Josefina de la torre me busco y no me encuentro

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DATOS BIOGRÁFICOS


Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907- Madrid, 2002) nacíó en el seno de una familia perteneciente a la burguésía culta y liberal. Uno de sus hermanos fue el escritor y cineasta Claudio de la Torre (Premio Nacional de Literatura en 1924), a quien dedicará Versos y estampas (1927). Era prima del pintor modernista NéstorMartín-Fernándezde la Torre, sobrina del barítono Néstor de la Torre y tía del pintor Manolo Millares

Su temperamento artístico estuvo marcado por distintos ámbitos: la música, el cine, la literatura y la interpretación dramática. Por mediación de su hermano se inició como actriz durante las sesiones del Teatro Mínimo que se organizaban en casa de su familia y que dirigía su hermano. Pero, además de este núcleo familiar, se rodéó de amigos especialmente relevantes para la comprensión de la historia de la literatura y el arte español y universal. La vemos cerca de Luis Buñuel y Dalí, de Rafael Alberti, quien le dedicará un poema, y Pedro Salinas, el cual prologará su primer libro poético, Versos y Estampas. Asimismo, fue incluida en la Antología de Poesía Española (Contemporáneos) que Gerardo Diego publicó en 1934, donde aparece junto a Ernestina de Champourcín como únicas representantes de la poesía escrita por mujeres.

En la década de 1920 marcha a Madrid y entra en contacto con autores como Pedro Salinas, Federico García Lorca, Rafael Alberti y otros intelectuales de la Residencia de Estudiantes. De estos y otros escritores vinculados a la llamada Generación del 27 recibe una notable influencia. A partir de 1935, Josefina de la Torre desarrolla plenamente su vocación musical y teatral. Trabajó en labores de doblaje para la Paramount en Joinville (Francia), bajo las órdenes de su hermano Claudio y, codo con codo, junto a un viejo amigo: Luis Buñuel. Cosecha numerosos éxitos, llegando a ser primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero, entre otras prestigiosas compañías. En los años 40 es guionista de películas que luego rodarían y filmarían cineastas relevantes. Llegó a ganar un Premio Nacional de Guion por Una herencia en París, del director mejicano Miguel de Pereira.

Después de haber prestado su voz a Marlene Dietrich, a Martine Carol, al cuadro de actores de Radio Nacional y al musical Sonrisas y lágrimas, Josefina se despidió de las tablas en 1983 con la serie de Televisión Española Anillos de oro. Ya en su madurez, en 1989, se publica su obra reunida bajo el título Poemas de la isla y en los últimos años del pasado siglo se edita una antología bilingüe en Estados Unidos. En el año 2000 es nombrada miembro de honor de la Academia Canaria de la Lengua y un año después la Associated University Press de Nueva York publica un ensayo donde se incluye a Josefina como una de las cinco poetisas españolas más relevantes de los años veinte y treinta.

En 2002 el Gobierno de Canarias le concede la Cruz de la Orden de las Islas Canarias. Ese mismo año, el 12 de Julio, fallece en su casa de Madrid. 

CONTEXTUALIZACIÓN DE SU OBRA

La afirmación del crítico Francisco González Díaz, de que “en Canarias es caso raro el de una mujer que escribe versos y más raro todavía el de una mujer que los escribe y los publica” –afirmación hecha en 1924- es bastante acertada, ya que son muy pocas las mujeres Canarias que se atrevieron, en su época, a publicar sus obras. Era muy difícil para la mujer destacar socialmente y demostrar, a la par que el hombre, una capacidad intelectual y artística. El antecedente más remoto en la historia de la literatura canaria lo encontramos en María de Viera y Clavijo, seguida de Ángela Mazzini y Victorina Bridoux. Tuvo que pasar medio siglo para que Ignacia de Lara publicara su primera obra. Josefina de la Torre es una poetisa cercana a autoras como Ignacia de Lara, Chona Madera o Pino Ojeda, por la proximidad de su edad, por la vivencia de una situación histórico-social similar –época de preguerra y posguerra- y en que todas siguen una línea intimista, una temática parecida y un latente sentimiento religioso.

