La literatura y los personajes en “Castilla”

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Un tema importante que aparece en “Castilla”, es el de la literatura inspirada
en lecturas. Las figuras literarias, escritores y series de ficción, reviven en los
autores del 98. La evocación es en muchos momentos tan vivaz que borra los
límites entre pasado y presente. Algunas son lecturas que para Azorín tienen un
significado especial, lecturas que ha comentado y comentará en el futuro: El
lazarillo de Tomes, La Celestina…
Para Azorín, la literatura española nos enseña el estado
de la civilización del país, nos muestra el espíritu nacional, de manera que a partir
de ese espíritu se pueda reconstruir el país. En su acercamiento a nuestra literatura
dominan dos sentimientos: la preocupación por el “problema de la patria” y el
deseo de buscar “nuestro espíritu” a través de los clásicos.
Quizá por ello, sea su personalísima interpretación de nuestras obras y
autores clásicos lo más logrado de su producción. En Los pueblos o Castilla revive el
pasado, ciudades y pueblos por donde pasean Manrique, Lazarillo, Fray Luis o
Celestina. El comentario o glosa, que Azorín hace a un autor o a un libro, tiende
sobre todo a destacar “el espíritu y el ambiente de la obra”. Para ello, evoca la
época en que el autor vivió, interpreta su intención y estudia sus ideas. Y por
encima de tomo, aspira a actualizarlo, a hacernos vivir de nuevo la emoción que lo
impulsó a escribir.
“Jorge Manrique. ¿Cómo era Jorge Manrique? Jorge Manrique es una cosa
etérea, sutil, frágil, quebradiza. Jorge Manrique es un escalofrío ligero que nos
sobrecoge un momento y nos hace pensar. Jorge Manrique es una ráfaga que lleva
nuestro espíritu allá, hacia una lontananza ideal. La crítica no puede aportar mucho
sobre estas figuras; se nos antoja que examinarlas... es hacerlas perder su
encanto.”
Para Azorín, elementos de lo "castizo'", "lo español" se encuentran en todas
las épocas, pero especialmente se manifiestan en algunos autores y obras: los
místicos, por ejemplo, porque se daban cuenta de la brevedad de la vida y se
enfrentaban a la realidad con ese sereno "dolorido sentir" (“no me podrán quitar el
dolorido sentir”, versos de la Egloga I de Garcilaso que Azorín utiliza como cita en
Una ciudad y un balcón); Cervantes, porque combinó el idealismo y la realidad y
esa alianza es precisamente lo que constituye -según Azorín- el genio "castellano".
La labor de Azorín en ese acercamiento a los clásicos fue decisiva para
muchas generaciones de lectores, pues demostró que vale más acercarse a los
clásicos por deleite que por erudición y gracias a esa labor, muchos lectores
volvieron a interesarse por nuestra literatura, por nuestros clásicos. Además de Los
pueblos o Castilla, Azorín escribió otras obras en las que la presencia de los clásicos
y de nuestra literatura está presente: Lecturas españolas, 1912; Al margen en de
los clásicos, 1915; Clásicos y modernos, 1913; Rivas y Larra, 1916.

En su obra Castilla hay una serie de artículos que se basan en recreaciones y
continuaciones de obras literarias clásicas en las que Azorín aplica su preocupación
por el paso del tiempo:
En Las nubes, continúa la obra de la Celestina. En este artículo aparecen Calisto y
Melibea, y es el propio Calixto el que mira pasar las nubes a lo lejos:
No tiene Calisto nada que sentir del pasado; pasado y presente están para él al
mismo rasero de bienandanza. Nada puede conturbarle ni entristecerle. Y, sin
embargo, Calisto, puesta la mano en la mejilla, mira pasar a lo lejos, sobre el cielo
azul, las nubes.
En Lo fatal, acude al “hidalgo” del capítulo III del Lazarillo, además comenta un
soneto de Góngora; En la fragancia del vaso acude a La ilustre fregona -Constanzade
Las novelas ejemplares de Cervantes:
Admirada por todos era la hacendosa Constancica. Desde muy lejos acudían a
verla. No daba la moza aires a nadie; corrían a la par su honestidad y su
hermosura. La admiración y el respeto que los huéspedes sentían por ella era
motivo de la envidia de las demás criadas.
En Cerrera, cerrera acude a un episodio del Quijote y reelabora La tía fingida, una
novela atribuida a Cervantes. Azorín siente gran admiración por Cervantes y por su
obra Don Quijote de la Mancha. La figura del hidalgo en la literatura castellana ha
sido muy importante. El hidalgo castellano tiene unas características comunes en la
mayoría de las obras en las que aparece. Son básicamente su nobleza, su dignidad
y su valentía. Pertenecía a la baja nobleza y con mucha frecuencia vivía en la
pobreza, sin tener algunos días nada que echarse a la boca.
El hidalgo que aparece en un episodio cervantino mantiene algunos aspectos en
común con el de la obra de Azorín. El hidalgo cervantino fue un personaje noble,
sobre todo, un soñador que con su "locura" consiguió transformar su mundo y ver
las cosas como él quería. El hidalgo azoriniano representa una España en
decadencia incapaz de hacer nada por salir de la miseria en que se encuentra.
El hidalgo -antiguo alumno de la Universidad salmaticense- está solo en su casa.
Hace dos años que no vive en ella más que él. Todas las tardes, en invierno y en
verano, el caballero se encamina hacia el río. Hay allí un molino a la orilla del agua;
junto a la puerta se extiende un poyo de piedra; en él se sienta el caballero [...]. El
hidalgo se sienta y permanece absorto largos ratos.
Aunque en estos artículos es donde más se desarrolla este tema, en otros
artículos aparecen algunas pinceladas también: en Ventas,posadas y fondas recurre
al Duque de Rivas, Galdós y Clarín; en Una ciudad y un balcón al Romance de
Blancaflor y a El domador hablador, la novela picaresca de Jerónimo Alcalá; en El
mar recuerda a Maragall y al Cid, en Las nubes cita y comenta a Campoamor; un
verso ilustre del Poema del Mió Cid preside Una lucecita roja.

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