La influencia romana en la Península Ibérica: conquista, romanización y sociedad

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Los romanos son los colonizadores-conquistadores que más tiempo van a permanecer en la Península: desde 218 a.C. hasta el 476 d.C. Son 700 años de influencia.

Los romanos llegaron a la península en su enfrentamiento con los cartagineses en la II Guerra Púnica (s. III a.C.). La conquista de Iberia por parte de los romanos fue un proceso de carácter militar que supuso la ocupación del territorio por los ejércitos romanos. Este proceso se realizó en tres fases:

  • Conquista del Levante y de la Bética (Andalucía) durante la II Guerra Púnica (218-202 a.C.). “El Africano” derrotó a los ejércitos cartagineses liderados por Aníbal.
  • Conquista de las Mesetas. Después de fuertes enfrentamientos con lusitanos (Viriato) y celtíberos (Numancia), se domina este territorio en torno a 133 a.C.
  • Zona Cantábrica de Galicia a los Pirineos. Ofrecieron una fuerte resistencia y nunca fueron totalmente asimilados. Se termina de dominar con el emperador Augusto en el 17 a.C.

La romanización es el proceso de asimilación de las leyes, cultura, economía, religiones, idioma, costumbres... romanas por parte de las comunidades indígenas. No es un proceso exclusivo de la Península Ibérica, sino que afectó a todos los territorios conquistados por los romanos.

La romanización fue un lento proceso que se inició con la conquista; se dio con distinta rapidez e intensidad dependiendo de los pueblos indígenas. Los romanos respetaron las instituciones y el derecho tradicional de los pueblos dominados. La infiltración cultural fue lenta y favorecida por las obras públicas, el desarrollo del comercio y de las nuevas técnicas agrarias.

Los vehículos de la romanización fueron:

  • La organización administrativa y del territorio según el modelo romano. Los romanos dividieron la península en provincias: durante la República hubo dos (Ulterior y Citerior), en el Alto Imperio tres (Lusitania, Bética y Tarraconensis) y en el Bajo Imperio cinco (Lusitania, Bética, Tarraconensis, Cataginensis y Galaecia). Al frente de cada provincia estaba un procónsul. Las provincias se dividían en conventos jurídicos para la administración de justicia y la recaudación de impuestos.
  • La extensión de la vida urbana romana por la Península. Los romanos desarrollaron las ciudades de origen ibero existentes y crearon nuevas ciudades de origen celta.
  • El desarrollo de las obras públicas (puentes –Alcántara- o acueductos –Segovia-) y las vías de comunicación (calzadas y puertos) que comunicaban los nuevos territorios con el resto del Imperio.
  • La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas.
  • La integración de la Península en los circuitos económicos y comerciales romanos.

Los romanos abrieron la península al comercio mediterráneo. Crearon una economía monetaria que transformó toda la agricultura y perfeccionaron las técnicas artesanales y mineras. La agricultura se transformó incorporando nuevas técnicas como la rotación trienal. Se especializó en productos comerciales: cereales, vid y olivo. La explotación de la tierra se realizaba en latifundios esclavistas que eran gestionados desde las villas. La artesanía no alcanzó un gran desarrollo. Las ciudades se convirtieron en centros comerciales.

Otra de las consecuencias de esta romanización fue la aparición de una sociedad hispanorromana que se estructuró a imagen de la romana. Era por tanto una sociedad esclavista. Así, la principal distinción se hacía entre personas libres y esclavas. Dentro de la población libre se distinguía entre senatoriales, ecuestres o caballeros, los decuriones y en el último escalafón estaban los plebeyos o la plebe.

De todas las formas, el hecho más importante de la conquista fue la aparición de una sociedad esclavista; la mayor parte de la población fue esclavizada y trabajaban en la agricultura, en las minas o en las obras públicas. Poco a poco la mayoría de la población fue liberada. Uno de los aspectos fundamentales de la romanización fue la extensión del latín. En el siglo IV d.C., el emperador hispano Teodosio con el Edicto de Milán (313) impuso como religión oficial y única el cristianismo católico en todo el Imperio.

A partir del siglo III, Roma entra en una crisis profunda y se inicia un proceso de ruralización. El comercio desaparece y las ciudades se despueblan a causa del desabastecimiento y la inseguridad. Esta situación llevó a los grupos más poderosos a trasladar su residencia de la ciudad al campo con una economía de subsistencia.

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