Metafísica y ciencia Kant
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Tanto empiristas como racionalistas consideraban que la cuestión fundamental en el campo epistemológico era el origen del conocimiento.
Para los racionalistas, el conocimiento es producto de razón y ésta por sí sola contiene ideas innatas que constituyen la base de todo el sistema de conocimiento, y por tanto de la física y la moral. En cambio, los empiristas defendían que todo conocimiento comienza en la experiencia sensible y consideraban la razón una “tabula rasa” que se llenaba con las impresiones sensibles. Así, no podríamos conocer nada que no provenga de la experiencia, y el conocimiento, en tanto que universal y necesario, sería imposible. Como producto del Racionalismo arraigado en la filosofía tradicional, se hace depender la moral, imprescindible en el campo del conocimiento práctico, de la metafísica, en la cual todo estaba en disputa. Por todo ello, Kant emprende un proyecto con el que analizar los elementos que intervienen en el proceso de formación del conocimiento, centrándose en su fundamentación en vez de en su origen. Como resultado, podría demostrar si la metafísica era una ciencia o un saber dogmático cuyos principios eran aceptados como indiscutibles sin ser sometidos al tribunal de la razón.El proyecto kantiano de la Crítica a la Razón Pura supone la superación del Empirismo y el Racionalismo. De los empiristas acepta que de la experiencia no podemos obtener conocimiento universal y necesario y de los racionalistas la necesidad de incorporar al proceso de conocimiento ciertos elementos a priori que le confieran esa universalidad y necesidad. Así pues, Kant viene a afirmar que el conocimiento tiene su origen en la experiencia, pero no se reduce a ella. Con esto, quiere decir que el conocimiento es una elaboración conjunta entre la información aportada por la experiencia y los elementos que el ser humano aporta sobre el material de la experiencia que le son innatas y que le dan cognoscibilidad. De esta manera, se concluye que la razón desligada de la experiencia no produce conocimiento, al tiempo que la experiencia no es capaz de proporciónárnoslo
Kant dará un giro copernicano y se centrará en el sujeto trascendental, ya que es el que da el toque de universalidad y necesidad necesarios mediante la incorporación de las condiciones formales.Basándose en la experiencia y en el matiz de la universalidad y necesidad necesarias en el conocimiento expone dos niveles del conocimiento: la sensibilidad de la experiencia y el entendimiento del conocimiento. En cada uno de ellos, se centrará en el estudio de las condiciones a priori que el sujeto impone sobre el material de la experiencia haciéndola cognoscible a nuestra racionalidad.En primer lugar, la Estética Trascendental es el estadio del conocimiento en que se ocupa de la forma que tienen los seres humanos de intuir y de percibir. La intuición sensible es una conjunción entre el nóumeno y las condiciones formales del espacio y el tiempo, que tienen como resultado el fenómeno. El ser humano no puede percibir nada que no haya sido previamente ordenado espaciotemporalmente, por lo que el nóumeno es incognoscible y no podemos saber nada de él. El espacio reside en el ser humano como forma pura de su intuición externa y justifica la existencia de la geometría como ciencia. El tiempo reside en el ser humano como forma pura de su intuición interna y justifica la existencia de la aritmética. Así, la matemática en tanto que estudio de las condiciones a priori de la sensibilidad es una ciencia y en su seno debe tener juicios sintéticos a priori. Aprovechamos para mencionar que la novedad kantiana estriba en la enunciación de la ciencia mediante este tipo de juicios. Anteriormente, los racionalistas habían afirmado que la ciencia se enunciaba en juicios analíticos a priori, enunciados que son independientes de la experiencia y en los que el predicado está contenido en el sujeto. Los empiristas afirmaron en contraposición que la ciencia se enunciaba en juicios sintético a posteriori, que se apoyan en la experiencia y amplían información sobre ella pero carecen del matiz de universalidad y necesidad. Kant afirmará que los juicios deben basarse en la experiencia y ampliar información sobre ella, pero la información que se amplíe debe ser universal y necesaria.La Analítica Trascendental es el estadio del conocimiento en el que se estudian las condiciones a priori que el ser humano aporta sobre el fenómeno para generar conocimiento. La mera intuición del fenómeno nos sería ininteligible, por ello las intuiciones sin conceptos son vacías. El entendimiento ordena la materia y la eleva hasta el concepto, para luego unir los conceptos y generar juicios. Por tanto, en la formación de cada concepto interviene un elemento empírico, el fenómeno, y la actividad formadora del entendimiento mediante las categorías. Las diferentes formas de juicio revelan las formas fundamentales de nuestro pensar. Cabe hacer una distinción entre la concepción kantiana del principio de causalidad con respecto a la empirista. Para Kant, la causalidad es una categoría, por lo que es la forma humana de ordenar la realidad y así queda garantizado el conocimiento científico. Esto es posible porque toda experiencia sucede de modo que el entendimiento estampa sus categorías en el fenómeno. Así pues, no podrá ocurrirnos ninguna experiencia que no coincida con la ley de la causalidad pues toda experiencia se produce gracias a la actividad ordenadora del entendimiento en categorías. Al orden regular de los fenómenos le llamamos naturaleza, y a sus leyes, leyes de la naturaleza, pero el orden de la naturaleza según leyes se explica porque nuestro entendimiento enlaza los fenómenos según las normas que residen en él. De esta forma, el hombre es el legislador de la naturaleza. Con esto refuta la crítica humana a la causalidad, según la cual las regularidades del pasado no eran motivo suficiente para establecer relaciones causa-efecto que nos permitieran predecir el futuro y obtener leyes científicas. En definitiva, en este estadio demuestra la validez de la física como ciencia, en cuyo seno hayamos también juicios sintéticos y a priori.Sin embargo, la razón humana tiene una tendencia natural a aspirar a lo inalcanzable, tiene un impulso irresistible de ir más allá del mundo de los fenómenos y hallar verdades absolutas. Estas no son más que ideas que los racionalistas afirmaban conocer a priori sin apoyarse en la experiencia y serán objeto de análisis kantiano en la Dialéctica Trascendental, donde se pone de manifiesto tanto el sentido positivo como el negativo de su crítica.En primer lugar nos centraremos en el sentido negativo de la crítica a los nóumena, en el que se denuncia la ilusión trascendental. Los nóumena no son objeto de intuición sensible y no los podemos percibir, de aquí el primer error de la metafísica al confundir el nóumeno con el fenómeno. Al aceptar “las cosas en sí” como reales se incurre en contradicción ya que los nóumena son precisamente incognoscibles por que se pueden pensar pero no son objeto de conocimiento. Es por esta actitud que se produce la segunda equivocación de la metafísica tradicional: creer que la razón puede franquear lo sensible y alcanzar lo absoluto, llevando a afirmar la existencia de seres suprasensibles de los que no se tiene intuición sensible y que son más bien producto de los deseos y esperanzas humanas. El remate de esta segunda equivocación viene dado cuando el entendimiento categoriza ideas que no son más que especulaciones de la razón. Pero lo peor, es que al no diferenciar entre nóumena y fenómeno no se distingue la realidad del plano de la moral, y se hace depender a los valores morales de las consecuencias metafísicas, poniéndolos en cuestión si se derrumban los principios metafísicos. En resumen, la razón no puede demostrar las Ideas metafísicas, pero tampoco puede refutarlas, por lo que cree en ellas y su existencia se basa en una cuestión de fe. Es en este punto que Kant transforma el sentido negativo de su crítica en un sentido positivo, precisamente porque le permite impedir que la metafísica se introduzca en el terreno de la moral y hacer así que la moral se fundamente en los nóumena positivos, es decir, que las Ideas se transformen en ideales imprescindibles en el ámbito del conocimiento práctico. De la unidad incondicionada de sujeto pensante surge la idea de Yo, pero la Idea de Yo se transforma en el ideal de inmortalidad. De la idea incondicionada de todos los objetos del pensar surge la idea de Dios, pero esta idea se transforma en el ideal de perfección y por último, de la unificación de todos los fenómenos subyacentes surge la idea cosmológica de Mundo, que se transforma en el ideal de Libertad. Estos ideales se sitúan en el terreno de la moralidad, donde no son necesarias las pruebas ni las demostraciones, ya que es el campo de la interpretación. Este es un territorio de valía para el ser humano, donde residen nuestras reglas de convivencia, los deseos y ambiciones de y para la vida humana y la libertad y la voluntad para lograrlos.Con esta crítica,
Kant limita la capacidad cognitiva de la razón y restringe su alcance para obtener conocimiento teórico. Pero al mismo tiempo, dado que quedan destruidas las pretensiones de la metafísica como ciencia, se abren las puertas a la interpretación valorativa y especulativa en torno a la inmortalidad, la voluntad y el deseo y se consigue independizar a la moralidad de la metafísica, asegurando la supervivencia de los principios morales y las normas de actuación humanas. En definitiva, la obra de Kant es el intento de hacer ver que la metafísica no podía continuar por los derroteros por los que se había desarrollado, demostrando que debe cambiar de rumbo y trasladar sus ideales trascendentes al terreno del conocimiento práctico.
Para los racionalistas, el conocimiento es producto de razón y ésta por sí sola contiene ideas innatas que constituyen la base de todo el sistema de conocimiento, y por tanto de la física y la moral. En cambio, los empiristas defendían que todo conocimiento comienza en la experiencia sensible y consideraban la razón una “tabula rasa” que se llenaba con las impresiones sensibles. Así, no podríamos conocer nada que no provenga de la experiencia, y el conocimiento, en tanto que universal y necesario, sería imposible. Como producto del Racionalismo arraigado en la filosofía tradicional, se hace depender la moral, imprescindible en el campo del conocimiento práctico, de la metafísica, en la cual todo estaba en disputa. Por todo ello, Kant emprende un proyecto con el que analizar los elementos que intervienen en el proceso de formación del conocimiento, centrándose en su fundamentación en vez de en su origen. Como resultado, podría demostrar si la metafísica era una ciencia o un saber dogmático cuyos principios eran aceptados como indiscutibles sin ser sometidos al tribunal de la razón.El proyecto kantiano de la Crítica a la Razón Pura supone la superación del Empirismo y el Racionalismo. De los empiristas acepta que de la experiencia no podemos obtener conocimiento universal y necesario y de los racionalistas la necesidad de incorporar al proceso de conocimiento ciertos elementos a priori que le confieran esa universalidad y necesidad. Así pues, Kant viene a afirmar que el conocimiento tiene su origen en la experiencia, pero no se reduce a ella. Con esto, quiere decir que el conocimiento es una elaboración conjunta entre la información aportada por la experiencia y los elementos que el ser humano aporta sobre el material de la experiencia que le son innatas y que le dan cognoscibilidad. De esta manera, se concluye que la razón desligada de la experiencia no produce conocimiento, al tiempo que la experiencia no es capaz de proporciónárnoslo
Kant dará un giro copernicano y se centrará en el sujeto trascendental, ya que es el que da el toque de universalidad y necesidad necesarios mediante la incorporación de las condiciones formales.Basándose en la experiencia y en el matiz de la universalidad y necesidad necesarias en el conocimiento expone dos niveles del conocimiento: la sensibilidad de la experiencia y el entendimiento del conocimiento. En cada uno de ellos, se centrará en el estudio de las condiciones a priori que el sujeto impone sobre el material de la experiencia haciéndola cognoscible a nuestra racionalidad.En primer lugar, la Estética Trascendental es el estadio del conocimiento en que se ocupa de la forma que tienen los seres humanos de intuir y de percibir. La intuición sensible es una conjunción entre el nóumeno y las condiciones formales del espacio y el tiempo, que tienen como resultado el fenómeno. El ser humano no puede percibir nada que no haya sido previamente ordenado espaciotemporalmente, por lo que el nóumeno es incognoscible y no podemos saber nada de él. El espacio reside en el ser humano como forma pura de su intuición externa y justifica la existencia de la geometría como ciencia. El tiempo reside en el ser humano como forma pura de su intuición interna y justifica la existencia de la aritmética. Así, la matemática en tanto que estudio de las condiciones a priori de la sensibilidad es una ciencia y en su seno debe tener juicios sintéticos a priori. Aprovechamos para mencionar que la novedad kantiana estriba en la enunciación de la ciencia mediante este tipo de juicios. Anteriormente, los racionalistas habían afirmado que la ciencia se enunciaba en juicios analíticos a priori, enunciados que son independientes de la experiencia y en los que el predicado está contenido en el sujeto. Los empiristas afirmaron en contraposición que la ciencia se enunciaba en juicios sintético a posteriori, que se apoyan en la experiencia y amplían información sobre ella pero carecen del matiz de universalidad y necesidad. Kant afirmará que los juicios deben basarse en la experiencia y ampliar información sobre ella, pero la información que se amplíe debe ser universal y necesaria.La Analítica Trascendental es el estadio del conocimiento en el que se estudian las condiciones a priori que el ser humano aporta sobre el fenómeno para generar conocimiento. La mera intuición del fenómeno nos sería ininteligible, por ello las intuiciones sin conceptos son vacías. El entendimiento ordena la materia y la eleva hasta el concepto, para luego unir los conceptos y generar juicios. Por tanto, en la formación de cada concepto interviene un elemento empírico, el fenómeno, y la actividad formadora del entendimiento mediante las categorías. Las diferentes formas de juicio revelan las formas fundamentales de nuestro pensar. Cabe hacer una distinción entre la concepción kantiana del principio de causalidad con respecto a la empirista. Para Kant, la causalidad es una categoría, por lo que es la forma humana de ordenar la realidad y así queda garantizado el conocimiento científico. Esto es posible porque toda experiencia sucede de modo que el entendimiento estampa sus categorías en el fenómeno. Así pues, no podrá ocurrirnos ninguna experiencia que no coincida con la ley de la causalidad pues toda experiencia se produce gracias a la actividad ordenadora del entendimiento en categorías. Al orden regular de los fenómenos le llamamos naturaleza, y a sus leyes, leyes de la naturaleza, pero el orden de la naturaleza según leyes se explica porque nuestro entendimiento enlaza los fenómenos según las normas que residen en él. De esta forma, el hombre es el legislador de la naturaleza. Con esto refuta la crítica humana a la causalidad, según la cual las regularidades del pasado no eran motivo suficiente para establecer relaciones causa-efecto que nos permitieran predecir el futuro y obtener leyes científicas. En definitiva, en este estadio demuestra la validez de la física como ciencia, en cuyo seno hayamos también juicios sintéticos y a priori.Sin embargo, la razón humana tiene una tendencia natural a aspirar a lo inalcanzable, tiene un impulso irresistible de ir más allá del mundo de los fenómenos y hallar verdades absolutas. Estas no son más que ideas que los racionalistas afirmaban conocer a priori sin apoyarse en la experiencia y serán objeto de análisis kantiano en la Dialéctica Trascendental, donde se pone de manifiesto tanto el sentido positivo como el negativo de su crítica.En primer lugar nos centraremos en el sentido negativo de la crítica a los nóumena, en el que se denuncia la ilusión trascendental. Los nóumena no son objeto de intuición sensible y no los podemos percibir, de aquí el primer error de la metafísica al confundir el nóumeno con el fenómeno. Al aceptar “las cosas en sí” como reales se incurre en contradicción ya que los nóumena son precisamente incognoscibles por que se pueden pensar pero no son objeto de conocimiento. Es por esta actitud que se produce la segunda equivocación de la metafísica tradicional: creer que la razón puede franquear lo sensible y alcanzar lo absoluto, llevando a afirmar la existencia de seres suprasensibles de los que no se tiene intuición sensible y que son más bien producto de los deseos y esperanzas humanas. El remate de esta segunda equivocación viene dado cuando el entendimiento categoriza ideas que no son más que especulaciones de la razón. Pero lo peor, es que al no diferenciar entre nóumena y fenómeno no se distingue la realidad del plano de la moral, y se hace depender a los valores morales de las consecuencias metafísicas, poniéndolos en cuestión si se derrumban los principios metafísicos. En resumen, la razón no puede demostrar las Ideas metafísicas, pero tampoco puede refutarlas, por lo que cree en ellas y su existencia se basa en una cuestión de fe. Es en este punto que Kant transforma el sentido negativo de su crítica en un sentido positivo, precisamente porque le permite impedir que la metafísica se introduzca en el terreno de la moral y hacer así que la moral se fundamente en los nóumena positivos, es decir, que las Ideas se transformen en ideales imprescindibles en el ámbito del conocimiento práctico. De la unidad incondicionada de sujeto pensante surge la idea de Yo, pero la Idea de Yo se transforma en el ideal de inmortalidad. De la idea incondicionada de todos los objetos del pensar surge la idea de Dios, pero esta idea se transforma en el ideal de perfección y por último, de la unificación de todos los fenómenos subyacentes surge la idea cosmológica de Mundo, que se transforma en el ideal de Libertad. Estos ideales se sitúan en el terreno de la moralidad, donde no son necesarias las pruebas ni las demostraciones, ya que es el campo de la interpretación. Este es un territorio de valía para el ser humano, donde residen nuestras reglas de convivencia, los deseos y ambiciones de y para la vida humana y la libertad y la voluntad para lograrlos.Con esta crítica,
Kant limita la capacidad cognitiva de la razón y restringe su alcance para obtener conocimiento teórico. Pero al mismo tiempo, dado que quedan destruidas las pretensiones de la metafísica como ciencia, se abren las puertas a la interpretación valorativa y especulativa en torno a la inmortalidad, la voluntad y el deseo y se consigue independizar a la moralidad de la metafísica, asegurando la supervivencia de los principios morales y las normas de actuación humanas. En definitiva, la obra de Kant es el intento de hacer ver que la metafísica no podía continuar por los derroteros por los que se había desarrollado, demostrando que debe cambiar de rumbo y trasladar sus ideales trascendentes al terreno del conocimiento práctico.