Las diferencias sociales en "Los Santos Inocentes". Miguel Delibes

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LAS DIFERENCIAS SOCIALES

Por lo apuntado anteriormente, se deduce que Los santos inocentes se puede encuadrar
en el grupo de los relatos de
tema social, pero, como estudiaremos más adelante, con una
manifiesta voluntad de estilo añadida, es decir, es una novela del
realismo social con intención
estética
. Por tanto, exhibe, además de un mensaje absolutamente social, un carácter
conscientemente renovador, siguiendo la estela de
Tiempo de silencio, pero sin llegar a las
osadías de Luis Martín Santos ni a las del propio Delibes en
Parábola del náufrago.
En Los santos inocentes se pueden distinguir dos grupos de personajes: los pertenecientes a
un
grupo social alto y los personajes sometidos. En LSI no aparecen representantes de la clase
media
, a no ser como sombras fugaces en segundo plano: es el caso de Manolo, el médico que
actúa casi como un servidor del señorito Iván, o los maestros, Lucas y Gabriel, que contrata la
Marquesa para que enseñen a leer a sus
vasallos. En el Libro II-apenas insinuado en el Libro Iel
antagonismo se muestra en toda su crudeza: víctimas y victimarios, criados y amos,
poseedores y despojados. Paco, el Bajo, y su familia, como Dacio y Lupe o Facundo, todos
porqueros, forman el colectivo de
víctimas de la injusticia y están caracterizados por rasgos
comunes de
obediencia, autenticidad y solidaridad. En ellos no hay doblez ni disimulo, su
sumisión es absoluta y su concordia con la naturaleza innata. De un lado representan una
relación ecológica con el medio y, de otro, son ejemplo del cristiano amor al prójimo que se
preconizaba en el Cocilio Vaticano II (las chungas a costa de Azarís carecen de maldad y no
hacen salvedad de lo dicho)
El
grupo de personajes elevados cuentan con un solo carácter bien perfilado, el del
señorito Iván, que en este Libro II ya comparece con su jactancia chulesca y su desprecio por
todo lo que no sea la satisfacción de sus caprichos (ser el mejor cazador, robarle la esposa a
Pedro o tener la última palabra en cualquier disputa). En Iván, Delibes ha quitaesenciado la
mentalidad del señorito franquista hasta rayar en la caricatura: ahí están su vanidad y su
cinismo, su prepotencia y su proteccionismo envilecedor. En él todo son defectos: desprecio
arrogante e insensible por el infortunio ajeno, ostentación de una
hegemonía social y defensa
de una organización socioeconómica férreamente estamental
que perpetúe un arriba y un abajo
comunicados tan sólo por la caridad de los de arriba y la servil domesticidad de los de abajo.
La
diferencia entre unos y otros se refleja en la denominación de las casas: la de Pedro, el
Périto, siendo a un tiempo siervo de los señores y señor de los siervos, se distingue por sus
dimensiones, es la Casa Grande, en contraste con el cuchitril de Paco donde se hacinan seis
personas en dos habitaciones; la de la señora Marquesa se distingue por su superioridad
jerárquica (camuflada en una designación topográfica) es, como corresponde, la Casa de
Arriba. Alrededor del señorito Iván se mueven, además de su madre, la señora Marquesa, y su
hermana Miriam, los representantes de los poderes fácticos de Régimen: por la Iglesia, el
Obispo; por el Gobierno, el Ministro y el Subsecretario, y por la Aristocracia, el Conde. La
dicotomía de valores que subyace en estos dos grupos de personajes, y que encontramos en gran
parte de la novelística de Delibes, irá articulando los capítulos siguientes.
Los santos inocentes se desarrolla en un
latifundio. En él viven una serie de criados
caracterizados por la
baja calidad de vida, la pobreza, la falta de instrucción, etc. Es utilizado a
menudo por sus dueños para diversiones, fiestas y cacerías con invitados ilustres.
Delibes destaca la idea de que el latifundio favorece la
diferencia en el modo de vida entre
propietarios y ricos
. Los señoritos acuden al cortijo sólo de vez en cuando para fiestas o
cacerías. Viven habitualmente en la ciudad, despreocupados por sus siervos. Por eso, en
ocasiones, quedan sorprendidos cuando descubren su miseria (como le sucede a la señorita
