El jardín de las delicias perspectiva color luces

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El jardín de las delicias (h. 1500-1505, óleo sobre tabla)

Pese a que no está firmado ni documentado, nadie duda de que El jardín de las delicias es un original de 
El Bosco. 
El jardín de las delicias es una de las creaciones más enigmáticas de El Bosco, por lo que, para tratar de 
descubrir su significado, es necesario saber qué es lo que el pintor representa en cada tabla. 
El tríptico cerrado muestra en grisalla el final del tercer día de la Creación. Arriba, a la izquierda, aparece 
Dios Padre con triple corona y un libro abierto. En la parte superior de las dos tablas, una inscripción en 
latín con letra gótica dorada (Salmos, 32, 9) es la clave para identificar el momento elegido: «Ipse dixit et 
facta sunt» (Él mismo lo dijo y todo fue hecho) en la izquierda e «Ipse mandavit et creata sunt» (Él mismo 
lo ordenó y todo fue creado) en la derecha. El mundo de El Bosco sigue las convenciones de la época: la tierra es plana, con agua alrededor y con abundante vegetación, rodeada de una esfera, con reflejos 
luminosos para dar la impresión de ser cristalina y traslúcida. 
El tríptico abierto contrasta, por la brillantez de su color, con la grisalla del reverso, con sus tres paneles 
distribuidos en tres planos superpuestos, gracias a la elevación de la línea del horizonte. 
En el izquierdo, dedicado al Paraíso terrenal, aparece en primer plano
Dios -identificado por sus rasgos 
con Cristo- en medio de Adán y Eva. Se trata, por tanto, de la presentación de Eva a Adán, muy poco 
frecuente en las representaciones del Paraíso. En el plano medio, El Bosco incluye en el centro la fuente
de los cuatro ríos del Paraíso, a la izquierda el drago -un árbol procedente de Canarias que se asocia con 
el árbol de la vida-, y a la derecha el árbol de la ciencia del bien y del mal, con la serpiente enrollada en el 
tronco. 
El panel central 
-que da nombre al tríptico, conocido como El jardín de las delicias o La pintura del madroño- está poblado 
por gran número de figuras humanas, animales, plantas y frutas. 
 Las primeras -desnudas a excepción de la pareja del ángulo inferior derecho, que se suele identificar 
con Adán y Eva tras la expulsión del Paraíso-, ya sean hombres, mujeres, blancos o negros, 
generalmente aparecen en grupos o en parejas. 
Los animales -reales o fantásticos- muestran dimensiones muy superiores a las normales, al igual que 
plantas y frutas. Aparentemente, las frutas y animales de la tabla central son símbolos eróticos de la
época; frutas identificadas con metáforas de órganos sexuales, peces como símbolos fálicos, en fin, 
referencias a refranes neerlandeses de la época. No hay duda de que en esta tabla El Bosco representa 
al mundo entregado al pecado y muestra a hombres y mujeres desnudos, manteniendo relaciones con 
una fuerte carga erótica o sexual alusiva al tema dominante en esta obra, el pecado de la lujuria, aunque 
no sea el único. 
En el plano medio, El Bosco representa un estanque lleno de mujeres desnudas. Fuera de él, gira a su 
alrededor un grupo de hombres sobre cabalgaduras distintas -algunas fantásticas-, alusivas a los pecados 
capitales. 
En el superior el pintor incluye cinco construcciones fantásticas sobre el agua, la central similar a la 
fuente de los cuatro ríos del panel del Paraíso, aunque resquebrajada. Se alude con ello a su fragilidad, al 
carácter efímero de las «delicias» que gozan los seres humanos que pueblan este jardín. 
En el panel derecho, 
 El Bosco representa el Infierno, el más impresionante de los conocidos del pintor, al que se suele llamar 
«Infierno musical» por la importante presencia de instrumentos musicales, utilizados para torturar a los 
pecadores que dedican su tiempo a la música profana, como los amantes de la parte superior de la tabla
central del tríptico de El carro de heno. 
De toda la escena, lo que más atrae la atención es el plano medio con la figura del hombre-árbol -
asociado con el demonio-, tanto por su color claro sobre fondo oscuro, como por su gran tamaño en 
relación a los otros seres representados. Si en el jardín de las delicias dominaba la lujuria, en el Infierno 
reciben su castigo todos los pecados capitales. 
Buen ejemplo de ello es el monstruo sentado en el primer plano, a la derecha de la tabla, que devora 
hombres y los expulsa por el ano: la avaricia. 
 Y, sin duda, alude a los glotones, a la gula, el interior de taberna del tronco del hombre-árbol, en el que 
los personajes desnudos sentados a la mesa esperan a que los demonios les sirvan sapos y otros 
animales inmundos. Destina a los envidiosos el suplicio del agua helada. 

Tampoco faltan castigos para los vicios censurados por la sociedad de la época, como el juego, o para 
alguna clase social, como el clero tan desprestigiado entonces, como se verifica en el cerdo con toca de 
monja que abraza a un hombre desnudo, abajo, a la derecha de la tabla. Composición: Desordenada. Punto de vista alto. Los grupos y las escenas se suceden como en un tápiz. 
El paisajes con arquitecturas caprichosas, participa del complejo simbólismo. En el centro la fuente del 
adulterio. A su alrededor, gentes y animales fantásticos se mezclan en frenética actividad erótica. 
Luz: Iluminación uniforme. Fondo claro y nítido. Perspectiva atmósferica, por tonos. No existen sombras, 
es un mundo mental. 
Color: Refinado. Figuras nacaradas de una transparencia irreal que destacan sobre sobre el azul intenso 
del agua. 
Técnica. Esencialmente dibujistica. Delicadeza de ejecución, perfección en los pormenores. 
El tríptico de El jardín de las delicias es una obra de carácter moralizador -no exenta de pesimismo- en 
la que El Bosco insiste en lo efímero de los placeres pecaminosos representados en la tabla central. El
pecado es el único punto de uníón entre las tres tablas. Desde su aparición en el Paraíso con la 
serpiente y con Eva -que asume la culpa principal de la expulsión del Paraíso, propia de la misoginia 
medieval-, el pecado está presente en el mundo -pese a que se muestre como un Paraíso terreno 
engañoso a los sentidos- y tiene su castigo en el Infierno

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