Límites de la Ciencia y la Tecnología: Un Análisis Multidimensional

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Límites de la Ciencia y la Tecnología

Límites Tecnológicos

La ciencia está condicionada por la tecnología. Hay que advertir que los últimos avances espectaculares de la ciencia, facilitados por la tecnología, han creado una expectativa exagerada del poder de la ciencia.

Límites Económicos y Políticos

Las fronteras de la tecnología son cada vez más caras. Y, por otro lado, hay intereses espurios, dependencias del poder económico de las industrias y de los gobiernos, que imponen límites a la ciencia seleccionando unas investigaciones y no otras, al facilitar o negar su financiación.

Límites del Alcance del Discurso Científico

La ciencia no es el único saber valioso y no puede responder a todas las preguntas que la existencia humana plantea. Hay problemas del ser humano que están fuera del dominio de la ciencia.

Límites Éticos

La ciencia y la técnica sitúan al ser humano ante múltiples posibilidades entre las que ha de elegir para comprometerse en una dirección u otra. Esos límites pueden encontrarse a veces en la propia investigación. También pueden encontrarse en las consecuencias indeseables que aparecen tras algunos descubrimientos científicos. Por ello hemos de favorecer la reflexión sobre los problemas. Los límites éticos proponen «pensar mejor las cosas».

El Principio de Responsabilidad

Son avances de este calibre los que han llevado a filósofos como Apel o Jonas a denunciar la falsa idea de «progreso» sobre la que estamos construyendo nuestra civilización. Hemos creído que el progreso consiste en explotar los recursos de la Tierra para satisfacer nuestro deseo de bienestar, y la estamos destruyendo. Por eso tenemos que cambiar nuestra idea de progreso en el sentido de asumir responsablemente las consecuencias de la ciencia y la técnica, dejando a las generaciones futuras el mundo al menos no peor de como lo hemos encontrado.

Dimensiones del Lenguaje Humano

Sintaxis, Semántica y Pragmática

La principal forma de comunicación humana es la palabra, y las palabras siempre forman parte de alguna lengua o idioma, que funciona como un código que permite formar infinidad de mensajes. En todos los idiomas, a pesar de sus diferencias, podemos distinguir tres dimensiones básicas:

  • La dimensión sintáctica se refiere a las relaciones de los signos entre sí. Las reglas de la sintaxis nos indican el modo en que han de ser colocadas las palabras para que la frase resultante pueda transmitir un mensaje.
  • La dimensión semántica se refiere a las relaciones de los signos con sus correspondientes significados. En el diccionario de cada idioma encontramos los significados que se consideran ligados a cada palabra conforme a los usos habituales de la comunidad lingüística correspondiente. Esos usos habituales funcionan como reglas que permiten formar frases con sentido y tener éxito en la comunicación.
  • La dimensión pragmática se refiere a la relación que se establece entre los signos y los usuarios de tales signos. En el caso del lenguaje, los usuarios son los hablantes, los signos son las palabras, y la dimensión pragmática está constituida por la intención de los hablantes y el contexto en el que ocurre la comunicación. Estos aspectos pragmáticos son indispensables para comprender el significado exacto de lo que se dice.

El Estudio de la Lógica

En esta última podemos distinguir dos enfoques:

  • La lógica formal, que estudia la estructura de los argumentos prescindiendo de los contenidos concretos a los que se refieren.
  • La lógica informal, que estudia los modos correctos de argumentar atendiendo a los distintos contextos de diálogo y a las cuestiones tratadas en ellos.

La lógica formal atiende sobre todo a la dimensión sintáctica de nuestros razonamientos, pero dando por supuesto que también tienen una dimensión semántica y pragmática. La lógica informal se centra especialmente en la dimensión pragmática de los razonamientos, pero dando por supuesto que tienen también una estructura sintáctica y semántica.

Paradojas, Aporías y Antinomias

Hemos visto que uno de los elementos básicos de la lógica es la idea de que un enunciado ha de ser, necesariamente, verdadero o falso. Sin embargo, algunos enunciados plantean problemas muy serios para decidir acerca de su verdad o falsedad. Tal es el caso de las paradojas. El término paradoja proviene del griego y originariamente significaba «contrario a la opinión común», pero más tarde pasó a significar «enunciado sorprendente, asombroso, desconcertante». La más famosa de ellas es la paradoja del mentiroso:

(9) Este enunciado es falso.

Si suponemos que (9) es verdadero, entonces lo que dice es el caso y, por tanto, (9) es falso. Pero, si suponemos que (9) es falso, entonces lo que dice no es el caso y, por tanto, (9) es verdadero. Esta contradicción aparece como conclusión de dos argumentos aparentemente válidos, y por eso las paradojas son expresiones enigmáticas que parecen poner en peligro todo el sistema de la lógica.

