La lírica latina y Horacio: poesía y legado

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La lírica

El nombre deriva de la palabra griega “s”, que era un instrumento musical de cuerda con el que se acompañaban los poetas. Se agrupan en este género todas las composiciones poéticas que expresan emociones y sentimientos. De hecho, el género surgió al amparo de danzas y de melodías y, a medida que fue desprendiéndose de éstas, se volvió más complejo e intenso. Así, el vacío musical se compensaba con la perfección en el uso de las palabras.

Quizá sea la poesía el género en el que la literatura latina brilla con una luz especialmente fulgurante. Partiendo de los modelos griegos, los líricos latinos, logran superar, en muchos casos, a sus predecesores.

La lengua alcanza unos matices insospechados; la métrica se llena de exactitud y de perfección; los versos parecen “fluir solos”, con una espontaneidad que se traduce en unos esquemas logrados, acabados, exactos...”et quod tentabam dicere, versus erat”, afirma Ovidio.

No es sólo el aspecto formal, de metro y de lenguaje, el que resulta insuperable. Desde el punto de vista del contenido, el repliegue de los poetas sobre lo más profundo y sentido de su alma dota a su poesía de unos acentos de sinceridad, calor, vigor y fuerza insuperables.

La poesía se convierte así en documento testimonial de pasiones y estados anímicos de unos hombres que, en líneas generales, murieron jóvenes o muy jóvenes (Catulo a los 33 años, Tibulo a los 30, Propercio a los 34).

Los géneros

Los griegos trazaron una división entre lírica monódica (cantada por un individuo) y lírica coral (cantada por un coro). Los latinos solo se aplicaron al primer tipo.

A su vez, y en función del metro empleado, la poesía griega distinguió, dentro de la lírica monódica, entre la poesía yámbica y la poesía elegíaca por un lado, y la poesía mélica por otro.

Quinto Horacio Flaco

Educado en Roma y en Atenas, Quinto Horacio Flaco tuvo una discreta participación en los asuntos públicos de Roma, prefiriendo la vida retirada en su finca en tierras de los sabinos. Allí, bajo el patronazgo de Mecenas, y con el visto bueno de Augusto, se dedicó al “ocio creador”.

Obra de Horacio

Su producción lírica entre los años 40 y 20 es muy abundante (también destacan sus sátiras y sus epístolas). Pero sus dos grandes monumentos líricos son las “Odas” y los “Epodos”.

Epodos

Horacio imita a los poetas líricos griegos de los siglos VII y VI a. C. Originariamente llamó a su obra “Yambos”, aunque los gramáticos posteriores le dieron el nombre de “Epodos”. Son 17 piezas, de las cuales las diez primeras están compuestas en dísticos elegíacos (trímetro yámbico /v – v – v – / y dímetro yámbico /v – v – / ), y en las demás interviene también con frecuencia el ritmo yámbico.

Los yambos de Horacio no son tan agresivos: el épodo I es un canto de amistad a Mecenas; el II (“Beatus ille”), imitado por fr. Luis de León, es un elogio del campo; el V contra una vieja hechicera; el VIII y el XII, contra dos viejas libidinosas, son los más agresivos. El VII es una invocación a sus conciudadanos para que pongan fin a las guerras civiles que los llevan a la destrucción. El IX es una oda triunfal por la batalla de Accio. El XIII es una canción báquica, que será luego frecuente en las “Odas”.

Odas (carmina)

Constituyen la obra cumbre de la lírica latina. Son 4 libros con un total de 104 odas, con temas y motivos muy variados.

a) Libro I:

Aparte de la oda dedicada a Mecenas (1), aparecen además las discordias civiles y desventuras que siguen al asesinato de César (2); la tierna despedida a su amigo Virgilio, que parte hacia Atenas (3); declaraciones, reproches, consejos o invitaciones a diversas mujeres, destacando la 11, dedicada a Leucónoe, donde le invita a gozar el momento presente, ya que el mañana es incierto (“carpe diem”); alegoría del Estado como un navío sujeto a las tempestades de las guerras civiles (14); consolaciones a amigos que han sufrido alguna desgracia: Virgilio (24), Tibulo (33); invocaciones a diversos dioses: Apolo, Diana, Venus…

b) Libro II:

Hay una serie de odas en las que el poeta expone su filosofía de la vida: hay que saber hacer uso de las riquezas y ser generoso (2); no hay que dejarse abatir por la adversidad y debe uno gozar de los bienes presentes (3); lo mejor para vivir es la “dorada medianía” (“aurea mediocritas”) (10); los años pasan volando y la muerte es inevitable (14); hay que desterrar el lujo que va contra la austera tradición romana (15) y vivir en el reposo y la tranquila felicidad (16); invectiva contra un árbol que, en su caída, estuvo a punto de aplastarlo (13)…

c) Libro III:

Destacan las 6 primeras odas, llamadas “odas romanas”, en las que pone de manifiesto el patriotismo del autor, con elogios al imperio romano y a la obra de Augusto, así como a las virtudes morales que han hecho posible este imperio. Hay, además, varios himnos (a Fauno, a Baco…)

d) Libro IV:

Hay invocaciones a divinidades: Venus, Apolo, Diana; elogios a Augusto; invitación a gozar del presente…

Las mejores odas de Horacio son las de tipo filosófico (estoicismo y epicureísmo). Para el poeta la verdadera felicidad consiste, no en la ambición de riquezas ni de poder, sino en conformarse con un suficiente pero modesto pasar.

En las odas de amor no es tan apasionado como Catulo.

En la producción lírica de Horacio se incluye también el “Carmen Saeculare”, compuesto por encargo de Augusto para unos “Juegos Seculares”. Es un himno a los dioses (especialmente a Apolo y a Diana) pidiendo su protección sobre Roma en el presente y en el futuro.

La característica principal de Horacio es el equilibrio, la “labor limae”, el pulir una y otra vez el verso, en cuya perfección formal alcanzó las más altas cotas de la poesía romana.

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