Moriscos y la Tregua de los Doce Años: Expulsión, Rebelión y Paz en el Siglo XVII
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Moriscos: Conversión, Rebelión y Expulsión
A finales del siglo XV, los musulmanes españoles, al igual que los judíos, fueron obligados a convertirse al cristianismo o a emigrar. Aquellos que se convirtieron fueron conocidos como moriscos. Sin embargo, esta conversión no fue sincera en la mayoría de los casos, y muchos continuaron practicando el Islam en secreto, siendo vigilados de cerca por la Inquisición.
En la segunda mitad del siglo XVI, se produjo una gran rebelión en las Alpujarras granadinas. Los moriscos quemaron iglesias y se levantaron en armas, liderados por Muley Hacén, quien se decía descendiente de los reyes granadinos. La rebelión fue sofocada por don Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II. Gran parte de los moriscos granadinos fueron deportados a otras regiones de Castilla.
En 1609, el rey Felipe III decretó la expulsión definitiva de los moriscos. Esta decisión tuvo graves consecuencias para algunos reinos, como Valencia, donde los moriscos constituían la mayoría de la población agrícola. Los señores locales protestaron ante el rey, pero no lograron revocar la orden. Desde los puertos del Mediterráneo, los moriscos embarcaron hacia el norte de África, contribuyendo a revitalizar ciudades como Fez. Su influencia fue especialmente intensa en Túnez, donde fundaron varias ciudades y su cultura perduró durante generaciones, conservando su lengua, vestimenta y afición al teatro.
La Tregua de los Doce Años
La Tregua de los Doce Años es el nombre con el que se conoce el acuerdo de cese de hostilidades entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas durante la Guerra de los Países Bajos. Fue firmado en 1609 en Amberes (actual Bélgica).
En 1598, en el transcurso de este conflicto, Felipe II nombró a su hija Isabel Clara Eugenia (casada con el archiduque de Austria Alberto de Habsburgo) gobernadora de los Países Bajos. El 18 de abril de 1607, tras negociaciones iniciadas un año antes, se acordó firmar una primera tregua. Posteriormente, se iniciaron nuevas conversaciones, después de que los archiduques obtuvieran plenos poderes del rey español Felipe III.
Dada la dificultad de alcanzar un acuerdo de paz, se logró al menos un pacto de tregua el 9 de abril de 1609. El rey español (que ratificó la Tregua tres meses más tarde) reconoció la existencia independiente de las Provincias Unidas (que la corroboraron en agosto). Ambas partes podían comerciar en cualquier territorio hispano y tenían derecho a disponer de los territorios conquistados hasta entonces.