 Aunque la obra en verso de Josefina de la Torre es muy breve, ésta acoge algunas de las tendencias líricas más relevantes de la primera mitad del Siglo XX. Heredera del Modernismo (fue discípula de Tomás Morales), se centró de lleno en la corriente de la “poesía pura” que imperaba en la literatura hispánica de la década de 1920.

De toda la labor creativa, será la poesía la escalera por la que subirá a la cima de la literatura española, entrando a formar parte de los poetas de la Generación del 27, con quienes compartía no sólo el gusto por la sencillez formal, el lirismo interior y el uso de un lenguaje cercano a la expresión popular, sino la atención a las innovaciones aportadas por las vanguardias artísticas.

Josefina de la Torre es, ciertamente, un espíritu de vanguardia, pero también en sus versos se percibe la huella de los poetas modernistas canarios como Saulo Torón, Tomás Morales o Alonso Quesada. Una herencia que supo ver Pedro Salinas, autor del prólogo del primer poemario de Josefina, Versos y estampas(1927), cuando acuñó la definición de "muchacha-isla" para referirse a las resonancias claramente insulares de la poética de Josefina de la Torre y que resultaría, a la postre, el rasgo diferenciador de su poesía en el conjunto de la Generación del 27.

            Su obra se centra en temas como la infancia, la muerte y la soledad, pero entre todos destaca uno en especial: el paisaje insular, concretamente el mar y la playa, dentro de la tradición poética canaria. Estos temas son abordados por la autora desde una aparente sencillez expresiva. Sus poemas (que se desenvuelven entre el verso libre, la medida rigurosa y la prosa poética), están modelados a partir de una sutil utilización de la metáfora, el símil y la adjetivación. También utiliza algunas figuras literarias propias del Creacionismo:"El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización." (Vicente Huidobro).

OBRA POÉTICA


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Versos y estampas
(1927): Se trata de una obra de juventud que contiene poemas en prosa y en verso, y en los que se advierte la contención expresiva que caracteriza su estilo. Los temas  que frecuenta la autora en este libro son el ámbito familiar, los recuerdos de su infancia y las estampas de su querido y añorado mar.

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Poemas de la isla
(1930): versos alejados de la retórica y cercanos a una delicada sensibilidad.

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Marzo incompleto
(revista Fantasía, 1947;1ª edición en formato de libro, colección San Borondón, Las Palmas, 1968): obra que reúne poemas escritos en los años 30. Este poemario no abandona el tono intimista pero aborda además su reflexión y su itinerario por algunas de las cuestiones universales del pensamiento lírico, aunque ahora desde una perspectiva más trágica. El paso del tiempo, la memoria, la muerte, los interrogantes sobre el misterio de la vida, la soledad, la melancolía y el desasosiego ante aspiraciones incumplidas centran el interés de este libro.

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Medida del tiempo
(1989): incluye poemas escritos entre 1940 y 1982. El tema del recuerdo (tono de su primer libro), la caducidad, la tristeza y el dolor por la desaparición de seres queridos recorren este libro, entre la memoria del paisaje isleño.

OBRA NARRATIVA:


Josefina de la Torre escribíó relatos cortos en el intervalo que va desde 1930 hasta 1969 bajo el seudónimo de Laura de Cominges. Son obras que revelan un carácter misterioso y ROMántico, aunque también fueron escritas con un interés comercial: Idilio bajo el terror, El enigma de los ojos grises, Alarma en el distrito sur… En 1954 publica Memorias de una estrella, donde da cuenta de su experiencia cinematográfica.

COMENTARIO DE TEXTO



ME BUSCO Y NO ME ENCUENTRO

               El poema
Me busco y no me encuentro” corresponde al género lírico por el tema íntimo que expresa la poetisa: ésta se encuentra en un momento de desasosiego espiritual, en el que se busca y no logra encontrar la paz ni la satisfacción personal.

Este poema forma parte de su tercer poemario Marzo incompleto (1947, 1968), que incluye poemas escritos entre 1930 y 1936. Se trata de un libro íntimo, aunque con un tono más trágico que los anteriores. Se plantean en él temas como el paso del tiempo, la memoria, la evocación, los interrogantes sobre el misterio de la vida, la soledad y el desasosiego.

