Música vocal en el Romanticismo

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5.- La música vocal en el Romanticismo. El lied, la ópera y la zarzuela


EL Romanticismo (S. XIX)


La revolución francesa e industrial influyen decisivamente en el cambio de mentalidad. El cambio es progresivo


El Romanticismo supone una reacción contra el clasicismo: frente a la razón, la fantasía y la imaginación; frente a las reglas y al orden, la libertad.

Estilo de grandes contrastes: lo pequeño frente a lo grande


Prima lo individual frente a lo colectivo, la universalidad de la Ilustración frente a la individualidad del ser


Se caracteriza por la subjetividad, imaginación y amor a la naturaleza


La burguésía adquiere una gran relevancia económica y política


El objetivo estético es conmover, impactar


  • El “yo” frente al mundo: pequeñez frente al universo, reivindicación de lo propio nacionalismos, el director frente a la orquesta.

  • El sentimiento necesita ser expresado: el piano será autónomo frente a la orquesta.

Frente al hombre ilustrado, el ROMántico es mucho más individualista, aunque coincide con aquél en exaltar los valores de la libertad y el progreso, pero de forma más pesimista. Esta sensación de pesimismo hace que el hombre quiera huir de este mundo, refugiándose por un lado en su interior (especialmente en el intimismo de la música) y por otro en la tendencia que muestran las artes a un alejamiento respecto a la realidad inmediata, tanto en el tiempo como en el espacio (ambientes medievales, países exóticos).


La naturaleza aparece como símbolo de un poder superior. Hay un gusto por lo colosal. El virtuosismo es la representación de una fuerza extraterrena. Florece la literatura pianística debido al carácter íntimo del instrumento y a su expresividad.


La imaginación del hombre occidental se ve dominada por la idea del cosmos como un mecanismo enormemente intrincado, formado por diversas partes que dependen de unas leyes estrictas de causa y efecto, las mismas que posibilitarán el examen individual de los elementos por parte del científico. Esto se corresponderá con el surgimiento de las macroformas musicales.


La idea del tiempo como una corriente en perpetuo movimiento, que viene desde alguna parte y "progresa" hacia otra, encuentra un paralelo evidente en el carácter finalista de la obra musical del Siglo XIX, en la que cada sección se articula sumándose a la anterior y a la que le sigue, según el sistema de repetición cíclica de los elementos temáticos (esto tiene que ver con la sinfonía cíclica, más adelante).


EL LIED

Lied, término alemán que significa canción. Aunque en su país de origen tiene una acepción más amplia, hoy día, tanto dentro como fuera de Alemania, hace referencia a un tipo de canción íntima escrita para ser ejecutada generalmente por una sola voz, con acompañamiento de piano. En ella se compenetran música y poesía, y ambas partes forman una unidad indisoluble. El lied se ha convertido en un drama musical condensado desde sus comienzos, que expresa en unos pocos minutos lo que la ópera expone en varias horas.

Desde los puntos de vista histórico y cronológico, se desarrolló con el compositor alemán Franz Schubert en 1814, aunque tuvo sus antecedentes en Mozart y Beethoven. El lied schubertiano nacíó con la ayuda de dos movimientos literarios decisivos:

El primero, que señalaba el despertar y la toma de conciencia de una sensibilidad burguesa, fue el lirismo pietista y afectivo de Klopstock y de su escuela. Schubert descubríó en él el culto a la muerte, muy importante para él en lo sucesivo. Destaca el llamado La muerte y la doncella
. También los inspirados en la naturaleza, del que el más conocido es La trucha
.

El segundo descubrimiento fue el hallazgo y la exaltación del folclore literario alemán, reconstruido y sublimado por el esfuerzo de la literatura culta. Goethe o Schiller compartían con la figura legendaria de Ossián y con el escritor escocés Walter Scott prodigiosas visiones épicas.

Lo que relaciona misteriosamente a Schubert con Schumann, Hugo Wolf y Johannes Brahms en sus lieder es una idéntica e irremediable nostalgia, que abarca todo el Siglo XIX: el sueño de una obra en donde se exprese el mito del tiempo, que finalmente se desvanecerá en el gran fresco de la Gurrelieder, una alucinante cantata compuesta por Arnold Schönberg entre 1900 y 1911. Pero antes de que esto ocurriera, Wagner había escrito el ciclo Wesendonck (1857-1862), Richard Strauss su Mañana (1893-1894) y Gustav Mahler había publicado las Canciones de un compañero de viaje y la sinfonía vocal El canto de la tierra (1908).

