Leyendas de Bécquer: Cuatro Relatos Sobrenaturales

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El Miserere

Esta historia trata sobre un hombre que iba todos los días a la biblioteca y cogió un libro de música, Miserere. Un señor que estaba a su lado le contó una leyenda que se contaba sobre ese libro. Un día apareció un hombre en la abadía pidiendo de comer. Decía que era músico y que quería escribir un miserere. El sacerdote de la abadía le preguntó si no conocía el miserere de la montaña. Le dijo que hacía muchos años había un monasterio en la montaña, que el hijo del que lo había construido lo quemó y que murieron todos los monjes que vivían en él. Se decía que se oía a los monjes cantando un miserere. El hombre, al saberlo, se fue a la montaña para oír cantar a los monjes. Al día siguiente, cuando llegó a la abadía, dijo que iba a escribir el miserere que había escuchado en la montaña. Al final se volvió loco, dejó sin terminar el miserere y se murió.

Maese Pérez el Organista

Esta historia trata sobre un organista que se llamaba Maese Pérez. Él tocaba todos los años en la misa del gallo, a la que iba a escuchar toda Sevilla. El día de la misa, Maese Pérez se puso enfermo y vino un organista, mucho peor que él, a tocar en su lugar. Pero al final, Maese Pérez se presentó y, mientras tocaba, se murió. Al siguiente año tocó el organista que iba a sustituir el año anterior a Maese Pérez. El nuevo organista tocaba igual que Maese Pérez. Cuando terminó de tocar, dijo que no tocaría más en ese órgano. Al año siguiente, estaban hablando la abadesa y la hija de Maese Pérez, y la abadesa le estaba diciendo que tocase el órgano. Aquella noche la iglesia estaba vacía. Una luz apareció: era un hombre, vuelto de espaldas. Era Maese Pérez. Se fue al órgano y se puso a tocar.

La Rosa de Pasión

Esta historia trata sobre un judío que se llamaba David Leví, que era una persona rencorosa y vengativa. Él odiaba a los cristianos. Tenía una hija que se llamaba Sara, que era muy hermosa. Muchos judíos la pretendían, pero ella no aceptaba a ninguno. Un día, Daniel escuchó decir a la gente que su hija tenía un romance con un cristiano. Un día, Sara siguió a su padre y descubrió que estaba preparando todo para crucificar a alguien. Ella pensó que era a su amante. Sara fue a hablar con su padre y le dijo que se había convertido en cristiana y que se avergonzaba de su origen. Su padre, al oír eso, la crucificó, y nadie volvió a ver a Sara.

Los Ojos Verdes

Un caballero iba a cazar con sus sirvientes al monte del Moncayo. El cazador le había dado a un ciervo. El ciervo estaba malherido y se adentró en el bosque. El cazador le dijo al sirviente que fuera a por él, pero él no quería. El cazador fue en busca del ciervo y lo vio en una fuente. Allí vio unos ojos verdes, y regresaba todos los días para volver a verlos. Se lo contó todo a Íñigo. Un día, cuando llegó a donde él se sentaba en la fuente, había una mujer que tenía los ojos verdes. Él le preguntó a Íñigo que si la conocía, e Íñigo dijo que no, pero que sus padres le dijeron que no se acercase a la fuente. Aquel día, él le preguntó a la mujer una serie de preguntas y, cuando acabó, le parecía que iba a decir algo, pero no dijo nada, y él le preguntó que si no le iba a contestar. Él le dijo que la amaba, aunque fuera un demonio. La joven le dijo que no era una mujer como las demás y, mientras hablaba, él iba acercándose cada vez más al borde de la fuente. La joven le decía que fuese, y él se acercó. La joven lo cogió de los brazos, él se cayó al agua y el agua se cerró sobre su cuerpo.

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