La narrativa culta en verso: el mester de clerecía

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En el siglo XIII se produjo un desarrollo cultural y económico que permitió la escritura y difusión de libros cultos, y se compusieron una serie de narraciones en verso con temas religiosos y profanos, adaptados del latín pero en lengua romance, para que llegaran a un público iletrado. Sus autores son clérigos que tienen una intención didáctica y propagandística frecuentemente ligada a los intereses de los monasterios a los que pertenecían. Se diferencian de los cantares de gesta (o también llamado, por oposición, mester de juglaría) en los siguientes aspectos:

  • Son narraciones escritas, destinadas a ser leídas.
  • Las fuentes son escritas y de carácter culto.
  • Sus autores declaran que sus obras son libros y quieren organizarlos siguiendo unas pautas estéticas.
  • Están escritas en verso con métrica regular: cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo, estrofas de cuatro versos alejandrinos monorrimos en consonante.

Gonzalo de Berceo

Con Gonzalo de Berceo (h. 1195-1264?), clérigo que vivió en el monasterio de San Millán de la Cogolla, hace su aparición en la literatura española la conciencia de autor:

Yo, maestro Gonçalvo de Verceo

nomnado yendo en romería caecí en un prado

verde e bien sencido, de flores bien poblado,

ogar cobdiciaduero pora omne cansado

Un hemistiquio es la mitad de un verso. La separación entre dos hemistiquios viene determinada por una breve pausa o cesura.

caecí: fui a parar; prado: metáfora de la Virgen; sencido: intacto; omne: hombre.

Su actividad creadora se centra en divulgar en romance las narraciones religiosas escritas en latín. Pero no se limitó a traducirlas, sino que articuló la materia de sus relatos y con el propósito de que llegaran a todo tipo de gentes, aun las más incultas, introdujo recursos como situar la acción en lugares conocidos o representar costumbres populares. Utilizó un lenguaje asequible y sencillo, con expresiones populares, diminutivos, refranes… Su intención oscila entre su deseo de convertir el monasterio de San Millán en un lugar de peregrinación, y su propósito de enseñar y deleitar a los grupos de peregrinos que llegaban al monasterio. Escribió fundamentalmente obras de inspiración mariana (dedicadas a la Virgen) y vidas de santos.

Entre sus obras destacan sobre todo sus Milagros de Nuestra Señora. Se trata de un conjunto de narraciones que, dentro de la tradición mariana de estos siglos, demuestran que la Virgen sirve de mediadora en la salvación de sus devotos.

El libro se organiza en dos partes:

  • Introducción alegórica en la que el narrador se presenta como romero que entra en un prado que es la Virgen.
  • Milagros, que son veinticinco de acuerdo con el simbolismo mágico de los números, que considera el cinco el número mariano por excelencia.

El mester de clerecía en el siglo XIV

El mester de clerecía se prolonga en el siglo XIV, aunque con ciertas peculiaridades, en la obra del canciller Pedro López de Ayala, a quien debemos el Rimado de Palacio; en la del rabino judío don Sem Tob de Carrión, autor de los Proverbios morales, pensamientos pesimistas apoyados en la observación de la vida cotidiana, y, sobre todo, en la del clérigo Juan Ruiz que estudiaremos a continuación.

Juan Ruiz y el Libro de Buen Amor

Texto La única obra de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, del que apenas se sabe nada, es un libro complejo y variado que se ha conservado en tres copias manuscritas con distinta fecha y en algunos fragmentos. En ninguna de ellas aparece el título que se propuso en atención a su contenido y que ha sido generalmente aceptado.

Contenido y organización El Libro, que está compuesto por más de siete mil versos, se caracteriza por la diversidad de estrofas que presenta (cuaderna vía, zéjel…) y por incorporar diversas materias inconexas y mezcladas: fábulas, ejemplos (Pequeña narración que se aduce para comprobar, verificar o ejemplificar una determinada enseñanza.)poesías profanas y religiosas, digresiones didáctico-morales, debates ... que aparecen unidos por una ficticia y leve autobiografía en la que el protagonista narra en primera persona sus correrías en busca de aventuras amorosas para las que cuenta con la ayuda de un tercero. Sin embargo, a lo largo del texto aparecen diferentes "yo" que se superponen al del protagonista.

