Ideologías Obreras del Siglo XIX: Marxismo, Anarquismo y Socialismo
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Marxismo
En 1848, Karl Marx y Friedrich Engels publicaron el Manifiesto Comunista, que fue la primera formulación del socialismo científico, impactando no solo al movimiento obrero sino también a la cultura. La teoría marxista se asentó en tres bases fundamentales:
- El análisis del pasado, entendido como la lucha de clases, es decir, el antagonismo histórico entre opresores y oprimidos.
- La crítica del presente, contenida en el análisis del funcionamiento del sistema capitalista y sus contradicciones.
- La necesidad de superar este presente, asociada a un proyecto futuro: la sociedad comunista.
Según esta teoría, el objetivo se alcanzaría a través de la toma del poder político por parte de los trabajadores.
Anarquismo
El anarquismo constituyó un conjunto doctrinal menos vertebrado que el marxismo. Pierre-Joseph Proudhon consideraba la propiedad un robo y rechazaba el Estado como institución.
Defendía un sistema social basado en el trabajo autónomo y en la federación de asociaciones independientes, apostando por la expansión del mutualismo como medio de superación del capitalismo. El objetivo de la lucha colectiva era conseguir la libertad del individuo.
Los anarquistas tomaron la anarquía como modelo de sociedad, asentada en tres principios:
- La exaltación de la libertad individual.
- La crítica a la propiedad privada.
- La oposición a toda organización jerárquica, principalmente al Estado.
Socialismo Utópico
Los primeros teóricos del socialismo, conocidos como socialistas utópicos, insistieron en la condena a la injusticia de la sociedad industrial y en la crítica a un desarrollo económico que producía miseria. Propugnaron la dignidad del individuo y la solidaridad colectiva como principios morales.
Elaboraron proyectos de sociedades ideales que pretendían alcanzar la igualdad social. Unos pocos hicieron planteamientos directamente políticos, defendiendo que la igualdad solo podía alcanzarse por medio de la acción violenta de una minoría.
El Impacto de la Revolución de 1848
En 1848, el protagonismo obrero se desplazó de Inglaterra al continente, donde halló en la Revolución de París su punto de inflexión. Los trabajadores, que lucharon junto a la burguesía liberal contra las fuerzas conservadoras, tuvieron un gran protagonismo en la caída de la monarquía.
Por ello, plantearon al gobierno una serie de derechos sociales sobre el trabajo y su organización por el Estado. Se pusieron en marcha los Talleres Nacionales, que parecían responder a las demandas obreras. Sin embargo, esta iniciativa chocó con la oposición de la burguesía y el gobierno puso fin a esta experiencia reformista.
Este evento significó también la confrontación social abierta de los obreros con la burguesía liberal, ya que era la primera vez que reclamaban derechos específicamente sociales. A pesar de la represión sufrida, el movimiento reivindicativo se intensificó. Todo ello colaboró al desarrollo de las nuevas perspectivas que conducirían a la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), también conocida como la Primera Internacional.