La lirica desde ls 40 asta los 70

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La lírica desde 1940 a los años 70El siglo XX es una época de constantes transformaciones en todos los ámbitos de la vida: científico, tecnológico, ideológico… Entre 1939 y 1975, España vive bajo la dictadura de Franco. La posguerra está marcada por el hambre y el aislamiento político. Esta cerrazón comienza a finalizar en la década de los cincuenta: Se produce una apertura hacia el exterior y una mejora en el nivel de vida. En los años sesenta, el desarrollo industrial favorece la influencia extranjera que choca con el régimen político inmovilista del franquismo.
En el panorama literario, tras la contienda, muchos intelectuales se exilian continuando su producción fuera de España. El denominador común de estos escritores es el recuerdo por la guerra civil y la nostalgia de la patria lejana. Destaca Pedro Garfías , autor de la considerada mejor producción del exilio en, Primavera en Eaton Hastings. En la década de los cuarenta, la lírica española se aleja de la poesía pura y entra en un proceso de rehumanización. Los poetas se ven escindidos en dos grupos de acuerdo con su ideología: -Poesía arraigada: asociada en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Se caracteriza por el uso de formas clásicas y el cultivo de temas de inspiración amorosa y patriótica, expresando una visión optimista y armónica de la realidad.Pertenece a este grupo, entre otros: el poeta Luis Rosales con La casa encendida.-Poesía desarraigada: asociada a la revista Espadaña. Aboga por un menor retoricismo mostrando su desacuerdo con la realidad y su desasosiego existencial. A esta tendencia pertenece entre otros Vicente Alexandre con Sombra del paraíso.Junto a estas dos tendencias, hay dos movimientos poéticos inspirados por el deseo de continuidad de la lírica de preguerra: el postismo, encabezado por Carlos Edmundo Ory quien postula un arte basado en los presupuestos surrealistas y el grupo Cántico, surgido en Córdoba,que propone preservar la estética purista del grupo poético del 27. En los años cincuenta, tras la publicación de Historia del corazón de Vicente Alexandre, se inicia la poesía social.La poesía se convierte en un instrumento para cambiar el mundo y el poeta debe asumir el compromiso social denunciando las injusticias, esto implica k alla mas preocupación x el contenido k x la forma. El lenguaje es claro, directo y coloquial.Los autores que van a consolidar esta tendencia son: Blas de Otero con hijos de la ira inicia su producción poética con títulos cercanos a los ideales para posteriormente encaminarse a una poética social en Pido la paz y la palabra. Hondamente comprometida es la obra de Celaya en Las cartas boca arriba y Cantos íberos.A partir de los sesenta la poesía social empieza a entrar en decadencia. Las mejoras económicas de este periodo y la leve liberalización cultural van a hacer posible que el intelectual español conecte con nuevas corrientes ideológicas extranjeras. Surge una nueva promoción de poetas que intenta recuperar el lenguaje poético y la línea intimista sin abandonar la vertiente social. Aunque manifiestan su inconformismo con la realidad, mediante el recurso de la ironía, no aspiran a cambiarla como los poetas sociales. Su visión es escéptica e individual. Fueron especialmente significativas en estos años las escuelas de Barcelona y de Madrid. José Agustín Goytisolo que publica Del tiempo y del olvido será el mediador entre el grupo barcelonés y el madrileño y el que se sitúe más cerca de la poesía social.El autor más destacado del núcleo barcelonés será Jaime Gil de Biedma por saber conjugar la sinceridad y la inmediatez de la voz poética con un estilo sugerente y con una visión subjetiva de la realidad. Esta dualidad expresada en libros como Compañeros de viaje y Moralidades lo han convertido en uno de los poetas más influyentes en generaciones posteriores, y en concreto en la llamada poesía de la experiencia.Los poetas del grupo de Madrid suelen presentar en su obra una voz más romántica, más lírico, más apegada a lo sentimental, por más que se acercasen en determinantes momentos al testimonialismo de la poesía social. Es el caso de Ángel González en Grado elemental, Áspero mundo o de Claudio Rodríguez en Don de la ebriedad. Más significativo es el nombre de José Hierro, que interpreta en clave colectiva, generacional, lo que en realidad es su propia experiencia en obras como Quinta del 42 y Cuánto sé de mí.

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