Género literario. Métrica El Libro de Buen Amor no se corresponde con ningún género literario específico, sino que constituye un muestrario de los géneros medievales. Su métrica también participa de esta diversidad. Aunque la mayor parte del libro está escrito en cuaderna vía, esta estrofa alterna con formas métricas juglarescas y tradicionales como el zéjel.

Lenguaje y estilo El lenguaje se caracteriza por su variedad –hay latinismos, arabismos, cultismos y un extenso repertorio de vocabulario popular– y por su exuberancia: frecuentes acumulaciones de sinónimos. La sintaxis es variada, precisa y expresiva, y cabe destacar la presencia de refranes. El libro se caracteriza también por la proliferación de recursos humorísticos, juegos de palabras, alegorías, antítesis o paradojas.

Sentido de la obra El propio Juan Ruiz declara su propósito didáctico moral de inducir al amor a Dios (el buen amor) y oponerlo al amor a las mujeres (el loco amor). Pero él mismo advierte de que el Libro también puede servir de guía a los partidarios del "loco amor". Hay, pues, cierta ambigüedad que puede proceder simplemente del talante de sus lectores. El propio libro afirma que "suena distinto" según quien lo lea. La excepcional importancia del Libro de Buen Amor radica en su originalidad y en su condición de obra en la que confluyen todos los saberes y tradiciones medievales literarias. La exaltación de lo mundano aparece al lado del sentido religioso de la existencia. La métrica se adecua al tono y carácter de cada episodio. El lenguaje, vivo y riquísimo, contribuye al tono humorístico y regocijado del Libro, acorde, por otra parte, con el nuevo público urbano al que va dirigido.

La prosa

A lo largo del siglo XIII y paralelo a su uso literario, científico, técnico y religioso, se desarrolla el cultivo de la prosa en España en una lengua, el castellano, que había ido fijándose paulatinamente y que podía servir ahora para usos que habían sido exclusivos del latín. Entre las traducciones que contribuyeron a esa fijación hay que destacar las de las colecciones de cuentos orientales por su trascendencia posterior. Una importante colección, traducida del árabe, es el Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mujeres.

La creación de la prosa castellana: Alfonso X el Sabio

Con la obra del rey Alfonso X, el Sabio (1221-1284), decisiva para el desarrollo de la lengua y de la literatura españolas y también de la historia, de la ciencia y del derecho, la prosa castellana alcanzará la plena disposición para expresar cualquier contenido. El monarca, que reunía en su corte sabios de todas las razas y religiones, pretendió sistematizar y traducir al castellano todo el saber de su tiempo. Él mismo revisó y escribió estas traducciones procurando la mayor propiedad y perfección de la sintaxis y del léxico con el fin de obtener una lengua eficaz. Por ello es considerado el creador de la prosa castellana, que con él adquiere la categoría de un idioma nacional. La ingente obra cultural del rey Sabio abarca todas las materias. Entre las obras de prosa didáctica de Alfonso X merece la pena destacar algunas de tema jurídico como las Partidas, de tema histórico como la Grande e general estoria, o de entretenimiento como el Libro de axedrez, dados e tablas. Por otra parte, el rey Sabio también cultivó la lírica, género en el que destacan las Cantigas de Santa María, obra de tipo religioso escrita en gallego.

