Mitos Clásicos: Relatos y Representaciones de la Antigua Roma
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Diana de Versalles
Diana era hija de Júpiter y Latona, hermana gemela de Apolo, y una de las doce divinidades del Olimpo, diosa de la caza. Nació en Delos y, recién nacida, ayudó a la madre a traer al mundo a su hermano.
Diana no tuvo compañero; es la diosa virgen por excelencia, símbolo de castidad y por ello protectora de las jóvenes muchachas hasta el momento del matrimonio. Ninguno de los pretendientes que intentaron conseguir su amor pudieron lograrlo, y por eso le ha sido otorgado el sobrenombre de "casta". La historia de Endimión no contradice esta idea, ya que el pastor de Caria, Endimión, que tenía el privilegio de no envejecer, una noche se quedó dormido sobre el monte Latmos y fue observado durante largo rato por la diosa Diana, que se había prendado de su belleza. Pero se alude aquí a la diosa Diana como personificación de la Luna. Su placer es la caza y pasa la mayor parte del tiempo en los bosques junto a sus perros y las ninfas sus compañeras, igualmente castas y puras. Terminada la caza, a la diosa le gusta descansar en una fuente junto a las ninfas.
A Diana cazadora se la representa como una muchacha alta, armada con arco y flechas y precedida por perros o por un ciervo. Sus piernas y sus pies aparecen desnudos o calzados con sandalias. Lleva los cabellos recogidos y una media luna sobre la cabeza. De hecho, en las manifestaciones tardías del mito, su imagen se asocia con la luna. Otras veces la diosa de la caza se representa mientras se baña en una fuente, sola o acompañada de las ninfas. Los artistas representan a veces a Diana y las ninfas sorprendidas por los sátiros. En realidad, ese tema, que no se encuentra en la mitología, es alegórico y alude al predominio de la lujuria sobre la castidad.
Mitos relacionados con la diosa Diana son la transfiguración de Acteón en ciervo, por haber visto a la diosa bañándose desnuda, o la de Calisto en oso, a petición de Juno por haberse dejado seducir por Júpiter. También el mito en el que Diana se enamora de Endimión o en el que mata con Apolo a las hijas de Níobe, quien se atrevió a sostener que era superior a Latona porque tenía más hijos que la diosa.
Baco
Baco, originariamente dios de la fertilidad, es famoso como dios del vino. Hijo de Júpiter y Sémele, el muchacho nació del muslo del padre, quien lo había cosido allí después de haber matado involuntariamente a la madre. Nació en Naxos y Mercurio lo llevó a Arabia a la mansión de las ninfas de Nisa. Confiado al cuidado de las ninfas, también fue educado por los sátiros y por el sabio Sileno, que le enseñó a plantar la viña, y las Musas le instruyeron en el canto y la danza. La difusión del culto de Baco en Grecia se correspondió con la difusión contemporánea del cultivo de la vid. En las fiestas en honor del dios participaban las bacantes, también llamadas ménades.
Cuando los Gigantes escalaron el cielo, Baco, tomando la forma de un león, luchó contra ellos con tanto éxito como bravura. Júpiter le animaba a la lucha gritándole: "¡Evohé! ¡Valor, hijo mío, valor!" y de ahí el sobrenombre de Evohé.
A Baco se le representa en muchas ocasiones en compañía de sus acólitos entregados a danzas desenfrenadas, con un pandero o tamboriles en las manos y dominados por la borrachera.
Además de las ménades, en el cortejo de Baco aparecen frecuentemente los sátiros, que a veces le acompañan con la flauta, y Sileno a la grupa de un asno. A veces en tan ruidosos cortejos se puede encontrar también a Ariadna, consolada por Baco tras haber sido abandonada por Teseo y convertido luego en su esposa. Baco y Ariadna suelen ser representados juntos con su séquito sobre un carro arrastrado por tigres, leopardos o cabras. A ese tipo de representación se le llama el triunfo de Baco. Mientras los primeros animales se refieren probablemente a la difusión del culto de Dionisio en Asia, los segundos aluden a los orígenes del dios, adorado bajo la forma de cabra o toro.
A pesar de su benevolencia, Baco castigó sin reparos a quienes se negaron a reconocerle por dios o se mostraron ingratos a sus beneficios, como las Mineidas, convertidas en murciélagos por negarse a rendir culto al dios, o Licurgo, rey de los edones que se opuso a la propagación de la vid y por ello fue atado a un árbol y abandonado a las bestias feroces, o Penteo, rey de Tebas.