El tema del poema expresa el desarraigo de sí misma. La autora busca un sentido a la vida y se siente perdida, rodeada de oscuridad; se interroga constantemente y no halla la respuesta que busca. Un sentimiento de insatisfacción consigo misma es el motivo que la impulsa a expresar de un modo tan trágico su estado personal. El tema viene expresado, de forma reiterativa, en el título y en los versos uno y cinco. El momento vital que experimenta la poetisa en la época de este poema y de este libro es cuando siente frustrados sus deseos maternales. No pudo tener hijos y este hecho marcó un momento decisivo en su creación, que llegó a ser una constante en este Marzo incompleto, y que vemos reflejado en otros versos del libro: “Bajo el techo seguro,/con el árbol y el hijo./¡Qué sencillo…sin el techo seguro,/sin el hijo ni el árbol./¡Qué difícil!.

Esta frustración personal la vemos reflejada en versos como “Rondo por las oscuras paredes de mí misma”; o en los versos 8 y 9: “yo no pude ser tierra, ni esencia, ni armónía,/ que son fruto, sonido, creación, universo”.Se trata de una preocupación de carácter existencial, pues la poetisa se siente frustrada por su incapacidad de ser mujer, entendida como mujer portadora de vida, creadora de vida y de permanencia en el tiempo. Y este tema lo continúa hasta el final, de forma obsesiva, lo que nos da idea de la terrible angustia que debíó sentir en ese momento de su vida.

En cuanto a  la estructura del texto, ésta no presenta una división clara y contundente, ni desde el punto de vista del contenido ni desde el punto de vista oracional ni gramatical. La autora presenta el tema en los cinco primeros versos (la búsqueda de sí misma), y va repitiendo la misma idea a lo largo del poema. Vemos, eso sí, a partir de ahí una distribución en pareados, marcados por el uso del punto. La autora parte de una situación de presente (“ahora”), con un paréntesis de mirada al pasado (“y no pude ser tierra”) para volver al presente, y así  hasta el final, a la espera de su propio descubrimiento.

Métricamente, se trata de un poema de 13 versos, en los que se combinan versos de 7 (heptasílabos) con versos de catorce sílabas (alejandrinos). Los heptasílabos sólo son dos versos (1 y 5); el resto responde al verso alejandrino. La rima es consonante en los veros 2 y 5, y asonante en aquellos versos que tienen rima, pues hay cinco versos que aparecen sueltos dentro del conjunto. El esquema métrico es el siguiente: 7a, 14B, 14-, 14- 7b, 14-, 14B, 14B, 14A, 14-, 14B, 14B, 14-. Vemos, por tanto, que el poema no responde a ninguna estrofa conocida, aunque los cinco primeros versos nos recuerdan a la lira, por su combinación de heptasílabos con endecasílabos (en este caso se trata de alejandrinos). No debe sorprendernos esta experimentación con las estrofas clásicas, muy en consonancia con los ismos de vanguardia, tan caros a Josefina. El eclecticismo de la autora se deja ver además en la preferencia por la regularidad en la medida frente a una mayor libertad en la rima.

El tono enigmático es evidente en este poema de Josefina. Por un lado, gracias al apoyo de los versos alejandrinos, unidades extensas con las que la autora, en algunos momentos, parece querer estar más cerca de la prosa que del propio verso; por otro lado, con la ayuda del empleo reiterativo de algunos recursos estilísticos.

El espacio es una constante intrínseca en el poema, pero se trata de un espacio interior, metafísico. La autora realiza una búsqueda metafórica de su yo más íntimo por las esquinas, las paredes de su ser, tanteando, rondando entre la oscuridad, sin hallar aquello que busca. Se trata de un espacio vacío, que pudo ser real y contundente como la tierra y sus frutos, o cósmico como el universo, lo cual evidencia su profundo anhelo y consecuente frustración.