La prosa en el siglo XIV: D. Juan Manuel y el Libro de Patronio o Conde Lucanor

El infante don Juan Manuel (1282-1248), sobrino de Alfonso X y nieto de Fernando III el Santo, intervino activamente en la política de su tiempo, pero esa actividad no le impidió la creación de una importante obra literaria. Con él aparece en la literatura española la figura del escritor orgulloso de su obra que corrige de su propia mano y que llega al extremo de depositar un manuscrito en el monasterio de los frailes Predicadores de Peñafiel, porque [don Juan] "ruega a los que leyeren cualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de los libros que él hizo, que si hallaren alguna palabra mal puesta, que no pongan la culpa a él hasta que vean el libro mismo que don Juan hizo, que es enmendado en muchos lugares de su letra." Por desgracia, los manuscritos tan cuidadosamente corregidos por don Juan Manuel se han perdido. Entre sus obras, de tono muy doctrinal, destacan el Libro del caballero y del escudero, el Libro de los estados o Libro del infante y, sobre todo, el conocido como El conde Lucanor.

El Conde Lucanor

La obra más importante del infante consta de dos prólogos y cinco partes, con los mismos personajes:

I. Cincuenta y un ejemplos o apólogos:

De las cinco partes, la más conocida y extensa es la primera, que consiste en una colección de cincuenta y un ejemplos que siguen la tradición peninsular iniciada por obras como el Sendebar. La intención del libro es didáctica, pretende que los hombres actúen de manera que les sea provechosa en honras, haciendas y estados. Todos los cuentos tienen el mismo esquema: el conde Lucanor tiene un dilema y consulta a su ayo Patronio; Patronio le responde a través de un relato; Patronio aplica la historia al caso concreto; D. Juan resume la enseñanza en la moraleja. Los cuentos que conforman el libro no son originales, sino que proceden de la tradición árabe, oriental o cristiana, y tampoco lo son la intención didáctica, el diseño repetitivo o la técnica de relatos con marco10. La originalidad de don Juan Manuel radica en la cuidada organización de los materiales, en la creación de la atmósfera de los relatos o de los caracteres de los personajes...

II, III y IV. Colección de proverbios o sentencias deliberadamente oscuras V. Tratado de lo que se debe saber para salvar el alma y ganar el paraíso.

El teatro

Olvidado el teatro grecolatino, el teatro surge de nuevo en Europa con orígenes religiosos. Durante los siglos X, XI y XII se desarrollaron en el interior de las iglesias románicas las primeras representaciones dramáticas, tropos y dramas litúrgicos, relacionadas con la Navidad y la Pascua que tenían la finalidad de amenizar la liturgia. Pronto, a finales del siglo XII, estas obras se empiezan a escribir en lengua vulgar. Se inicia un proceso de secularización que coincide con la aparición de las ciudades y llevará las representaciones desde el interior de la iglesia a los pórticos de la misma y, finalmente, a las plazas públicas.

Los primeros dramas profanos que aparecieron fueron los espectáculos populares (danzas, pantomimas11...), muy identificados con el Carnaval. Mientras el teatro se desarrollaba en los monasterios, público y creador pertenecen al mismo ámbito, pero cuando las representaciones se realizan en las plazas de las ciudades, frente a las fachadas de las nuevas catedrales góticas, el público urbano será el nuevo receptor del espectáculo teatral. El teatro cumple entonces una función social: sirve de diversión y entretenimiento, pero, también, para divulgar el saber bíblico y religioso. Las representaciones se hacen bien en carros o bien sobre unas tarimas, levantadas al efecto, que presentaban juntos y en sucesión todos los espacios de la acción.

En Castilla se ha conservado un único texto dramático: el Auto o Representación de los Reyes Magos, escrito a finales del siglo XII, que consiste en un fragmento de 147 versos polimétricos. En él, los tres Reyes, que han descubierto la estrella y dudan si tendrá relación con el nacimiento de Dios, deciden ir a comprobarlo.

Mención aparte merecen unos poemas dramáticos llamados Danzas de la Muerte que existieron en la Baja Edad Media en toda Europa. En estas composiciones, que constituyen un fiel trasunto de las profundas crisis y calamidades de la época, la Muerte invitaba "a su danza" a diversos personajes. El tema central de todas estas Danzas es el poder igualatorio de la muerte, que no distingue entre el poderoso y el humilde, la joven y la anciana, el religioso y el caballero... Unos y otros se dan la mano para iniciar una danza macabra, sobrecogedor desfile de todos los estamentos y clases sociales medievales.

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