Literatura Española: Del Barroco a la Ilustración (Siglos XVII y XVIII)

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Siglo XVII: El Barroco

El siglo XVII, una época de aguda crisis y consolidación de la monarquía absoluta, vio el auge de la burguesía en Inglaterra y Holanda, mientras que España experimentaba una decadencia marcada por grandes desigualdades sociales. La conciencia de este declive permeó las artes y la literatura, con temas recurrentes como el mundo como caos, la omnipresencia de la muerte, la vida como un sueño y el desengaño. El pesimismo barroco se manifestó en la arquitectura, la escultura, la pintura y, por supuesto, la literatura, con la proliferación del culteranismo y el conceptismo.

La poesía española del siglo XVII gozó de enorme difusión, aunque hacia finales de siglo experimentó un agotamiento temático. Entre los poetas más destacados se encuentran:

  • Luis de Góngora (1561-1627): Natural de Córdoba, cultivó diversos géneros, desde romances hasta la Fábula de Píramo y Tisbe, y su obra está estrechamente relacionada con el culteranismo.
  • Lope de Vega (1562-1635): Figura clave del Siglo de Oro español, Lope de Vega contribuyó significativamente al desarrollo de la comedia barroca.
  • Francisco de Quevedo (1580-1645): Representante del conceptismo barroco, autor de obras como la Historia de la vida del Buscón.

Siglo XVIII: La Ilustración

El siglo XVIII presenció un crecimiento demográfico significativo, impulsado por la Revolución Industrial y el paso de una economía agraria y artesanal a una dominada por la industria y la mecanización. El despotismo ilustrado, con su lema "todo para el pueblo, pero sin el pueblo", marcó la política de la época. La Revolución Francesa, con su transición de la sociedad estamental a la sociedad capitalista, tuvo un impacto profundo en toda Europa.

En España, la muerte de Carlos II sin descendencia desencadenó una guerra de sucesión que culminó con el Tratado de Utrecht en 1714, confirmando a Felipe V como rey. El reformismo ilustrado de los Borbones buscó solucionar los problemas del campo español, mientras que el movimiento de la Ilustración promovía una profunda renovación intelectual en Europa. El neoclasicismo, en oposición al barroco, reflejó en las artes los principios de la Ilustración. Simultáneamente, surgió el prerromanticismo, anticipando el movimiento romántico del siglo XIX.

La novela, especialmente la sentimental, ganó popularidad, analizando los nuevos conflictos sociales entre la burguesía y el proletariado. El ensayo se consolidó como género literario, con figuras como Feijoo (1676-1764), Louzan (1702-1754), Cadalso (1741-1782) y Jovellanos (1744-1811).

La poesía ilustrada (1770-1790) abordó temas como la crítica de costumbres y la solidaridad. Meléndez Valdés, catedrático en Salamanca y fiscal del Supremo en Madrid, destacó como uno de los mejores poetas del siglo. La poesía prerromántica, a finales del siglo XVIII, exploró temas como la soledad y el fracaso amoroso, expresando sentimientos íntimos.

El teatro ilustrado, con su intención didáctica y el respeto a las unidades clásicas de tiempo, lugar y acción, fue impulsado por las clases dirigentes. Ramón de la Cruz (1731-1794) destacó con sus sainetes, que retrataban las costumbres de la época con humor y sátira. La comedia neoclásica, introducida por Nicolás Fernández de Moratín y su hijo Leandro (1760-1828), representó la influencia francesa en España durante el reinado de Carlos III.

Siglo XIX: Romanticismo, Realismo y Naturalismo

El siglo XIX vio el auge del Romanticismo, caracterizado por el individualismo, el irracionalismo, la defensa de la libertad, el idealismo, el nacionalismo y el exotismo. El Realismo, en contraste, buscó imitar el método científico con un narrador omnisciente y verosimilitud. El Naturalismo, a su vez, profundizó en la descripción detallada de la realidad, presentando protagonistas conflictivos en entornos sociales complejos.

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