Miriam). Gozan de la amistad de la nobleza y de los altos cargos políticos del régimen de
Franco (ministros, subsecretarios, etc.).
Pero el dato de mayor alcance social es, quizá,
su arraigada conciencia de propiedad que se
extiende no sólo a la tierra, sino también a los hombres El señorito Iván elige como secretario a
Paco, el Bajo, lo va puliendo para tal fin y, cuando va para viejo, se preocupa de buscarle
sustituto. Tras el accidente de Paco, el médico subraya esta convención
“(...) tú eres el amo de
la burra”.
Tan arraigada tiene esta conciencia que no le importa humillar a su hombre de
confianza, don Pedro, arrebatándole su esposa.
La
conciencia de propiedad y de vasallaje son asumidas con toda naturalidad por los
personajes. Los “inocentes” carecen de todo: no poseen la propiedad de la tierra ni de la casa
donde habitan e, incluso, no pueden decidir sobre el futuro de sus hijos. Cuando Paco regresa de
la Raya, cree llegada la oportunidad de redención de sus hijos, pero estas expectativas se
frustran porque otro (don Pedro) dispone por él al llevarse a Nieves, su hija, como doméstica
gratuita.
Los “inocentes”, sujetos a una
férrea jerarquía (“unos arriba y otros abajo, es ley de
vida”
se ven abocados a la resignación. Aceptan la caridad de los amos (limosna de la
Marquesa, la propina del señorito Iván tras una cacería) y se sienten orgullosos de ser objeto de
sus preferencias (caso de Paco, el Bajo, como secretario. Desarrollan una
conciencia de
vasallaje
(especie de contrato no firmado de fidelidad a su señor) que se resume en la repetida
frase con la que Paco reconviene a la Nieves: “
tú en estas cosas de los señoritos, oír, ver y
callar”.
Lo curioso es que la conciencia de propiedad y la conciencia de vasallaje son asumidas
con toda naturalidad por los personajes. A nosotros, como lectores, el mal trato que recibe Paco
del señorito Iván nos parece insoportable, pero los personajes de la novela no lo perciben así.
Delibes lo explica con claridad:
[...] en la relación del señorito con Paco, el Bajo, no hay conciencia por parte de aquél
de que le está maltratando, ni éste de ser vejado. Es el lector, que está fuera de la
relación amo y criado, el que advierte y se rebela contra esta injusta situación.
La propia estructura jerárquica del latifundio y la falta de libertad de expresión en la época en
que se ubica la novela explican, en parte, esta radical diferencia en los modos de vida. Pero
también explica la actitud social que Delibes denuncia en
Un año de mi vida: “la marea
creciente de desamor que constato en todas partes”.
En LSI se dan con toda intensidad los rasgos el desamor: ostentación frente a la miseria;
degradación de la naturaleza
frente al arraigo en ella; prepotencia frente a sumisión; abuso
frente a resignación. El disparo con que el señorito abate a la milana es una señal más de su
conciencia de propiedad. El Azarías reacciona entonces de forma irracional, pero pone de
manifiesto el valor que se atribuye a lo poco que posee.
Ciertos factores actúan como
barreras, creadas por los que tiene el poder, para hacer
imposible el acercamiento entre opresores y oprimidos y la redención de los humildes.
El más importante es la falta de instrucción. La educación es concebida como una forma de
caridad por los señores, que, con ello, satisfacen su mala conciencia y no como una necesidad y
un
derecho de las personas. Los señoritos creen que la cultura redime, pero consideran que es
cultura la mera alfabetización.
Por último, el concepto de
religión que poseen los señoritos constituye otra barrera para la
redención de los humildes. La religión aparece como una actividad ritual al servicio de los
aristócratas y como una fiesta a la que no pueden asistir los humildes. Cuando Nieves quiere
hacer la Primera Comunión, todos se escandalizan. Unos aluden a su falta de preparación, pero
otros culpan al Concilio Vaticano II que les “malmete”. En este Concilio se está planteando un
concepto del cristianismo menos preocupado del contacto con el poder y más entregado al amor
al prójimo.

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