A partir de entonces, el Lied todavía conocíó en su agonía los temblores expresionistas de Schönberg y de Albán Berg, así como los destellos luminosos de Antón von Webern.


LA ÓPERA

La ópera (obra de teatro enteramente cantada) es una forma de expresión muy del gusto ROMántico. El Romanticismo (que ocupa buena parte del Siglo XIX), aunque prefiere en general la mayor subjetividad de la música instrumental, no descuida los géneros vocales como la ópera.

  En la ópera se traduce además, junto a otras (la preferencia por lo fantástico, por la libertad formal, por el individualismo, por el espíritu nacionalista…), una interesante carácterística ROMántica: el gusto extremista por lo grande y por lo pequeño. Lo grande está representado por la Gran Ópera de Meyerbeer y lo pequeño por géneros como la Ópera Cómica y la opereta de Offenbach.


Bel canto

Al principio del Siglo XIX se mantiene la distinción entre ópera seria y bufa. Se manifiesta esta pervivencia de la tradición en lo que se conoce como Bel Canto, expresión con la cual se intentó sintetizar las cualidades técnicas y virtuosísticas que debía poseer un buen cantante: la perfecta producción del legato a lo largo de todo el registro vocal, como también el desarrollo de elementos virtuosísticos como la coloratura, el trino, la brillantez de los agudos y sobreagudos y el manejo perfecto de la respiración, emisión limpia de la voz… Estas cualidades se valoraban más que la expresión dramática o el lenguaje. El Bel Canto encontró sus máximos exponentes en Rossini, Bellini y Donizetti. Diremos unas palabras de cada uno de ellos.

El tránsito entre la ópera del Siglo XVIII y XIX, lo realiza Rossini (1792-1868) el cual representa la culminación de la ópera napolitana del Siglo XVIII y comienza una nueva época. Compone 32 óperas entre sus 18 y 32 años; su primer éxito fue la ópera seria Tancredi, a la que siguen varias cómicas. También prueba la Gran Ópera con Guillermo Tell. En Rossini destacan las oberturas animadas y vibrantes, con solos de instrumentos de madera, la combinación de un flujo melódico inagotable, con ritmos punzantes y  una melodía intensa, espontánea y popular, concebida para deleitar y conmover. La obra más conocida de Rossini es El barbero de Sevilla, compuesta con 24 años.

La ópera postrosiniana, antes de llegar a Verdi, tiene dos nombres importantes. El primero, Donizetti (1797-1848), con obras serias (Lucía de Lammermoor
) y óperas bufas (Don Pascuale, El elixir de amor, La hija del regimiento
); Donizetti como compositor tenía el mismo instinto melódico que Rossini.

          El segundo representante es Bellini (1801-1835), el cual está más influido por el Romanticismo en los temas que trata y en el fuerte apasionamiento que da a sus obras. Sus 10 óperas pertenecen al género serio (Norma, por ejemplo).


Verdi

Verdi(1813-1901) es el gran genio de la ópera Italiana del Siglo XIX y el heredero de Donizetti y Bellini. Verdi considera la obra como un modo de contar el drama humano y por ello reclama en sus libretos situaciones emocionales y violentas. Sus temas son de interés para el pueblo italiano. Muy vinculados al llamado Risorgimiento, sus dramas se cuentan a través de una melodía vocal, directa y sencilla. Enriquece la orquesta tanto en color como en textura y armónía. Su obra se suele dividir en tres periodos:

- Primero: Se le denomina patriótico por su compromiso con la libertad del pueblo italiano dominado entonces por Austria (Nabucco). Bajo la influencia de Rossini, Verdi compuso Rigoletto, La traviata y El trovador.

- Segundo: En este período de madurez Verdi se muestra preocupado por la unidad dramática y por la caracterización psicológica de los personajes. Sus temas son más elaborados y se dirigen a un público más entendido. De este período son Simón Bocanegra, La fuerza del destino y Don Carlos
.

