El negro no entiende. Rosa Montero. Texto 33.

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El negro no entiende texto 33

Tema: Necesidad de librarse de los ridículos prejuicios racistas.

Organización de las ideas:

La estructura del texto es inductiva, ya que primero presenta el relato y de él se desprende la tesisal final como conclusión. Por ello, este texto puede dividirse en dos partes.

En la primera parte, que se corresponde con los tres primeros párrafos, se narra la anécdota que introduce la tesis. Se pueden distinguir: el planteamiento (primer párrafo), localización espacio-temporal de la escena, presentación de los personajes y situación que da origen al conflicto: la chica alemana descubre que un negro está comiendo de su bandeja;
El nudo (segundo párrafo), desarrollo de los hechos, reacción de la chica y comportamiento de ambos en la mesa; y, por último, el desenlace (tercer párrafo), donde se cuenta el final de la historia: la chica descubre su error.

La segunda parte se corresponde con el cuarto y último párrafo, y en ella se establece la tesis final y la conclusión: hay que liberarse de los prejuicios racistas. También se alude al receptor de la historia: los españoles con ideología racista.

Resumen: En el autoservicio de una universidad alemana una estudiante descubre, al regresar a la mesa, que un joven negro se ha puesto a comer de su bandeja. Pensando que quizá el chico no tenga dinero para comer, se muestra cariñosa y comparte con él la comida. Pero, cuando se vuelve a levantar, descubre que su bandeja sigue intacta en otra mesa y que ha sido ella la que ha estado comiendo de la del chico.

Comentario crítico:

El texto es un artículo periodístico de opinión, en concreto una columna, publicado en el periódico El País, y firmado por Rosa Montero, reconocida escritora y periodista y habitual colaboradora de este diario.

Trata de un tema de evidente actualidad: la xenofobia o el racismo presente en la mentalidad de los españoles, que ilustra con una anécdota que ella misma califica de auténtica y deliciosa. El texto responde a una estructura sintética o inductiva, ya que primero presenta el relato, y la tesis se desprende al final como conclusión.

La localización de la historia es muy breve: comedor autoservicio de una universidad alemana; al igual que el retrato de los dos chicos que la protagonizan, pero los pocos detalles descriptivos que se dan sobre su aspecto son muy significativos y establecen un contraste entre ambos. La alumna es una “chica rubia” e “inequívocamente germana”. Sin embargo, el chico negro es “probablemente subsahariano”. Los acontecimientos se narran de forma pormenorizada hasta que se produce la situación que da origen al conflicto: un chico negro está comiendo de su bandeja.

En un primer momento, la chica disculpa la actitud del africano, con argumentos que evidencian la prepotencia y el paternalismo propios de los países ricos. La educación exquisita europea que está intentando enseñar la chica al africano cuadra muy bien con el adjetivo trufado por medio del cual se describen las sonrisas comprensivas de la chica dirigidas al pobre e inculto muchacho.

El final de la escena se cierra de forma sorprendente. Al levantarse, descubre su propio abrigo junto a una bandeja de comida intacta. Nada se nos dice ahora de la reacción de la chica, porque la autora espera que nos identifiquemos con ella y aprendamos la lección que a continuación nos expone. El inmensamente educado había sido él y no ella.

Ahora la autora no disimula su posición y directamente explicita en primera persona a quién se la dedica: a nosotros, los españoles que, aunque no lo reconozcamos, en el fondo los consideramos inferiores.

Dado que en España tradicionalmente no ha habido convivencia con diversas razas de inmigrantes, un gran sector de la población no se considera racista o xenófobo, porque tampoco ha tenido ocasión de demostrarlo, aunque puede que en el fondo sí exista esta mentalidad. Esta situación hace que este tipo de comportamientos sea mucho más difícil de erradicar que si las personas abiertamente reconocieran o defendieran el racismo y la xenofobia.

Por otro lado, coincido con Rosa Montero en que la mayoría de veces somos condescendientes con los inmigrantes que viven junto a nosotros en situaciones precarias y a lo más que llegamos, es a ayudarles de forma paternalista. El hecho que se denuncia es esta falta de solidaridad y de verdadero tratamiento igualitario, presente cada vez más en nuestra sociedad desde que el desarrollo económico ha atraído a nuestro país a miles de inmigrantes. Muchos de ellos proceden del continente vecino y llegan en pateras en condiciones infrahumanas huyendo de la miseria y la indignidad. Y no acaban, precisamente, en un comedor universitario sino que vuelven a su país a continuar con una pésima forma de vida.

La tesis es más efectiva porque el bochorno que siente la joven alemana es el mismo que deberíamos sentir nosotros cuando miramos por encima del hombro a las personas que vienen de países en vías de desarrollo (Hispanoamérica, Europa del Este o África), a buscar un medio de subsistencia en nuestro país, y olvidamos que hace pocas décadas éramos nosotros los que resultábamos en unos casos acogidos y en otros humillados, cuando emigrábamos, en busca de refugio o de un medio de vida, a la vendimia de Francia, a las industrias alemanas o a los países de Sudamérica.

Con todo, resaltamos la alusión a los países ricos. El origen de la discriminación racial o xenófoba es la diferencia económica y de poder. Nadie recela de un jugador de fútbol enriquecido por la fama, o de una top-model como Naomi Campbell. El desarrollo económico vivido en nuestro país nos ha hecho pasar de ser un país exportador de inmigrantes a ser un país receptor. No olvidemos nuestro pasado en el que nuestros abuelos tenían que emigrar para buscar un futuro mejor.

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