Rapto de Proserpina
Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, es la reina de los infiernos. Plutón, hijo de Rea y Saturno, por tanto, hermano de Júpiter, señor del reino de las sombras, enamorado de la muchacha, la rapta mientras ella cogía flores con una ninfas en el llano de Enna, en Sicilia, y la hace su esposa. Orgulloso el dios con su presa, lanzó a todo correr sus caballos negros, abrió la tierra con un golpe de su cetro y se hundió en el reino de las tinieblas. Este rapto se realizó con la complicidad de Júpiter y en ausencia de Ceres. Al enterarse ésta de la desgracia, partió precipitadamente en busca de su hija, recorrió las montañas, exploró las cavernas y los bosques, atravesó los ríos, encendiendo al llegar la noche dos antorchas para poder continuar su camino en la oscuridad. Al llegar al lago de Siracusa encontró allí el velo de Proserpina y comprendió que el raptor de su hija había pasado por aquel lugar; después supo por
boca de la ninfa Aretusa que el raptor era Plutón. Ceres, al saber dónde se encuentra su hija, se retira enojada, lo que provoca carestías y sequía en la tierra. De modo que Júpiter ordena a Plutón que restituya a Proserpina a su madre; sin embargo, la joven ha comido un grano de granada y eso basta para unirla definitivamente al mundo del más allá. En efecto, según la tradición, quien llegue al mundo de los muertos y coma allí cualquier cosa, no puede volver al mundo de los vivos. Así pues, Júpiter ordena que la hija de Ceres pase dos tercios del año en la tierra y un tercio con Plutón en el reino de los muertos. Según otros autores debe pasar la mitad del año en la tierra y la otra mitad en los infiernos.
A Proserpina se la celebra en el ámbito de las fiestas eleusinas, organizadas también en honor de Ceres. El culto de la diosa estaba difundido sobre todo en Sicilia, donde se pensaba que había ocurrido el rapto. En el ámbito iconográfico, Proserpina puede estar acompañada de Mercurio, el mensajero de los dioses, al que algunos atribuyen la función de benefactor. La granada, en cuanto fruto relacionado con Proserpina, fue considerada ya desde la Edad Media símbolo de resurrección.
Fragua de Vulcano
Vulcano, hijo de Júpiter y Juno, es el dios del fuego y herrero de los dioses, presentado en los relatos míticos como un dios cojo, defecto que, según algunos mitos, se remonta a su nacimiento. Por ese motivo, Juno, avergonzada de él, arrojó del Olimpo al hijo todavía en pañales. Caído en el Océano, Vulcano fue recogido por Tetis, que lo crió durante nueve años. En cambio, según otra versión del mito, el defecto de Vulcano se debió a Júpiter, quien, en un momento de ira, mientras discutía con Juno, Vulcano salió en defensa de su madre, lo agarró por un pie y lo arrojó del Olimpo. El dios estuvo cayendo durante un día entero hasta que al atardecer cayó sobre la isla de Lemnos y fue acogido y curado por los sintios, la población del lugar; por ello el culto de Vulcano se celebraba especialmente en esta isla; también se le honraba en las islas de origen volcánico, como Sicilia. En Roma el culto de Vulcano tenía orígenes muy antiguos.
Además es el dios de los metales y la metalurgia, y reina sobre los volcanes, que son sus talleres, y en ellos trabaja con sus ayudantes los Cíclopes.
Vulcano se casó con Venus, quien le traicionó con Marte. Informado por el Sol de la infidelidad de su mujer, el dios preparó una red invisible que colocó sobre el tálamo (asunto que se observa en la obra de Velázquez). Apenas los dos amantes se acostaron, quedaron atrapados en la red. Luego Vulcano llamó a todos los dioses para que fueran testigos de la traición. Ese episodio ha atraído la fantasía de muchos artistas que, a veces, han reelaborado el mito aportando en sus pinturas soluciones originales. Vulcano aparece también solo con Venus en su fragua o mientras la diosa de la belleza le pide las armas para Eneas (momento representado en la obra de Le Nain) o cuando le entrega a Tetis las armas de Aquiles.
Encontramos otros mitos relacionados con Vulcano; así pues, ayudó a Júpiter en la batalla contra los gigantes, encadenó a Prometeo en el Cáucaso, creó y modeló a Pandora del fango, ayudó al nacimiento de Minerva al hender la cabeza de Júpiter.
