El Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina: Una Obra Maestra del Renacimiento

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El Juicio Final de Miguel Ángel

Análisis de la Obra

Cronología

1534-1541

Estilo

Renacimiento, Cinquecento. Autor: Miguel Ángel. Técnica: Fresco. Soporte: Muro. Localización: Capilla Sixtina del Vaticano (Ciudad del Vaticano).

Consolidación de la técnica de pintura al óleo de origen flamenco y nuevos soportes como la tela. Las figuras se relacionan con las miradas y las manos. Utilización del claroscuro (define el contorno de las figuras a través de iluminaciones y sombreados). Leonardo introduce el sfumato y la perspectiva científica. Miguel Ángel acentuaba el concepto de terribilità en la Capilla Sixtina.

El Proceso Creativo de Miguel Ángel

  • Miguel Ángel estudiaba minuciosamente cada detalle y preparaba los dibujos de cada personaje con mucho cuidado. El artista, que no era pintor ni quería serlo, componía sus figuras con una concepción escultórica y con un gran detalle y exactitud gracias a su conocimiento del cuerpo humano.
  • El resultado son unas figuras de una naturalidad extrema no vista hasta entonces y una densidad espiritual del dibujo. Son figuras enormes, poderosas, vigorosas, tremebundas, reflejo exacto de la terribilità del autor. Además, sus posturas son forzadas, retorcidas, desequilibradas, y siempre muestran un estado de tensión total. Esta tensión contenida es lo que arrastra esa angustia y desazón general tan característica del manierismo.
  • Buscó recursos nuevos, especialmente a partir de la observación de las obras de grandes maestros del pasado como Giotto y Masaccio, las esculturas de los maestros griegos y romanos, la anatomía humana y el estudio de los modelos.

Color y Luz

El color también es manierista. Si el clasicismo pleno pintaba con colores suaves que buscaban la armonía, el manierismo pretende lo contrario: colores estridentes, fuertes y chillones que agudizan la sensación de escándalo e inquietud. La luz, de contrastes de claroscuro bruscos y violentos, dinamiza aún más unas composiciones ya de por sí movidas y agitadas.

Composición y Figuras

Miguel Ángel utilizó hasta el último rincón de la pared, traduciendo en un cielo sin límites e indeterminado. Destaca un solo elemento: el cuerpo humano agigantado y estirado. La obra delata una profunda fascinación por la anatomía; Miguel Ángel se recreó en los detalles: los tendones, los brazos torneados, los torsos anchos, las piernas en tensión... Aquí y allá destacan varios elementos, tales como manos muy expresivas, realizados todos con una concepción plenamente escultórica.

Las figuras representadas no son hombres ni mujeres, sino abstracciones que no podrían existir en el mundo real. Las más de 400 figuras —algunas de las cuales miden 250 cm— parecen moverse cuando se las mira atentamente. Se desvanecen los puntos fijos y la pintura parece fluir hacia todas las direcciones.

La composición no es tan variada como la de la bóveda, ni tampoco refleja sentimientos tan elevados, posiblemente debido al tema, pero también es una muestra del desengaño del ya sexagenario artista. Mientras que en el infierno habrá lugar para mucha gente, en el cielo solo se reúnen unos pocos elegidos.

En medio del cuadro, Cristo, con la apariencia de un magnífico Júpiter, dirige el tráfico de almas. La Virgen, atemorizada, parece que ruega por la salvación de algunos mortales.

Aunque los grupos de personas están totalmente incomunicados entre ellos, sí participan en el ritmo general del conjunto y forman un remolino que gira en torno a la aterradora figura central, este imponente Cristo.

En la concepción de la obra se pueden ver las influencias de la obra de Dante y de la mitología clásica, de la que Miguel Ángel tomó a Caronte, que pasa remando con su barca hacia la boca del infierno. En esta personalísima interpretación del tema, Miguel Ángel tomó como referencia las Sagradas Escrituras y el Dies Irae de Fray Tomás de Celano.

Iconografía y Significado

La obra refleja que ha llegado el momento de la verdad, en que Cristo valore los méritos de cada uno y dirija a los hombres al cielo o al infierno. A la derecha de Dios están los que suben al cielo, aunque no lo hacen fácilmente, sino con mucho esfuerzo y ayudándose unos a otros. A la izquierda se encuentran los condenados —orgullosos, lujuriosos, estafadores, egoístas, desesperados y otros pecadores—, que son lanzados al infierno por varios ángeles vengadores.

Más de media pared, en la parte superior, es ocupada por el mundo celeste, con Cristo como juez en el centro y la Virgen a su lado. Formando la primera corona, se pueden ver, a la izquierda, a los patriarcas y los recuperados del limbo, con Adán como primer hombre, y a la derecha, a los mártires con los instrumentos de su tormento. Más allá hay otra corona con los confesores de la Iglesia, las vírgenes y otros bienaventurados.

A los pies de Cristo se encuentran dos mártires: San Bartolomé, que sostiene su piel, y San Lorenzo, a la izquierda del cuadro. San Bartolomé sostiene su piel, que le fue arrancada en su tormento, y que tiene la cara de Miguel Ángel. El santo parece interrogar a Cristo sobre el destino final del artista: ¿lo lanza al infierno o lo salva?

En los lunetos, dos grupos de ángeles sin alas sostienen, con un esfuerzo explícito, los símbolos de la pasión. La evidente ira de Cristo responde a la certeza de que el sacrificio no sirvió para mucho. Lo que sucede es terrible, tanto que ni la misma Virgen María se atreve a mirar y retira la cara, asustada.

Más abajo, a los pies de Cristo, una multitud de ángeles tocan las trompetas del Juicio Final. A la izquierda, los muertos se levantan de las tumbas y, en un plano superior, los elegidos suben con mucha dificultad al cielo. Al lado se encuentra, a la misma altura, la caída al infierno de los condenados. Los temibles ángeles vengadores son los encargados de empujar a los desdichados hacia la Tierra, donde caen en manos de los demonios que los arrastran, contra su voluntad, al infierno.

Función

La función de la pintura es decorar la pared que se encuentra detrás del altar de la Capilla Sixtina.

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