El carácter literario del texto es notorio. El poema viene marcado por numerosos recursos estilísticos que potencian en el poema la desconcertante y desmedida situación vital de la poetisa. El paralelismo, las repeticiones, las enumeraciones y las gradaciones ascendentes confieren un carácter compacto al poema. Así, el empleo paralelístico e hiperbólico de los presentes de indicativo, dispuestos siempre al inicio de los versos y en sutil crescendo: me busco”, “rondo”, “interrogo”, “no acierto”, “no me encuentro”. La aliteración de la consonante r dota de especial sonoridad estos versos iniciales. A partir de ahí, los pareados parecen querer detenerse a explicar más detenidamente la situación. El empleo del adverbio ahora (v. 6), con los gerundios que insisten en la permanencia de la desazón: tanteando (v.6), esperando (v.13) y con el verbo en pasado no pude (v.8) que abre la enumeración polisindética (y metafórica) tierra, ni esencia, ni armónía que, junto con la respectiva –pero ahora asindética- del verso siguiente: fruto, sonido, creación, universo parecen evocar la reivindicación del hijo anhelado.

En el aspecto  morfo-sintáctico, hay en el poema un uso destacado del estilo verbal, lo que contribuye a una marcada acción de búsqueda de sí misma. Los sustantivos son de carácter abstracto la mayoría, los cuales ayudan a Josefina a potenciar el desasosiego que le supone su mundo interior.  El orden de los elementos de la oración es altamente lógico; sólo hace uso de un encabalgamiento de tipo oracional (versos 10-11) muy expresivo: “no este desalentado y lento desgranarse/que convierte en preguntas…”. La autora se pregunta continuamente el porqué de su dolor, lo cual acrecienta la pena que la circunda. El tipo de oración que se utiliza en el poema es simple, mayoritariamente; hay, además, coordinadas copulativas y dos oraciones subordinadas adjetivas. Tienen estas estructuras oracionales una finalidad reiterativa, obsesiva por parte de Josefina de alcanzar su objetivo, que es la serenidad, la paz, el sosiego de su “yo” más íntimo. En este plano podemos observar el uso de sugerentes epítetos: “oscuras paredes”, “torpe vacío”, “desalentado y lento desgranarse”, “sordas paredes”.  Todos ellos con claras connotaciones de soledad, frustración y tristeza. Frecuentes son también las anáforas: “y” (vv. 4, 6, 8, 12), “no” (vv. 5, 10), “que” (vv. 9, 11), realzando de nuevo  la búsqueda incesante de sí misma.

En cuanto al plano léxico-semántico, podemos decir que no se trata de un léxico rebuscado, sino sencillo, sin complicación; un  léxico que se sitúa en un nivel estándar de la lengua; no quiere ello decir que estemos ante un texto pobre y carente de riqueza estética, pues el valor literario del texto reside, sobre todo, en la combinación de sus elementos y en el uso abundante de las figuras retóricas, entre otros recursos. El valor connotativo del lenguaje es alto; el léxico fluye cargado de significaciones metafóricas que giran en torno a un mundo de pesadumbre, dolor, angustia, desasosiego e, incluso, misterio. Son recurrentes figuras estilísticas como la personificación, “interrogo al silencio” , “tanteando la noche”; la metáfora, “oscuras paredes”, “torpe vacío”, “eco de mis incertidumbres”, “la noche de todas las esquinas”, “sordas paredes”, “sombra”, “herida”; o el símil, “…voy como dormida en las tinieblas”.

Este poema, altamente literario, es un magnífico ejemplo de lo que significó para las letras hispánicas la figura de la canaria Josefina de la Torre. Marzo incompleto supuso un cambio más trágico en el tono de sus libros anteriores. Esta composición marca un momento especialmente dramático en la vida de la autora: su frustrada maternidad.
Este hecho conduce a la poetisa a preguntarse constantemente sobre sí misma, pues la vida para ella parece que ha perdido todo sentido: le pregunta al silencio y emprende su búsqueda entre tinieblas y a ciegas; ilusoriamente creemos que a la poetisa le queda al final un hálito de esperanza, pues sigue esperando ese momento mágico que ilumine su vida, pero se trata sólo de un espejismo de su sombra.

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