Laocoonte
Tras haber construido el caballo de madera, los griegos lo dejaron abandonado en la playa. Al día siguiente, los troyanos se acercaron a él y comenzó una discusión sobre qué hacer. Laocoonte, que se preparaba para cumplir un sacrificio a Neptuno, arrojó una lanza contra el vientre del enorme animal en el intento de convencer a sus compatriotas para que lo destruyeran. En ese momento llevaron ante Príamo a un griego, de nombre Sinón, que dijo que el enorme animal había sido construido por los griegos para dar gracias a Minerva. Además, si los troyanos llevaran el caballo a la ciudad, conquistarían el favor de la diosa, lo que les haría invencibles. Salieron de improviso del mar dos serpientes monstruosas que se dirigieron hacia los hijos de Laocoonte y se enroscaron a sus cuerpos. El sacerdote entonces corrió en ayuda de los muchachos, intentando matar a las horribles criaturas, pero también él quedó atrapado en sus terribles anillos y murió. Luego las serpientes se deslizaron veloces hacia el templo de Minerva donde desaparecieron. La muerte de Laocoonte se interpretó como un castigo divino y, por tanto, como prueba de la sinceridad de Sinón, y los troyanos llevaron el caballo a la ciudad, abriendo paso a su derrota.
Conducción del Caballo de Troya
Homero, en la Odisea, indica brevemente el episodio de la construcción del caballo de madera y de la posterior toma de Troya. Virgilio recupera el tema y lo cuenta detalladamente en la Eneida. Después de muchos años de guerra los aqueos comprenden que no lograrán tomar Troya. Ulises, pensando en conquistar la ciudad con engaños, propone a Epeo, uno de los jefes griegos, ayudado por Minerva, la construcción de un gigantesco caballo de madera y esconde en el interior del vientre a los guerreros más valerosos. Luego los griegos se alejan de la costa simulando haber desistido del asedio, y atracan en una isla cercana. Los troyanos, aconsejados por Sinón, un griego infiltrado, deciden llevar el caballo al interior de la ciudad, y debido a las imponentes dimensiones de la figura de madera, que no puede pasar a través de las puertas, abaten parte de los muros. Troya será tomada esa misma noche.
En la imagen podemos observar como el caballo fue transportado a la ciudad gracias al auxilio de ruedas o rodillos construidos por los troyanos, tal como cuenta Homero.
Eneas relata a Dido sus aventuras
El mito de Dido, hija de Muto, rey de Tiro, se remonta a las antiguas leyendas sobre las migraciones fenicias en el Mediterráneo. Virgilio se apropió de la tradición aportando algunas variantes importantes y haciendo de la reina uno de los personajes más famosos y caracterizados de su Eneida. A pesar de que entre la fecha de la caída de Troya y la de la fundación de Cartago pasaron más de tres siglos, el poeta latino imaginó a Dido y Eneas como contemporáneos y llevó a su héroe, tras abandonar Troya en llamas, arrastrado por una tempestad a las costas africanas en las cercanías de Cartago. Dido acogió benévolamente a Eneas, quien, durante un banquete en su honor, a petición de la reina contó las peripecias que le habían sucedido desde la caída de Troya; narró la treta de los griegos, el fin de Troya, su propia huida con un puñado de compatriotas y sus vagabundeos en busca de un nuevo hogar.
La reina, cuyo marido había muerto muchos años antes asesinado por su hermano, se enamoró del héroe. Pero Eneas no puede escapar al destino que los dioses le tienen reservado a él y a su descendencia. El príncipe troyano, por invitación de Mercurio, se ve obligado a retomar el viaje, a pesar del profundo sentimiento que le une a Dido. Después de un afligido adiós en que la reina intentó en vano detener a su amado, el jefe troyano partió. Dido, desesperada, ordenó que se encendiera una pira fúnebre sobre la que se mata con la espada de Eneas.
En el cuadro de Guérin podemos ver una escena íntima en el interior del palacio; a la izquierda aparece Eneas, con el casco de penacho, contando a Dido sus peripecias desde su huída de Troya. Dido aparece recostada, escuchando embelesada las palabras de su amado. Abraza a un niño, probablemente Cupido bajo la figura de Ascanio, hijo del héroe. Tras ella, aparece una figura femenina, que bien pudiera ser una matrona, o bien su hermana pequeña Ana.