Algunos autores sostienen que son frases mal construidas y, por tanto, no pueden ser verdaderas ni falsas. Pero otros piensan que no tienen defecto alguno, sino que son enunciados atípicos que nos han impulsado a formular nuevas teorías que permitan comprenderlos. Así, el lógico polaco Alfred Tarski elaboró la teoría de los lenguajes jerarquizados, que distingue entre lenguaje-objeto, que es el que usamos para referirnos directamente a las cosas, y metalenguaje, que es el que utilizamos para mencionar enunciados que pertenecen al lenguaje objeto. De este modo, cualquier enunciado que trate de la verdad o la falsedad de otro enunciado deberá ser considerado, necesariamente, como un enunciado de nivel superior al lenguaje en el que se expresa el enunciado cuya verdad o falsedad se está estableciendo.

Esta distinción permite interpretar (9) como un enunciado del metalenguaje que menciona otro enunciado perteneciente al lenguaje-objeto. Y así la aparente contradicción desaparece. Pero entonces hemos de suponer que (9) nunca se refiere a sí mismo, sino a cualquier otro enunciado que pertenezca al lenguaje-objeto. La solución de Tarski equivale a prohibir que cualquier enunciado bien construido pueda referirse a la verdad o falsedad de sí mismo. Por tanto, interpretar (9) como referido a sí mismo sería violar las reglas del lenguaje y, en consecuencia, sería simplemente un error lógico.

Esta solución no es aceptada unánimemente por todos los autores. Y, por otra parte, existe una variedad de paradojas distintas a la del mentiroso, entre las cuales figuran las llamadas aporías y las antinomias. Por eso los filósofos continúan investigando todo lo que se refiere a estas fascinantes expresiones.

Por aporía, palabra procedente del griego que significa literalmente «camino sin salida», se puede entender cualquier dificultad lógica en apariencia insuperable, y en ese sentido las paradojas son también aporías. Pero habría ciertos problemas filosóficos, como los que plantea Zenón de Elea con sus demostraciones de la imposibilidad del movimiento, que son llamados aporías en sentido estricto. Entre ellas, las más conocidas son la de Aquiles y la tortuga y la de la flecha.

Según Zenón, si Aquiles corre tras la tortuga, el atleta no podrá alcanzarla nunca; porque, antes de llegar a ella, tendrá que recorrer la mitad del trayecto, y luego la otra mitad, y así indefinidamente, con lo cual siempre quedará una mitad por recorrer. Sus adversarios objetaban a Zenón que la conclusión de su argumento se basa en el supuesto de que no se puede recorrer un espacio infinitamente divisible en un tiempo limitado, pero que tal vez el espacio no sea infinitamente divisible. Sin embargo, Zenón respondía que, suponiendo que el espacio no sea infinitamente divisible, también se cae en otra aporía, la de la flecha. Decía: si admitimos que el espacio y el tiempo no son divisibles infinitamente, entonces el espacio y el tiempo están compuestos por partes indivisibles que son el punto y el instante; por lo tanto, la flecha en movimiento está inmóvil, porque en cada instante la flecha estará quieta y fija en un punto del espacio.

El término antinomia, también procedente del griego y que significa literalmente «contra ley», en principio se aplicó al conflicto que a veces se produce entre dos leyes o entre dos interpretaciones de la misma ley. Pero, en filosofía, suele utilizarse para designar el problema planteado por dos enunciados contradictorios entre sí que pueden ser probados como verdaderos mediante argumentos aparentemente válidos.

Por ejemplo, Kant descubrió cuatro antinomias. La primera contraponía el enunciado «el universo tiene un principio en el tiempo y límites en el espacio», al enunciado «el universo es infinito en el tiempo y en el espacio». Está claro que los dos no pueden ser verdaderos al mismo tiempo y, sin embargo, los dos se pueden demostrar con igual fuerza probatoria mediante la razón. Kant pensó que tenía que haber algún error y tuvo que ingeniárselas para mostrar posibles soluciones a este problema. Su esfuerzo nos indica que las antinomias son capaces de provocarnos para seguir pensando.

La Lógica Informal. El Diálogo Argumentativo

La lógica informal, también denominada por algunos como «lógica de las buenas razones», estudia las condiciones que deben cumplir los argumentos para ser correctos en ese sentido.

Un diálogo argumentativo es un juego lingüístico en el que dos o más participantes intercambian mensajes respetando ciertas reglas que les comprometen a cooperar de buena fe para que se alcance el objetivo del diálogo.

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