Miguel Hernández: La fusión genial de la tradición y la vanguardia

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Miguel Hernández: La fusión genial de la tradición y la vanguardia

Orihuela, en 1910. Por edad, pertenecería a la Generación del 36 se le considera como un “genial epígono” de la Generación del 27, mantiene una estrecha relación con grupo escritores, comparte muchas características estéticas e ideológicas, la presencia de rasgos tradicionalistas y vanguardistas. Trayectoria poética de M.H, gran influencia de la literatura tradicional, que le llega por dos vías: -la popular: transmisión oral y anónima. Y -la culta: grandes autores españoles, Siglos de Oro (Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope de Vega, Cervantes, Góngora…), modernos y contemporáneos (Bécquer, Rubén Darío, J. Ramón Jiménez, A. Machado, Alberti, García Lorca, Aleixandre, Pablo Neruda…), también en la obra de MH influencia de las vanguardias, no tan significativa como la de la tradición y se observa, tras su primer viaje a Madrid (1931). Este influjo vanguardista también le llegará por dos vías: la poesía pura y el surrealismo, estas dos tendencias, e van sucediendo a lo largo de su obra -poesía pura, poesía neorromántica, literatura de urgencia y exploración interior-, aunque en algunos de sus poemas se encuentran perfectamente fusionadas.

Influencia de la tradición, con los autores clásicos españoles:

A M.H. se le considera un escritor autodidacta, formación lectura de los clásicos de la literatura española y va incorporando a su escritura desde el Humanismo y el Renacimiento, hasta el Modernismo y el costumbrismo folklorista del siglo XX. Influencia de los clásicos en sus primeros poemas de adolescencia y en etapas de poesía pura y neorromanticismo. Inicios, M.H. demuestra que sabe interpretar sus lecturas y que es capaz de manejar el lenguaje poético más culto y elevado, para lo cual recurre a las referencias mitológicas greco-latinas, utilizadas por los del siglo de Oro. La personalidad literaria que más impactó en Miguel Hernández fue la de Luis de Góngora, al que los autores de la G. del 27 homenajearon e imitaron. Fue durante su primer viaje a Madrid (1931), cuando M.H recibe el influjo directo del estilo gongorino: poesía de difícil comprensión, por su hermetismo y por la utilización de metáforas sorprendentes, que le inspirarán el poemario “Perito en Lunas” (1933). Más adelante, compone “El rayo que no cesa” (1936) la influencia directa de otros autores clásicos, como San Juan de la Cruz, Garcilaso y Quevedo L. y Incluso, movido por su inicial religiosidad, M. Hernández imita los autos sacramentales barrocos de Calderón de la Barca, al componer su primera obra teatral “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras” (1933-34). Más adelante, Lope de Vega será el modelo en el que M.H. se basará para escribir sus dos obras teatrales de reivindicación social, etiquetadas como teatro de guerra: “Los hijos de la piedra” (1935) y “El labrador de más aire” (1936). Los poetas contemporáneos, M.H. siente gran admiración por Antonio Machado y por J. Ramón Jiménez, de quien elogia su sensibilidad, imitándolo en sus primeros poemas de juventud.

Influencia de las vanguardistas:

Recibe influencias de la poesía pura, a través de Jorge Guillén y de J. Ramón Jiménez, a partir de su primer viaje a Madrid (1931). Esto se verá reflejado en algunos poemas de “Perito en Lunas” (1933). Más adelante, en 1935, el poeta experimenta un giro ideológico, tras su segundo viaje a Madrid (1934) y su contacto con Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Esto supondrá también un giro en su estilo literario, comenzando a utilizar recursos propios del surrealismo, que se plasmarán en “El rayo que no cesa” (1936) y en sus obras posteriores, aunque también aparezcan rasgos tradicionalistas.

Influencia de la tradición popular: el neopopularismo.

Se entiende por neopopularismo la recreación culta de la tradición popular, especialmente desde que la pusieron de moda los autores de la G.del 27. Esta tendencia estética predomina en las últimas etapas de M.H., las de literatura de urgencia y exploración interior, mezclada con rasgos de las otras dos tendencias (tradicionalista y vanguardista). En este sentido, debido a sus orígenes, Miguel Hernández tiene facilidad para reelaborar las formas populares de los romances y de las cancioncillas tradicionales. Esto favorecerá su proceso de rehumanización, pasando del “yo” de su poesía amorosa (“El rayo que no cesa”, 1936) al “nosotros” de su poesía social: “Viento del pueblo” (1937), “El hombre acecha” (1939)), regresando por fin a la poesía del “yo íntimo”, que se universaliza, en “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-41). En esta última obra, lo que prevalece es la tradición popular, tanto en la forma (paralelismos, repeticiones…), como en la temática de sus poemas (el amor, la vida, la muerte…). Para concluir, podemos decir que, M. Hernández se fue haciendo a sí mismo, a base de absorber distintas influencias. Inicialmente, su motivo de inspiración es la literatura oral de tipo popular, pero su aprendizaje literario se basa también en la imitación de los escritores cultos, tanto clásicos como contemporáneos. Más tarde también recibirá el influjo de las vanguardias y poco a poco irá desarrollando un estilo más innovador, desprendiéndose del retoricismo inicial y creando su propio estilo poético. En definitiva, en Miguel Hernández confluyen la tradición y la vanguardia, pero es la particular reutilización de lo tradicional lo que hace de M. Hernández un poeta genial.

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