Rómulo y Remo
Amulio y Numitor, hijos de Procas, rey de Alba Longa, descendientes de Eneas, sucedieron a su padre. Sediento de poder, Amulio expulsó al hermano y obligó a Rea Silvia, única hija de Numitor, a permanecer virgen convirtiéndola en vestal. Pero el dios Marte yació con la muchacha, quien dio a luz a dos gemelos. Por ello, Amulio encerró a Rea Silvia en prisión y ordenó a un siervo abandonar a los recién nacidos en las aguas del Tíber. Sin embargo, la cesta en la que los niños fueron colocados se quedó enganchada en la orilla y los pequeños fueron criados por una loba. En ese lugar habitaba el pastor Fáustulo, quien los confió al cuidado de su mujer. Al hacerse mayores, Rómulo y Remo conocieron su origen y, tras matar a Amulio, devuelven Alba Longa a Numitor. Luego fundaron una nueva ciudad en el lugar en que habían sido abandonados. Posteriormente surgió una disputa entre ambos y Rómulo, después de haber matado a su hermano, concluyó la fundación de la ciudad.
La escena representa el momento en que el pastor Fáustulo, a la derecha, encuentra a los niños, que están siendo amamantados por la loba. La mujer joven que aparece a la izquierda parece ser Rea Silvia, madre de los gemelos. Y el anciano que aparece a su lado podría ser una representación del río Tíber.
Rapto de las Sabinas
Después de haber fundado Roma, Rómulo se dio cuenta de que, para que su reino pudiera incrementarse manteniendo un sólido futuro, debía asegurar a la ciudad una descendencia segura y duradera. A tal fin envía mensajeros a las poblaciones vecinas con el encargo de establecer nuevas alianzas, garantizando de ese modo matrimonios seguros. Sin embargo, ninguno fue recibido benévolamente ya que las ciudades vecinas temen la eventual potencia futura de Roma. Así pues, Rómulo decidió organizar fiestas solemnes en honor de Neptuno e invita a los sabinos y a las poblaciones de los alrededores. Durante las celebraciones, a una señal convenida, los jóvenes romanos raptaron a las muchachas sabinas expulsando a sus familiares. Semejante gesto provocó la inevitable reacción de los sabinos, que declararon la guerra a Roma.
Sin embargo, durante una sangrienta batalla, las mujeres sabinas, no queriendo perder a sus maridos ni a sus padres y hermanos, se interpusieron entre los dos bandos enfrentados, implorando la deposición de las armas y el establecimiento de un acuerdo de paz. Sus plegarias fueron escuchadas y los dos pueblos se fundieron en uno solo con Roma por capital. Rómulo y Tito Tacio, rey de los sabinos, reinaron juntos en una diarquía hasta que éste último fue asesinado en extrañas circunstancias.
En la imagen vemos a Hersilia, hija del rey sabino Tito Tacio, que se había casado con Rómulo, entre su padre y su marido, al tiempo que pide a los guerreros de ambos lados que no separen a las mujeres de sus esposos o a las madres de sus hijos. Otras mujeres sabinas se le unen en sus exhortaciones.
Muerte de Lucrecia
Virtuosa noble romana, Lucrecia era esposa de Colatino. Sexto Tarquinio, hijo del rey Tarquinio el Soberbio, se enamoró de ella y se introdujo de noche en su habitación, aprovechando la ausencia del marido, que estaba con el ejército. El hijo del rey intentó por todos los medios seducir a la mujer y ante el rechazo de Lucrecia amenazó con matarla a ella y a un esclavo y dejarla junto a su cadáver. De ese modo se pensaría que Lucrecia había sido sorprendida en adulterio, en compañía de un siervo. Sin escapatoria, la mujer cede a los deseos de Sexto. Al día siguiente Lucrecia mandó llamar a su padre y a su esposo. Después de informarles de lo sucedido, hace que los dos hombres juren vengarla y se quita la vida clavándose un puñal. Junio Bruto, sobrino de Tarquinio el Soberbio que asistió a la escena, incitó al pueblo a la revuelta y expulsó al rey y a sus hijos de Roma. Esa historia marca el comienzo de la República romana, de la que Bruto y Colatino fueron los dos primeros cónsules. La imagen de Lucrecia, que se mata prefiriendo la muerte al deshonor, tema recurrente en la iconografía renacentista, interpreta el sacrificio de la mujer como símbolo de la virtud conyugal.
En la imagen podemos ver a Sexto Tarquinio, que amenaza a Lucrecia, lanzándose contra ella armado con un puñal. Lucrecia trata en vano de liberarse de la amenazadora figura de Tarquinio.