-Tercero: En este último periodo de conclusión escribe Aida, Otello (símbolo del género trágico) y Falstaff (símbolo del género cómico).


Ópera francesa

En París la tragedia lírica ya era aceptada como teatro musical, con ricos decorados, arias agradables y un aspecto importante como el ballet. Charles Gounod (1818-1893), era una autoridad del bel canto en Francia. Su ópera Fausto escenifica la obra de Goethe, rompiendo con el drama filosófico, donde le da comodidad a la soprano en su coloratura, con números agradables y sentimiento lírico. Otro gran compositor que siguió esta línea fue Georges Bizet (1838-1875), con Los pescadores de perlas, con hermosas melodías, y sobre todo Carmen, una de las obras cenitales del repertorio operístico. Jules Massenet (1842-1912), hizo obras con un encanto sensual en su sonido y bordea el estilo naturalista. Algunas de sus óperas son Manon (1884) y Werther(1887), basada en las aventuras del joven Werther de Goethe. Samsom et Dalila (1877) de Camille Saint-Saëns (1835-1921) es una gran ópera con gran exotismo, con tres personajes principales, gran coro y ballet.  


Verismo

          En el último periodo de la ópera Italiana se da un movimiento llamado Verismo, muy influenciado por el Realismo o incluso el Naturalismo de Emilio Zola. El verismo lo representan Puccini (1858-1924) y Mascagni (1863-1945). De éste mencionaremos Los payasos. Puccini (1858-1924) fue un compositor de óperas de origen italiano. Su familia se dedicaba a la  música desde cinco generaciones anteriores. No fue un niño prodigio, pero tras intentar la composición de órgano, ingresó en el Conservatorio de Milán y estudió con Ponchielli. El estreno de su primera ópera, Le Villi, atrajo la atención de Verdi, del libretista Arrigo Boito y del editor Ricordi, que le encargó una segunda ópera, Edgar, que fracasó. Aún así, le sirvió para empujar a Puccini a escribir Manon Lescaut. Fue La Bohéme la obra con la que adquiríó fama internacional. Después siguieron otros éxitos como Madame Butterfly, Tosca, La Fanciulla del West, un tríptico de óperas de un acto y una Turandot acabada por su alumno Alfano y estrenada en 1926. Fue una figura plagada de éxito, lujos y bellezas, aunque tendía a la melancolía.


La opera alemana. Wagner.

          La ópera alemana está representada por la gran personalidad de Richard Wagner (1813-1883). La obra de Wagner tiene mucha importancia porque recupera la música alemana después de la muerte de Weber y también crea un nuevo sistema de trascendencia: el drama. Los periodos de su obra son:

-        Primero: A este periodo pertenecen sus primeras obras como Rienzi. A partir de El buque fantasma comienza a usar las leyendas germánicas.

-        Segundo: Con Tannhäuser, que trata de leyendas del medievo y el tema del amor.

-        Tercero: Aquí destaca el ciclo denominado El anillo de los nibelungos, que consta de cuatro obras, conjunto llamado La Tetralogía: El oro del Rhin, La walkiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses.

          La influencia de la música de Wagner en los músicos que le siguen, hasta que Debussy se libera de ella, es enorme, no sólo en ópera sino también en la música sinfónica. Wagner, que basa sus argumentos en la mitología alemana, tiene como ideal el conseguir una uníón de poesía, música, decoración, acción... De todas las artes en suma, en lo que él llama obra de arte total. Hace de la orquesta el punto crucial de sus óperas, enriqueciendo el lenguaje musical con nuevas armónías, cromatismo, y sobre todo con una gran riqueza tímbrica. Crea un elemento orquestal, el leitmotiv musical, que es la idea unitaria de la ópera. Es el elemento unificador de sus óperas.

          Con Wagner el ideal ROMántico de la uníón de las artes, bajo la que se considera la más sublime de todas (la música), alcanza un grado de concreción nunca igualado.  Buscando la evasión en el tiempo (mundos de mitologías y leyendas) y la identificación de la esencia nacionalista en el pasado, Wagner representa la culminación de un género, la ópera, que había surgido dos siglos atrás.


