El Legado de Platón: El Filósofo-Gobernante y la Ciudad Ideal
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La Filosofía de Platón y la Búsqueda de la Ciudad Justa
La filosofía de Platón nace de la insatisfacción con la situación política de su época, marcada por la inestabilidad, los enfrentamientos y las luchas partidistas. En su juventud, Platón consideró dedicarse a los asuntos públicos, pero las injusticias y crímenes que observó, y finalmente la condena a muerte y ejecución de su maestro Sócrates, el más justo de los hombres, lo llevaron a renunciar a esta idea y a buscar en la filosofía el remedio a los males políticos de su tiempo.
El Gobierno de los Filósofos en La República
En su obra La República, Platón propone como respuesta al reto de una sociedad desorganizada un gobierno de filósofos. La tesis, tal como queda expresada en la Carta VII, es la siguiente: solo cesarán los males del género humano y las perturbaciones de los estados cuando quienes gobiernen sean filósofos. Para lograr una ciudad en la que reinen el orden, la armonía y la justicia, se requieren filósofos gobernantes.
La propuesta de Platón puede causar perplejidad, pero si atendemos a su concepción del verdadero filósofo, la idea se clarifica. Los filósofos son los únicos que han alcanzado el conocimiento superior, que para Platón es el conocimiento de las Ideas. Estas son realidades inteligibles, accesibles solo por la inteligencia y organizadas jerárquicamente, hallándose en la cima de todas ellas la Idea del Bien. Solo quien conoce el Bien puede saber en qué consiste el bien del Estado y puede servirse de este conocimiento para conducirse correctamente tanto en la vida pública como en la privada. Podemos ver aquí la influencia del intelectualismo moral de Sócrates, quien identifica la virtud con el saber. Platón aplica este punto de vista a la política y considera que un Estado perfecto o una comunidad feliz requiere para su gobierno hombres perfectos, sabios y justos, es decir, filósofos.
El Mito de la Caverna y el Ascenso al Conocimiento
Platón utiliza el mito de la caverna para explicar el ascenso al conocimiento superior y para ilustrar dos aspectos del conocimiento. Al igual que el prisionero debe abandonar la caverna para encontrar la verdadera realidad, el alma debe abandonar el mundo sensible, el mundo de las sombras y de la opinión, para volverse hacia el mundo inteligible. El mundo de las Ideas y del conocimiento auténtico no se adquiere espontáneamente, sino que requiere la intervención de la educación. Es por tanto tarea de los fundadores de la República organizar la educación de los futuros filósofos-gobernantes a través de un estricto proceso de selección. Estos deberán descubrir las mejores naturalezas, las "almas de oro", capaces de recibir la preparación integral –intelectual y moral– adecuada a su futura función.
La Educación del Filósofo-Gobernante
La formación intelectual tiene como meta el conocimiento de las Ideas, particularmente de la Idea del Bien. Su contemplación es fuente de conocimiento teórico y práctico a la vez: teórico, en cuanto que permite captar el orden racional de todo lo real, y práctico, en cuanto que proporciona los modelos para conducirse en la vida privada y pública. El filósofo tiene ante sus ojos el modelo perfecto y puede reproducirlo con la mayor exactitud posible. Por eso, la ciudad gobernada por él vivirá a la luz del día, mientras que la mayoría de las ciudades, cuyos gobernantes luchan entre sí por sombras, viven entre sueños.
La educación que reciban los futuros gobernantes no será solo intelectual, sino también moral y política. Forma parte de su formación el retorno de la caverna, es decir, estar en disposición de poner sus conocimientos al servicio de la comunidad que lo preparó para ese fin. Deberán restituir a la ciudad lo que de ella han recibido. A la sabiduría hay que acompañarla de otras virtudes que obliguen al alma a volverse hacia lo verdadero, que permitan contemplar la Idea del Bien. La educación deberá liberar de los apetitos del cuerpo e infundir en el alma una actitud desinteresada hacia el ejercicio del poder. Los filósofos así educados no estarán ansiosos por llegar al poder, no buscarán sacar de la vida política ni bienes ni riquezas; se acercarán a la política como un servicio a la colectividad de la que han surgido, buscando no la propia felicidad, sino la de la ciudad eterna.
El Compromiso Ético y Político del Filósofo
Frente al tópico de la actitud platónica, Platón afirma la necesidad de emplear el conocimiento en el gobierno de la polis y critica al intelectual que se conforma con el puro conocimiento sin pasar a la acción. Su compromiso no es solo epistemológico (pasión por el conocimiento), es ético y político: deseo de llevar a la ciudad la luz que ellos han recibido. La justificación de la filosofía es su utilidad para configurar un Estado justo; la tarea del filósofo no es, para Platón, contemplativa, sino salvadora de la comunidad. Los filósofos deben aprender a contemplar la verdad para compartirla y entenderla con los demás. En esto podemos decir que Filosofía y Política se identifican.