la existencia de un principio del bien y otro del mal en continua lucha. Después entró en contacto con la Academia Nueva de carácter escéptico, que sostenía que no existía la verdad, que, como mucho, se puede alcanzar cierta probabilidad. Su entrada en la filosofía la llevó a cabo mediante la filosofía neoplatónica. Los esquemas neoplatónicos, sobre todo la capacidad del alma para descubrir las verdades eternas, le sirvieron para comenzar a volcar su naciente fe en categorías filosóficas e iniciar, de este modo, la primera gran sistematización de la filosofía cristiana.

a. Las verdades eternas

San Agustín es un pensador que vive la filosofía como lo que es: una búsqueda incesante de la verdad. El explorador de la verdad se vale no solo de la filosofía, sino también de la fe, los sentimientos, la poesía o la vida misma para lograr su único objetivo: la Verdad, que ahora se identifica con Dios mismo. Lo que hace que todo tienda a la Verdad es el amor. Mantiene que la Verdad está en el interior del hombre. Las verdades eternas son reflejos de la Verdad eterna. La inteligencia es algo divino, todo conocimiento es una iluminación que se deriva de las verdades eternas y, en último término, de Dios mismo.

b. Dios, mundo, alma

El mundo mudable nos hace buscar lo inmutable, que es Dios, el Ser en acto puro, causa del ser participado, de la Bondad, de la Verdad, de la Belleza. Dios es absolutamente simple, las creaturas están compuestas por materia y forma, incluso los ángeles (una suerte de hilemorfismo universal). Todos los seres son imágenes de Dios, pero especialmente el alma humana, la cual lleva impresa la imagen de la Trinidad. El alma tiene una inteligencia que produce un conocimiento de sí misma, y de esa relación surge el amor. El origen del alma es uno de los grandes misterios. Si pensamos que es transmitida por los padres, encontramos la dificultad de cómo de lo material puede surgir lo espiritual. El fin del hombre es el mismo Ser del que procede. San Agustín modifica la circularidad platónica sustituyendo el determinismo por la libertad.

c. La ciudad de Dios

La obra más importante de San Agustín representa una gran apología del cristianismo. La obra se divide en dos partes. La primera contiene un duro ataque al paganismo. La segunda supone la filosofía de la historia agustiniana. San Agustín, desde una posición providencial, divide la historia en seis periodos, correspondientes a los días de la creación, que culminará con el juicio final, cuando se realizará la separación de las dos "ciudades", que han coexistido mezcladas durante siglos. San Agustín mantuvo la existencia mística de dos ciudades, creadas por dos amores: el propio, hasta el desprecio de Dios, creó la ciudad terrena; y el amor de Dios, hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad celestial.

Entradas relacionadas: