Lorca

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Otro plano que hace acto de presencia es el plano poético. La dimensión poética de la obra se contempla en la hipérbole de la descripción de los personajes, las metáforas etc. Todos estos elementos poetizan la realidad y se han integrado en el habla de los personajes de manera que parezca real y espontáneo. Es en el tercer acto donde se condensan los elementos poéticos, que va aumentando in crescendo. Es en el habla de los personajes donde se mezcla el lenguaje coloquial con figuras literarias ingeniosamente explotadas como comparaciones, imágenes y metáforas, hipérboles y paralelismos semánticos. No obstante, se puede establecer una distinción entre el habla de todos los personajes y el de Bernarda, cuyas intervenciones son secas, rápidas y cortantes donde la función representativa se hace notoria, como si se estuviera citando las directrices de un código moral. La modalidad oracional predominante es, pues, la imperativa, aunque también hay preguntas inquisitivas, locuciones, etc. Pero también podemos diferenciar el lenguaje dentro de los propios personajes. Angustias, Magdalena y Amelia utilizan un habla monótona, Martirio abusa de las amenazas. Adela habla con violencia al rebelarse. Poncia emplea un registro rico y variado con encanto poético y Mª Josefa un lenguaje infantil con disparates y palabras onomatopéyicas. En definitiva, el lenguaje de la Casa de Bernarda Alba  es un lenguaje andaluz y todos los elementos que han sido tratados anteriormente demuestran que se trata de un teatro poético.

                El último plano a analizar es el social. Lorca es un escritor social por excelencia. El subtítulo de la obra, Drama de mujeres en los pueblos de España, puede llevar a alguna confusión. No se trata de presentar a las mujeres de todos los pueblos españoles ni mucho menos, sino analizar un casa excepcional, fuera de lo común, “al margen”, el caso de Bernarda. Por supuesto que hay crítica social, pero no se arremete contra la sociedad española ni a la andaluza, sino más bien a la perversión, el abuso de poder y la hipocresía de la sociedad.  La ética de Lorca es la ética del amor (su falta, su truncamiento…). Bernarda y  Adela no son encarnaciones del bien y del mal. Bernarda es tiránica dentro de los parámetros sociales del campo andaluz tradicional y Adela no puede irse de rositas, puesto que va contra las normas que rigen su vida y debe atenerse a las consecuencias de sus actos. Ambas representan un conflicto universal entre la autoridad y la libertad. Cabe destacar que todas las mujeres tienen parte de culpa de la ruina de la casa, de ahí la aparición del término “casa” en el título de la obra. 

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