LA ZARZUELA

En España, al igual que en el resto de los países de Europa, la creación del teatro musical comienza en el Siglo XVII. El nombre de zarzuela proviene del Palacio de la Zarzuela (a su vez llamado así porque en sus alrededores abundaban las zarzas), lugar en donde se representaron las primeras obras con este título. La zarzuela podría definirse como una obra de teatro española, mayoritariamente de carácter cómico, en uno o varios actos, en la que se alternan las partes habladas y las partes cantadas.


El género comienza con las obras escritas por Calderón de la Barca (El laurel de Apolo fue la primera) alrededor de 1658 para ser representadas en el pequeño teatro del Palacio Real de la Zarzuela, donde se retiraba don Fernando de Austria, hermano del rey Felipe IV, durante sus cacerías. Era pues un género cortesano, no destinado al pueblo, que prefería las obras de los “corrales de comedias”. Su temática era amorosa, idealizada y pastoril.


Las zarzuelas se hicieron pronto comunes en todas las fiestas reales, sobre todo a finales del XVII. En ello participaron jóvenes dramaturgos como José de Cañizares o Antonio Zamora y músicos como Juan Hidalgo, Sebastián Durón o Antonio Literes.


Siglo XVIII

En el Siglo XVIII se producen algunos cambios, porque la zarzuela pasa al pueblo y empieza a representarse en corrales de comedias y teatros municipales. En general, los mencionados cambios van encaminados a hacerla más popular. El músico que mejor simboliza este cambio del género a comienzos del XVIII es José de Nebra. Este autor conoce a la perfección los estilos español e italiano (era amigo de Farinelli) y en su madurez (hacia la mitad del Siglo XVIII) compone sus mejores obras, entre ellas Viento es la dicha de amor
.


En esta época nace un segundo fenómeno teatral menor: la tonadilla
. Se trata de una obra escénica, corta, divertida y satírica que pinta las costumbres españolas. Generalmente las tonadillas se representaban en los intermedios de las comedias y eran como una pequeña ópera cómica en un acto. A veces las representaba (y cantaba) un personaje solo y otras veces dos, tres y hasta seis o más. Se trataba de hortelanos, venteros, poetas, peregrinos... Que cantaban músicas muy inspiradas en el folklore español usando danzas como las seguidillas, el fandango, la FOLía, etc. Los mejores autores de tonadillas son Pablo Esteve, Fernando Ferrandiere y Manuel Pla.


Siglo XIX

La gran época de la zarzuela, a pesar de lo dicho, será el Siglo XIX, sobre todo a partir de 1849, en que se da la restauración del género. Los músicos españoles se dan cuenta de que no pueden competir con los italianos y se repliegan en su género nacional. En esta época se dan obras de fuerte carácter popular como El tío canillitas de Soriano Fuertes o Colegialas y soldados de Rafael Hernando.


  A partir de ahí se suceden los intentos de darle al género un carácter importante sin perder sus raíces populares, intento que –justo es decirlo- nunca se logró del todo, a pesar de los esfuerzos de Barbieri (Jugar con fuego
), Gaztambide (El juramento) y Arrieta (El dominó azul). Estas zarzuelas de más pretensiones (por tema, longitud y calidad musical) conforman el llamado “género grande”. Las más modestas (un acto en vez de tres, menos personajes y efectivos musicales menos importantes) se engloban en el llamado “género chico”. Los autores son los mismos (Barbieri, Gaztambide y Arrieta), pero los títulos hablan por sí solos: Entre mi mujer y el negro, Los dos ciegos... Se intenta llegar al gran público, intención que está también detrás de la creación del llamado Género Bufo que dio lugar a Chorizos y polacos de Barbieri o Los sobrinos del Capitán Grant de Fernández Caballero.


Hoy se piensa que lo más logrado de la zarzuela está en el Género Chico, sobre todo en su segundo periodo, que se inicia a finales del XIX con La canción de la Lola de Federico Chueca y se bifurca pronto en el sainete lírico de Tomás Bretón (La verbena de la Paloma
) y la revista (La Gran Vía de Chueca).


Comienza la decadencia del género a partir de 1910 y culmina poco después de la Guerra Civil. No obstante, hay autores y títulos meritorios. Quizás el más memorable sea Luisa Fernanda de Federico Moreno Torroba.

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